La expectación a las siete y media de la tarde era máxima en una abarratoda Puerta Purchena. La tarde más esperada de la Feria había llegado. La ilusión se palpaba en la atmósfera, una atmósfera todavía ajena al baño de color y alegría que le esperaba.
Tras la divertida actuación de la Banda Municipal de Almería, aplaudida por las miles de personas que allí se encontraban, el mar Mediterráneo inundó la Puerta Purchena y sus especies más populares interactuaron con los más pequeños. Estos se emocionaron con los peces, se asombraron ante los caballitos de mar y gritaron, entre risas, con las temidas medusas. La sorpresa se podía leer en sus rostros, que volvieron a iluminarse cuando unos pasacalles que parecían salir de las profundidades marinas realizaron peligrosas piruetas en el aire.
Tras el anuncio, llegaron los esperados claveles de la mano de la primera carroza. El rojo y el blanco de las flores se fundía con los vestidos de las pequeñas que los lanzaban. La lluvia había comenzado. Fue entonces cuando resurgió el jolgorio que se mantiene impasible cada año: clamores que pedían más flores, niños que se enzarzaban cuando una caía al suelo, haciendo honor al nombre del desfile, y padres que se acercaban furtivamente a las carrozas cuando la preciada flor no había sido lanzada con la suficiente fuerza.
Duendes de color
Poco después llegó el momento más colorido de la tarde. Unos duendes muy especiales, fabricantes de serpentina de ingentes dimensiones, no quisieron perderse el desfile y llenaron de alegría la Puerta Purchena. “¡Magia, magia!”, exclamaban algunos pequeños cuando, de repente, se vieron envueltos por estas cintas de colores tan particulares.
La de ayer fue una Batalla que concedió un protagonismo especial a la tradición y a la historia de Almería. Además del desfile de refajonas, un total de diez carrozas, ambientadas en los diferentes carteles de Feria de otros años, evocaron símbolos imprescindibles en el imaginario almeriense. La pesca, la Alcazaba, el barrio de La Chanca, la guitarra de Antonio Torres (del que este año se celebra el bicentenario de su nacimiento), el Faro de San Telmo, la Fuente de los Peces del Parque Nicolás Salmerón y la Antigua Estación de Ferrocarril fueron los motivos de estas carrozas que repartían felicidad en forma de 20.000 claveles que, por cierto, homenajean los colores de la bandera de la ciudad. Tras las carrozas, no faltaron los Cabezudos, imprescindibles en la Feria, y el entusiasmo de la Charanga de LA VOZ.
Pero no solo la tradición almeriense estuvo representada en el evento. Ocho grupos de Folclore, venidos desde diferentes países, aportaron un toque de exotismo y transportaron a los asistentes a Portugal, Cuba, México, Ucrania y Osetia del Norte.
El cambio de itinerario no fue impedimento para que miles de almerienses no faltaran a su cita. Debido a la peatonalización del Paseo durante la Feria del Mediodía, el Ayuntamiento se vio obligado a cambiar el recorido del popular desfile.
Pese a salir, como cada año, de la Avenida Pablo Iglesias, las atalayas siguieron su camino por Obispo Orberá, la Avenida Federico García Lorca y las calles Canónigo Molina Alonso, Artés de Arcos, Maestro Padilla, Doctor Carracido, y de nuevo la Rambla para culminar en el Anfiteatro de La Rambla.
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