El Quinto Toro no es una peña taurina (pero lo parecería a primera vista), tampoco es una secta que oculte secretos (pero oculta algunos de naturaleza culinaria que merecen la pena). El Quinto Toro es la antesala del mejor mercado del sureste, y un pequeño “santuario” bien reservado, en un costado del llamado palacio de la Diputación de Almería, una callecita peatonal abrigada y amable.
Durante el día es notorio el intenso Bullicio (pero mucho más accesible que el “Bulli”); en la noche, un neón verde manzana discreto alerta a navegantes, con el silencio del mercado central ya cerrado. Quinto Toro es tradición almeriense verdadera con exigencia de calidad y un ambiente distintivo..: la barra intensa, mesitas bajas, y una sala pequeña apenas separada por un biombo andaluz de celosía que guarda de las miradas…; la cerveza de grifo tan bien tirada, los vinos selectos y otros simplemente buenos, el remojón de San Antón (patatas cocidas de almidón dotadas y ligadas con aceitunas negras partidas, recuerdo de naranja, pimentón, aceite, átomos de ajo y cebolleta…), la pipirrana colorista y sabrosa, pero no grasa; el pulpo ali-oli, la mojama con almendras; las anchoas y el bonito con morrones; la rusa y pepinillos; las contundentes papas a lo pobre con huevo de corral y pimentón; el arroz en paíla con un aire de comino; los higaditos de pollo, la asadura de cordero, los callos sublimes y densos, las albóndigas de la madre en salsa marrón... el tomate raf, el queso manchego curado, el jamón serrano y el ibérico... No hay nada que no resulte casi perfecto.
Ya sea a la sombra fresca en el cálido verano, ya en los precoces atardeceres del tibio invierno almeriense, todos los días son favorables para tapear en El Quinto Toro; y luego está la solemnidad con que sirven detrás de la barra; esa altivez callada –sin embargo próxima, cercana- de saberse apreciados; y el precio tan llamativamente razonable (se puede tapear en pareja con 4 cervezas o vinos y sólo por 10 leuros...).
En una de estas tenidas, hacia las 13 horas, cuando aún no era concejal periférico, ni persona pública, sino simple pagador de impuestos, digamos un ciudadano del común, me tomé una cerveza con ‘El Herrera’ (Carlos Herrera) que salía de hacer el programa matutino –entonces en Onda Cero- desde el Palacio de la Diputación Provincial. Hombre campechano, alegre y buen mozo, me confesó que venir al sureste y perderse El Quinto Toro debería ser un pecado. Yo le dije que sí, pecado de contra-gula, o mejor que sería pecar de peligroso e incurable estreñimiento emocional (emotional constipation).
Quien viene a esta ciudad de mar, inevitablemente, vendrá al Quinto Toro, donde no se fríe pescado, ni se elabora a la plancha,... Aquí se cocina en olla, se disfruta con sus tapas expuestas y maravillosas, y se habla después de la experiencia...
Sea pues, y dado que yo no pertenezco a ningún “núcleo duro” (se ve que existe) ni soy “hijo político” de nadie en concreto (también se ve que existen estas relaciones familiares tan peculiares) tal vez esta metáfora quintotaurina sirva a perplejos y aquellos con mente clara –y carácter práctico- para repensar los destinos, las “reorganizaciones”, esos palabros…, porque cerca del quinto toro la cabalística de la política menor almeriense se simplifica mucho y a las 13.30 horas siempre puedes “bajar”, aliviar los malos humores, y degustar las papas a lo pobre, o el arroz recién traídos de la distante cocina, o las migas (cuando llueve y en feria)…por sólo 5 leuros, que diría El Herrera.
Buen provecho, conciudadanos que pagáis impuestos “religiosamente”, gentes de clase que trabaja, quienes sostenéis todo cuanto está y ocurre, a quienes yo adulo abiertamente, y reconozco (y me reconozco) como los verdaderos depositarios de la esencia del estado de bienestar que pueda existir, la diana de todas las medidas, la medida…
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