Las apuestas, de corrillo en corrillo, en el abarrotado, sofocante, hotel en el que se inició el congreso del Partido Popular favorecían de manera bastante clara a Pablo Casado para ocupar la presidencia de esta formación, desbancando a Soraya Sáenz de Santamaría. Pero la verdad es que uno tenía la sensación de que cualquier cosa podría suceder cuando, a mediodía de este sábado, los compromisarios -algo más de tres mil- voten. Van a votar en función de sus intereses: hay muchas candidaturas municipales y hasta autonómicas pendientes de que gane uno u otra, porque se supone que el vencedor favorecerá a 'los suyos', por muchas promesas de integración que se hayan hecho en público. Así que de diferentes idearios, nada.
Ha finalizado, en todo caso, la 'era Rajoy', que se despidió elegante pero, a mi juicio, algo precipitadamente, quitándose de en medio antes de tiempo y permitiendo que el proceso precongresual haya sido tan sonrojante como ha sido. Todos especulaban sobre si Rajoy apoyaba, sin por supuesto expresarlo, a la que fue la vicepresidenta de su Gobierno; pero algunos destacaban que el ex presidente, gallego a fondo, antes se dejaría desollar que dar el más mínimo indicio de respaldo a uno u otra: ambos le han sido fieles, en el fondo, hasta el final y yo al menos jamás he podido escuchar una crítica por parte de cualquiera de ellos -ni por parte de ningún dirigente del PP- dirigida contra Rajoy. Ni siquiera en cuestiones secundarias, ni siquiera ante fallos clamorosos, que desde luego los ha habido.
Esta tónica, marca de la casa del PP, se ha roto con las primarias. El bloque monolítico -demasiado bloque, demasiado monolítico- que era el PP se ha convertido en un pequeño reino de taifas, en un saco de ambiciones personales por salvar, ya que no la poltrona, sí al menos los muebles. Por eso estas primarias no han sido un ejercicio democrático sano, sino más bien al contrario. Yo diría que tanto SSdeS como Casado llegan desgastados por los mutuos alfilerazos, por la falta de debate ante las cámaras, por la ausencia de ideas renovadoras. Y por las trampas para elefantes que les ponen terceras personas, por supuesto.
Bueno, al menos ha habido primarias, que democráticamente ya es algo, aunque tan poco gustase al 'aparato' del partido. Creo que ambos candidatos servirían para regenerar eso que ha dado en llamarse el centro-derecha. Pero tienen que querer, sentirse seguros al timón, rodearse de gentes que no sean meros aplaudidores a ver lo que les cae. Ya digo, muchos de aquellos con los que hablé me dijeron que "si no gana Pablo, se rompe el partido". Otros, que si gana Casado el partido se irá muy a la derecha, dejando campo libre al acoso de Ciudadanos y así no habrá manera de volver a ganar unas elecciones. No dejan de ser hipótesis de trabajo; mucho me temo que, tanto SSdeS como Casado tendrían, llegado el momento, que intentar pactar con la formación de Rivera para hacer una coalición de centro-derecha tras unas elecciones en las que nadie obtendrá una mayoría absoluta.
Porque, si no hay coalición de centro-derecha, la habrá, suponiendo que Pedro Sánchez sepa lo que le conviene, de centro-izquierda. Allá ellos. De lo que no cabe duda es de que el PP sigue siendo una formación de equilibrio, necesaria, para evitar que se desmadren eso que algunos quieren llamar 'las derechas' -ya han empezado a alzar el vuelo grupos más o menos 'ultras'-. Y necesario también para que eso que el propio Sánchez se ha hartado de llamar 'las izquierdas' conquiste más terreno del que le corresponde.
Esa es la importancia del congreso extraordinario que el PP, en plena debacle, comenzó este viernes. Cuando el país galopa hacia quién sabe qué abismo, los 'populares' constituyen, al fin y al cabo, una referencia de estabilidad. O lo eran, al menos, hasta este sábado.
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