Según el estudio 'Voces contra la Precariedad' de Intermon Oxfam, España es el tercer país de la Unión Europea que más pobreza laboral sufre: un 13% de los trabajadores en nuestro país, son pobres. Esta realidad afecta especialmente a las mujeres porque, en su caso, uno de cada cinco empleos cuenta con baja remuneración, frente al uno de cada diez, ocupados por hombres. Además, un 70% de los empleados con el salario mínimo, son, en realidad empleadas. Y solo el 10% de las personas que más salario recibe, son mujeres. Lara Contreras, responsable de incidencia política de Oxfam Intermón, explica que “las mujeres trasladan su rol de cuidados y trabajo doméstico de la casa al empleo, entonces los sectores donde más están representadas las mujeres son en el sector turístico y de servicios -con un 55%-, y en el trabajo doméstico -con un 97%-, que además está muy mal regulado y que tiene menos derechos que el resto de trabajos”. Estos son solo algunos ejemplo:
"Me discriminaba, decía cuestiones racistas, por ejemplo, no quería darme de alta en la Seguridad Social, cuando quería vacaciones era toda una pelea...Te pagan un salario, ni siquiera el salario mínimo, por atender a una persona 24 horas al día, los siete días de la semana", cuenta Carolina Elías, ahora presidenta de SEDOAC y coordinadora del Centro de Empoderamiento de Empleadas de Hogar y Cuidados (CETHYC), recordando sus tiempos como cuidadora. Para después añadir que ni siquiera la querían dejar acudir a las citas médicas. "Pide la cita para otro día, me decían, cuando había pasado meses esperando esa cita médica" cuenta.
No es la única. Sara - que ha pedido no dar su nombre real - tampoco olvida la sensación de ser madre...sin haber tenido hijos, y por el salario mínimo. "Me levantaba a las 6.30 y me acostaba a las 11, y todo el día trabajando, y la hora de mi descanso -que supuestamente son dos horas al día- me las pasaba planchando... Era como que yo era su mamá tenía que encargarme de a ver si llevaban la merienda...y nada, tenía un salario de 735 euros: era el mínimo". Sara vive en una habitación pequeña en un sótano, sin ventana, y de la planta principal de la casa la separa aún el entresuelo. "Es algo común para las internas que vivimos con familias en chalets" - apunta - "Te dicen que eres como de la familia, pero luego es mentira, solo les importa que estés a tiempo cuando llegan los niños". Pese a las condiciones, al salario y a las muchas horas dedicadas, no está tan mal. O eso piensa ella, "podría haber sido mucho peor", asegura. "Y si no lo quieres...hay otras 500 chicas en la puerta buscando un trabajo. Eso te lo dicen siempre", señala.
Comparten esta situación, también, las camareras de piso. Mari Carmen Casín tiene la suerte de no ser una de las trabajadoras que tradicionalmente subcontratan en este sector pero, a pesar de ello y de tener más de treinta años de experiencia laboral, el fin de mes se hace cuesta arriba “A duras penas puedo llegar a final de mes, tengo que recurrir a Cáritas, que me da ayuda con alimentos, porque pago hipoteca, todos los recibos que pagamos todo el mundo y encima el colegio de la niña, con lo cual…” explica quien, además, ha tenido que llevar a su empresa a los tribunales en varias ocasiones. “He tenido que denunciar para poder disfrutar los fines de semana y estar con mi hija, he tenido que denunciar mi accidente laboral porque después se negaban a adaptarme el puesto y seguían sobrecargándome, por lo que empeoraba mi estado de salud”, según informa Cadena SER.
Pero mientras algunas empleadas de cuidados pasan hasta 22 horas diarias en las casas en las que trabajan y las trabajadoras de piso llegan a hacer hasta 85 camas por día en la temporada de verano, el problema, apunta Contreras, va todavía más allá de los salarios o del número de horas ilimitadas en el puesto de trabajo, porque ellas también son las que se quedan con el grueso de los trabajos temporales, interrumpidos y parciales. “Tres cuartas partes del trabajo parcial involuntario, son mujeres”, indica.
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