El Partido Popular está inmerso desde ayer en la crisis interna más profunda que se recuerda en mucho tiempo y tiene como protagonistas a su presidente nacional, Pablo Casado, y a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Ya nadie esconde que el principal partido de la oposición en España se enfrenta a la encrucijada de tener a dos bandos enfrentados a cara descubierta, y con un supuesto caso de corrupción como trasfondo: las comisiones que ha cobrado un hermano de Díaz Ayuso por la compra de mascarillas en plena pandemia del coronavirus.
Tres comparecencias
Mientras tanto, después de un día en el que se programaron de forma cronológica las comparecencias del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, la citada Díaz Ayuso y el secretario general, Teodoro García Egea, los barones territoriales del partido guardan silencio. Entre ellos están el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno Bonilla, que este año afronta un proceso electoral autonómico.
No le faltó de nada al día más tenso en la madrileña sede de la calle Génova, donde permaneció todo el día en su despacho el líder nacional, Pablo Casado. Avanzada la tarde, seguidores de la presidenta madrileña se concentraban a las puertas de Génova, un mensajero llevaba una corona de flores y unos mariachis animaban la noche invernal en la capital de España.
El origen
¿Qué ha pasado para llegar a esta situación? El origen de todo se sitúa en un enfrentamiento de antaño entre la dirección que lidera Casado – siempre ha declarado ser amigo personal de Ayuso – y la presidenta de la Comunidad. Un enfrentamiento que vino a más cuando Isabel Díaz, ya con plenos poderes cercanos a la mayoría absoluta en la Puerta del Sol, quiso también presidir el PP madrileño. Fue entonces cuando García Egea marcó los tiempos de ese congreso regional y cuando empezó el run-run de la oposición sobre la concesión de un contrato de compra de mascarillas del que se habría beneficiado un hermano de Díaz Ayuso (Tomás).
Desde la calle Génova pidieron explicaciones a la presidenta pero, según la dirección popular, éstas nunca llegaron al despacho de Pablo Casado. Entre medias, empezó a sobrevolar en algunos despachos y corrillos políticos la incógnita sobre un supuesto espionaje al círculo familiar de los Ayuso para comprobar si esa comisión se ajustaba o no a la legalidad. Tomás Ayuso no es gerente de ninguna empresa dedicada a la comercialización de ese tipo de productos sanitarios.
El espionaje
Lo que ha venido después, desde que medios de comunicación madrileños empezaran la noche del pasado miércoles a desvelar los puntos más oscuros de la teoría del espionaje, es la crónica de un enfrentamiento total, que ya tiene planteamiento y nudo, pero al que le falta el desenlace.
Compareció primero, a las nueve de la mañana, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, señalado por haber ‘sugerido’ desde los despachos municipales ese supuesto espionaje al entorno familiar de Díaz Ayuso. Negó la mayor y a media tarde se encontró con la “dimisión” de un dirigente cercano a Génova: Ángel Carromero. Avanzada la noche se hablaba de cese fulminante.
Hasta la una de la tarde no ofreció su versión Isabel Díaz Ayuso. No se recuerda una intervención tan crítica con la dirección nacional del PP como la de ésta. Se sentía ofendida por haberse sentido ‘espiada’ y por haberse puesto en duda la honorabilidad familiar. “Nunca pensé que la dirección de mi partido iba a ser tan cruel conmigo”, dijo. Como empieza a ser costumbre en parte de la clase política, la suya fue una comparecencia sin preguntas de los periodistas.
Mejor suerte corrieron los medios de comunicación que se desplazaron a continuación a la calle Génova para escuchar las explicaciones del número 2 y secretario general, Teodoro García Egea. Éste sí admitió preguntas, pero las respuestas fueron muy genéricas.
El expediente
En resumidas cuentas, la mano derecha de Pablo Casado vino a afirmar que quien había sido “cruel” en esta crisis interna había sido la propia Ayuso con sus declaraciones desde la sede de la Comunidad. Tocaba, por tanto, la apertura de un expediente informativo que puede desembocar en una suspensión temporal de militancia o expulsión de las filas del Partido Popular.
Mientras los españoles estaban cuchara en mano a eso de las tres de la tarde viendo los telediarios, Teodoro García Egea reconocía que la cúpula de Génova no quería que la ‘bomba’ de los supuestos beneficios a un hermano de Ayuso explotara en pleno proceso congresual y ésta ofreciera las oportunas explicaciones.
Y así se llegó al ecuador del 17 de febrero, cuando apenas han pasado cuatro días de las elecciones en Castilla y León en las que las cuentas no salieron como estaban previstas y transcurrido menos de un mes desde que uno de los fontaneros de Génova, el diputado Alberto Casero, se equivocara en el voto telemático y apoyara la reforma laboral. ¿Qué más puede pasar en el Partido Popular?
Y así se llega al 18 de febrero, día en el que los barones irán saliendo, presumiblemente, de forma escalonada para mostrar su adhesión a la dirección nacional. O no. Una opción sería la de pedir a los dos bandos una especie de reconciliación que se antoja difícil en el momento actual. Pablo Casado está encontrando el calor de diputados y senadores. E Isabel Díaz Ayuso ya tiene dos escuderas: Esperanza Aguirre y Cayetana Álvarez de Toledo. Continuará ...
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