Una parte poco atractiva pero enormemente usada de nuestro vocabulario son los insultos. Los españoles somos expertos en crear y emplear expresiones malsonantes de todo tipo, pero, ¿sabías que muchas de ellas en un primer momento no tenían ese carácter peyorativo?
En primer lugar, el término «idiota» proviene del latín idiōta, y este del griego ἰδιώτης (se lee “idiótes”). Este término viene a su vez de la palabra griega ἴδιος (se lee “idios”), que significa ‘de uno mismo’, ‘particular’, ‘privado’. El ἰδιώτης era aquel individuo que solo le daba importancia a su vida privada y que, por tanto, no participaba en la asamblea ni tenía mucho interés en las diversas cuestiones de la vida pública. Por supuesto, aquello de no tomar parte en las cuestiones sociales no estaba bien visto y se valoraba de forma negativa que un ciudadano, pudiendo participar en estas asambleas que le afectaban a nivel personal y social, decidiera no hacerlo y se centrase solo en sus problemas individuales. Al renunciar a esto, dicha persona adquiría la consideración de ser “ignorante” y “poco formada”, sentido que persistió también al adaptarse al latín.
Durante el siglo XVIII, este término fue incluido en el mundo de la medicina. De hecho, si acudimos al Diccionario de la Lengua Española, podemos ver que una de las acepciones se enmarca en este ámbito, significando ‘que padece de idiocia’. Si buscamos la entrada de “idiocia”, el significado que aporta el diccionario es ‘trastorno caracterizado por una deficiencia muy profunda de las facultades mentales, congénita o adquirida en las primeras edades de la vida’. De este término médico surgió el insulto como forma de referirse a las escasas capacidades mentales de alguien.
Mucho más discutida es la etimología de «imbécil». Este insulto nos llega desde el latín imbecillis, y el Diccionario de la Lengua Española recoge para el término latino el significado de ‘débil’ o ‘enfermo’. Lo cierto es que esta palabra varió ligeramente y aparecía así en un latín más tardío, pero su forma original era imbecillus. Este término a su vez está relacionado con baculus, que significa ‘bastón’. Por tanto, imbecillus vendría a ser algo así como ‘sin bastón’.
En este sentido y aunque la etimología de esta palabra es objeto de debate, se ha propuesto la teoría de que sea una alusión a la juventud. El objeto del bastón se entrelaza con la vejez, y esta a su vez con la sabiduría y la experiencia. Al ser un “sin bastón”, es posible que apunte directamente a la etapa más joven de una persona, y por tanto que sus conocimientos sean inferiores porque no ha vivido lo suficiente como para adquirir la experiencia necesaria. Esto se corresponde con la expresión imbecilla aetas (‘edad imbécil’), que se usaba para referirse a la niñez o la fase más temprana de la adolescencia. Al igual que ocurrió con “idiota”, la palabra se usó posteriormente en el ámbito de la medicina con el significado de ‘que padece de de imbecilidad’.
Con respecto a «estúpido», el término viene del latín stupĭdus (en concreto la evolución parte de stupĭdum: la “m” final se perdió, la “u” se abrió en “o” y la “s-” inicial líquida desarrolló una “e-” epentética). Esta venía del verbo latino stupere, cuyo significado era ‘quedar paralizado’. De aquí también viene la palabra “estupendo”, pero hay una gran diferencia entre ambos significados: “estúpido” tiene una connotación negativa en cuanto a la incapacidad de reaccionar ante los diversos estímulos, mientras que “estupendo” es algo tan admirable que deja pasmado.
Otro término curioso es «mamarracho», pero en este caso no hay que acudir al latín sino al árabe. La palabra viene del árabe muharráǧ o muharríǧ, y este del árabe muharriǧ, cuyo significado era ‘bufón’. Inicialmente se refería a la persona que se disfrazaba de forma estrafalaria y que hacía gestos ridículos con afán de divertir al resto, de ahí que fuese evolucionando a través de distintos significados: ‘informal’, ‘ridículo’ o ‘persona no merecedora de respeto’.
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