Desde este miércoles 20 de abril, la obligatoriedad del uso de mascarilla en interiores, salvo excepciones, se despide entre una inmensa sensación de incertidumbre y alivio por parte de la sociedad española. Y aunque ya casi parece ser una extensión de nuestro cuerpo, para las personas sordas nunca lo fue.
Con la llegada de la pandemia en marzo de 2020, los muros de estas personas crecieron de manera descomunal, pues los problemas de comunicación de estas personas solo hicieron más que agravarse. Con las mascarillas no había posibilidad alguna de leer los labios, y por ende, de entender y distinguir los sonidos. Para ellos esto no ha sido más que una barrera que no incidido negativamente en la integración social de todos ellos al haber desaparecido durante más de dos años la labiolectura.
Afortunadamente, Almería cuenta con la Asociación Provincial de Personas Sordas de Almería (Asoal) para poder atender y defender los intereses de estas personas en toda la provincia. Entre sus objetivos está mejorar la calidad de vida de estas personas; trabajar por la igualdad y participación social; impulsar y promover el acceso a la educación y formación; sensibilizar a la sociedad sobre las necesidades, así como eliminar las barreras en comunicación y fomentar la independencia de la mismas.
Tras la eliminación de la obligatoriedad de las mascarillas en interiores, el presidente de Asoal, José María Rueda García, explicaba de primera mano cómo de complejos han sido estos dos años de pandemia y la afectación negativa del uso de la mascarilla en la vida de las personas sordas o con problemas de audición.
"Realmente la mascarilla ha supuesto una barrera enorme y bastante grave, sobre todo cuando había que ir a una tienda o al mismo médico se encontraban un gran muro en cuando a la comunicación porque con la mascarilla no entendía la lectura labial, especialmente las personas con hiperacusia, que tienen algún resto auditivo. Aunque con expresión corporal y señalando, nos hemos comunicado más o menos. Sin embargo, sí que es verdad que las mascarillas es un problema tanto personas sordas como con restos auditivos, pero también para las personas oyentes ha supuesto una barrera", explicaba el presidente.
A pesar de que las mascarillas han sido la principal traba para estas personas, muchos de ellos han podido cruzarse con personas que han facilitado la comunicación entre ellos: "Por ejemplo, en los bares, cuando los camareros iban a preguntar y se daban cuenta que la persona era sorda al enumerarle las tapas, se les pedía que se bajasen la mascarilla y con la distancia de seguridad pertinente, se las bajaban y más o menos se podían entender y comunicar".
Para sorpresa de cualquiera, los espacios sanitarios, especialmente los hospitales, ha sido una auténtica lucha de titanes. Rueda resaltaba que en "los hospitales ha sido horroroso ya que no te podías bajar la mascarilla en ningún momento, no había accesibilidad y ahí si que es verdad que es cuando la situación ha sido peor. Tanto por los trabajadores sordos que están en los hospitales, como usuarios y pacientes que van a los centros de salud".
Sería importante invitar a la reflexión a la Administración Pública si ha habido abandono por su parte o simplemente no se les ha dado el lugar que les pertenecen como ciudadanos con pleno derecho. A esto el presidente relataba que "no es necesariamente abandono, pero sí olvido por parte de la Administración Pública. Sí que es cierto que cuando se les llamaba la atención, la gente se implicaba al darse cuenta que esa persona era sorda, pero a los dos días se olvidaban, y volvían a lo mismo. No se ha avanzado".
Afortunadamente y dejando a un lado la atención de las administraciones, en el caso de la comunicación entre dos personas sordas, a pesar de la mascarilla, ha sido mucho más fácil y accesible la interacción entre ellos. También en actos públicos o en videollamadas, han podido tener una comunicación mucho más fluida. A la vez que la posibilidad de que se diera ha dependido en gran medida de la actitud de las personas que le rodeasen en el momento: "nos hemos encontrado en situaciones donde la gente ha sido comprensiva, y otras situaciones donde la gente ha sido muy maleducada, de que te lo decían sin saber que eras una persona sorda, y te respondían o miraban mal. No se daban cuenta de que eras una persona que lo necesitaba para poder comunicarse", culminaba.
También Rueda hacía hincapié en cómo se ha visto afectada la integración de estas personas: "Al principio de la pandemia, estábamos totalmente desinformados, poníamos la televisión pública y no había ni siquiera una intérprete. Nosotros también estábamos confinados. Lo pusieron al final, pero sentimos que retrocedimos muchos años atrás. Sí que es verdad que con Internet algo nos hemos informado, pero no mucho, porque no todas las personas sordas tienen las mismas capacidades".
Mascarillas transparentes
Fue Marcos Lechet, persona sorda desde los cinco años, quien entregó en septiembre de 2020 al Ministerio de Sanidad más de 70.000 firmas que recogió solicitando la homologación de mascarillas transparentes que permitieran la lectura labial, a través de una campaña en Charge.org iniciada en agosto de ese mismo año.
En febrero de 2021, el ministro de Consumo, Alberto Garzón, firmaba la Orden Ministerial por la que, entre otras medidas, se regulariza el uso de las mascarillas transparentes que permiten la lectura de labios a las personas sordas. El texto firmado por Garzón recogía que en las mascarillas que tengan partes destinadas a permitir la lectura labial y que no facilite el paso del aire inhalado o exhalado, se permitirá que la eficacia de filtración de partículas indicada no se refiera a esas zonas, siempre que se indique en la propia etiqueta.
En cuanto a esto, el presidente de Asoal, resaltaba que con "las mascarillas transparentes nosotros reivindicamos mucho en su momento que se usaran en algunos lugares como los hospitales, y no nos autorizaban porque no tenía la homologación pertinente, y eso supuso un problema".
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