Este año había muchas ganas de volver a ver a los Gigantes acariciar con sus cabezas de cartón piedra el cielo almeriense. Quizá porque justo cuando esta tradición cumple su 103 aniversario, el programa ha eliminado su visita al recinto ferial la tarde del miércoles, día del niño, y ha reducido su número de apariciones a sólo dos: la Batalla de Flores del lunes y la diana de ayer, la que recorre los barrios más castizos de la capital.
Bullicio
Algunas nubes parecían querer cobijar con algo de sombra a los colosos cuando, puntuales, a las ocho de la mañana, salieron del Museo de la Ciudad. La comparsa, encabezada por un cohetero y compuesta por doce gigantes y otros tantos cabezudos, enfilaba la calle Pedro Jover hacia Pescadería. A pesar de la hora, decenas de personas, niños y mayores, se asomaban a la calle para recibirlos, “que no nos los quiten, son una preciosidad”, gritaba una vecina en la calle Valdivia al paso de la bulliciosa comitiva.
El cielo lucía ya despejado al recorrer el grupo la calle Almedina, siempre sin dejar bailar los gigantes al son de los pasodobles de la banda San Indalecio de La Cañada. Los cabezudos, sin embargo, huérfanos de botijas y carentes de disciplina a pesar del trabajo de los encargados, evidencian la necesidad de una mejora.
Preciosa estampa con los ultimos bailes en la plaza de la Catedral, foto de grupo y hasta el año que viene.
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