De talento y oro. Así vino a Almería Julián López para verse las caras con dos encastados toros de Garcigrande, que no le regalaron nada, salvo la posibilidad de demostrar qué torero es. Porque los toreros demuestran quiénes son cuando tienen delante un toro con sus cuatro letras. Un toro, sin la necesidad de adjetivos altisonantes ni registros en la lista de toros notables. Simplemente, toros con casta cuyas virtudes son la sal de la Fiesta y cuyos defectos son para que los enmiende el torero. El Juli va por las plazas de España vestido con ese terno que sólo lucen unos pocos y que, con independencia de la seda con la que esté confeccionado, tiene siempre de fondo el color del talento.
El Juli sobresalió entre dos excelentes toreros, lo que sólo hace acrecentar su mérito, porque Ponce y Perera también se entregaron ante estos buenos toros, cada uno desde su forma de entender la Tauromaquia.
Los toros de Garcigrande y Domingo Hernández vinieron buscando pelea seria y por derecho, tal como la encontraron de parte de los tres espadas. A esa seriedad también contribuyeron de forma sobresaliente las tres cuadrillas.
El Juli
Julián López lanceó con el percal a su primero captando enseguida que había faena detrás de esa casta generosa y con clase que sacó el animal. Cargado de autoridad, galleó llevándolo al caballo y lució el capote en un quite alternado de tafalleras y chicuelinas. El Juli no quería dejarse nada sin torear de ese toro, aplaudido en el arrastre por su clase y porque cayó en manos de un torero de una pieza.
Abrió la faena con enjundia, volviéndose sin mudar el terreno para recogerlo por el pitón derecho bajando la mano, comenzando así a atemperar la embestida. A dominar la casta del Garcigrande para ponerla lo antes posible de su parte.
Lo probó por la izquierda y buscando más la eficacia que el lucimiento, porque el lucimiento vendría después. Con derechazos largos, sin permitirse un tirón demás ni una duda El Juli fue elevando el tono de su faena, hasta que el animal acabó encelado en la franela, pendiente de responder con bravura a todo lo que le quiso hacer El Juli. Julián López le había ganado la pelea y el animal, que era de los que no permiten errores, terminó evidenciando en su comportamiento los aciertos del torero. Eso es el talento, lo demás, retórica y voluntad.
A su segundo lo trató con firmeza y elegancia a partes iguales en los de recibo. Después vino el quite por lopecinas, tan propio de El Juli. Este quinto de la tarde era algo más parco que sus hermanos en la embestida y por eso, Julián López se metió en su terreno para acortar camino, sin exigirle demasiado recorrido. Así, el toro acabó entrega do en los naturales.
Perera
El diestro extremeño supo estar delante de un toro exigente que contestaba al mínimo error con cabeceos y renuncias. Pero como Perera quiere estar a la altura de los mejores, plasmó una excelente faena. Variado con el capote y contundente con la muleta supo estar por encima de un toro importante. En su segundo, pareció interpretar que su toro era otro toro diferente y, tras enseñarlo citando en largo luego no terminó de acoplarse con él.
Ponce
Enrique Ponce demostró su maestría sin llegar a ponerle la guinda al pastel. Midió la embestida de sus dos toros buscando la manera de hacer la faena que traía pensada, sin terminar de encontrar la solución. Con todo, Ponce le llegó a los tendidos.
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