Quizá estemos ante la Semana Santa más incierta, meteorológicamente hablando, de los últimos tiempos. Si el sábado tocó viento y frío, este Domingo de Ramos ha llegado la lluvia. Pero lo importante es que la fe y la devoción a los titulares de los cofrades almerienses superan cualquier contratiempo.
La Estrella estrenaba horario, a la hora taurina tradicional, la que cantaba Lorca: a las cinco de la tarde. Una hora antes de lo que era habitual. Para entonces había anunciada ‘nubosidad variable con un 30% de riesgo de precipitaciones’. Y llegó la lluvia. A las cinco de la tarde, la hora en la que La Estrella y Nuestro Padre Jesús de las Penas debían salir, un suave pero persistente ‘chirimiri’ ha empezado a caer.
Había que tomar una decisión. Reunión de urgencia de la Junta de Gobierno y el hermano mayor se dirige a los presentes: “Hasta que no cese la lluvia no vamos a salir. No podemos arriesgar el patrimonio de la Cofradía”. Y hubo que retrasar la salida, tras una hora de lágrimas y nervios.
Sale la procesión
A las seis de la inclemente tarde dominical, el portón del patio del templo se ha abierto para que apareciese la cruz guía. Daba comienzo oficialmente la procesión de La Estrella, cuya titular mariana da nombre popular a la Hermandad de Regiones.
La mirada de todos los componentes del cortejo se dirigía al cielo nada más atravesar el portón. Pero nada hacía presagiar que la lluvia reapareciera con intensidad.
Las dos filas de nazarenos han ganado poco a poco la calle Alta de la Iglesia. Unos 150 desfilaban con su tradicional equipación compuesta por túnica blanca con capa, antifaz y cíngulo azul marino, portando un cirio en la mano, como dice la saeta.
El número de mantillas está estabilizado en los últimos años: una veintena suelen ser las camareras de la Virgen que acompañan a La Estrella en sus casi nueve horas de procesión por las calles de Almería. Quizá sea la procesión más larga de la ciudad.
Las saetas
Frente a la salida estaban, un año más, los saeteros de la Peña El Morato, Ana Mar y el Niño de las Cuevas, para poner un ‘quejío’ con sus voces rotas por el dolor y el desgarro que produce la Pasión y Muerte de Cristo.
Los capataces, Antonio García Magaña, del paso de misterio, y Manuel López Álvarez, del paso de palio, ordenaban la preceptiva parada y, acabadas las saetas, una rápida ‘chicotá’ para realizar la ‘revirá’ hacia calle Santiago para desembocar posteriormente en Carrera del Perú, ganar la carretera de Ronda y despedirse por unas horas la Virgen de su querido barrio de Regiones.
La Estrella luce esplendorosa con la que constituye la principal novedad de la procesión: su flamante manto azul marino, al que aún le falta el bordado. Pronto lo lucirá bellamente ornamentado. Y también luce otro estreno el paso de palio: los faldones de idéntico cromatismo. Los acólitos portan en sus manos un nuevo juego de ciriales y pértigas; y el pertiguero estrena sus ropones.
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