Costalera y mucho más

Es, a día de hoy, la única mujer costalera del Amor; para ella constituye un privilegio

Irene Romero Hernández, costalera  del Cristo del Amor.
Irene Romero Hernández, costalera del Cristo del Amor. La Voz
Lola Haro
22:11 • 26 mar. 2018

Irene Romero Hernández es una joven cofrade entregada y comprometida desde su infancia. Cuando habla de sus experiencias, es capaz de conjugar la cabalidad con la expresión de sus sentimientos más sinceros a la hora de narrar su historia personal en el mundo de las hermandades.



Desde pequeña, en el seno de su hogar, las mujeres que la rodeaban ya participaban activamente en el mundo cofrade que les tocó vivir: su madre y abuela, que acostumbraban a salir vestidas de mantillas, y su tío, conocido capataz, sembraron en ella el interés hacia este mundo. 



Pronto se puso el capirote con la hermandad del Amor y del Prendimiento, también el costal con la Virgen del Carmen del Zapillo y con el Cristo del Amor, y ha probado la mantilla con la Virgen del Mar y con la Virgen Fe y Caridad. Todo ello recorriendo su particular camino de sentimientos que la han ido encaminando allí donde sus emociones le han dictado. 



Irene maduró pronto, pues atravesó momentos duros que la han hecho sensible y responsable a partes iguales desde su niñez. Durante esos duros momentos, fue mucha la gente vinculada a diversas hermandades que la ayudaron a mantenerse a flote ante la negrura de los acontecimientos que la rodearon. Y cuando el tiempo pasó y tuvo fuerzas para seguir caminando, agradeció a todas y cada una de esas personas el apoyo prestado acercándose a cada una de las cofradías a las que pertenecían. Un bonito gesto que dice mucho del carácter de esta joven y que nos ayuda a comprender mejor esa agradable sensación de pertenencia que Irene experimenta en la actualidad en las hermandades en las que participa actualmente. 



El costal



La experiencia que más sorpresa despertó en ella  fue la forma en que se inició en el mundo del costal con tan solo 16 años. En una de esas calurosas de verano del mes de julio, acudió al barrio del Zapillo para ver un ensayo de la Virgen del Carmen y fue en ese momento cuando algo dentro de ella cambió y sintió que debía probar a estar debajo de un paso. Como menor de edad que era, necesitaba autorización para poder hacerlo y se dirigió sin dudarlo a su tío, Paco Romero, quién se vio en la tesitura de ser al mismo tiempo el capataz del paso que ella deseaba portar y su padrino. Su decisión fue la lógica dado el convencimiento que le manifestó Irene, pero  desde un primer momento dejando claro que debajo del paso ella sería una costalera más, no su sobrina. Y así fue como Irene realizó su primera salida procesional como costalera. 



De esta experiencia derivaría la siguiente, formar parte de la cuadrilla del Cristo del Amor en el año 2010. Irene guarda grandísimos recuerdos de su primera salida como costalera en la Semana Santa. Cuenta que realizó su trabajo en varios puntos bonitos del recorrido, destacando el paso por Carrera Oficial durante el cual la banda Santa Cruz tocó un popurrí de marchas de unos diez minutos de duración que, junto al gran esfuerzo que conllevó, jamás olvidará. Y desde ese día, año tras año, y mientras la fuerza y la salud se lo permitan, Irene seguirá ahí año tras año. Para ella, ha sido cargando en este paso donde ha aprendido todo lo que sabe sobre el costal, gracias al cariño y respeto que ha sentido siempre por parte del resto de miembros de la cuadrilla y la confianza que le han demostrado en todo momento. 



Tanto ha sido así, que este mismo año, como reconocimiento a su esfuerzo y dedicación, fue designada para realizar la primera levantá del paso. Irene es, a día de hoy, la única mujer costalera de este paso y para ella fue un privilegio mayúsculo ser valedora de este reconocimiento por parte de sus compañeros, y también ya amigos, de cuadrilla. Cuadrilla de la que Irene se siente especialmente orgullosa pues no se cansa de contar que se trabaja desde la igualdad y el respeto hacia todos y cada uno de sus componentes y que las decisiones se toman de forman consensuada entre todos. 


Pero la Semana Santa de Irene no se limita a su rol como costalera, ella se quita el costal y se pone la túnica de penitente, pues para ella, el Miércoles Santo, no puede estar en ningún otro lugar mejor que no sea cerca del Cautivo de Medinaceli. Y allí la podremos intuir adivinando su mirada bajo el capirote, de un lugar a otro de este tramo de la procesión, pues lleva varios años como celadora de tramo del mismo. Y así es como Irene vive su Cuaresma año tras año y no concibe hacerlo de otra forma: compartiendo ratos de esfuerzo y camaradería con sus compañeros de costal y colaborando de forma comprometida con los hermanos del Prendimiento. 


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