Para buscar los orígenes de nuestra Semana Santa y, por ende, de nuestra historia cofrade hay que pasear por el barrio de la Almedina, donde tienen su sede canónica las hermandades de Angustias y Rosario del Mar y que hacen estación de penitencia el Jueves Santo. Además, por él discurren el Miércoles Santo, la cofradía de Estudiantes y Calvario.
Leyendo la obra del Padre Tapia, conocedor y estudioso de la historia de nuestra ciudad, así como de las leyendas y orígenes de las calles por la que paseamos cada día, nos encontramos la estrecha relación del barrio con la vida cofrade de la ciudad en el nombre de sus calles y el origen de las mismas.
Nos cuenta, por ejemplo, que la calle Encuentro tiene su origen por realizarse allí el emotivo acto de coincidencia del paso de la Virgen de los Dolores con Cristo. Santisteban apunta que esta procesión saldría desde la iglesia de San Juan.
Del mismo modo, las calles de Cruces Bajas y Cruces Altas, nos hacen referencia al vía crucis que recorría el bajo y que se iniciaba en la casa consistorial. La calle Santa María, anteriormente llamada, calle Real de la Reconquista, debe su nombre a la advocación que recibió la mezquita-catedral, Santa María de la Anunciación.
Es curioso el posible origen de la calle Duda, que para el Padre Tapia, tiene su origen en un hecho acaecido durante una procesión o vía crucis en la madrugada de Viernes Santo. Según nos cuenta, un año cayeron del huerto del sereno unos bloques de piedras de grandes dimensiones que impedían el paso de la procesión, provocando que los portadores de las imágenes dudaran en continuar o volver y retroceder. Este momento de duda dio fue el origen del nombre de la calle. Otra propuesta para el origen de este curioso nombre está en la duda que siente al viandante al ver la pendiente de la misma sobre si continuar o no.
La callejuela por la gran vía
Para los urbanistas y arquitectos de finales del siglo XIX, la tarea encomendada por el ayuntamiento de la ciudad de modernizar el callejero fue muy complicada de realizar. El trazado sinuoso y quebradizo debía de ser adaptado a las nuevas necesidades y mejoras que la ciudadanía demandaba de forma constante.
A falta de un plan urbanístico que pudiera aportar soluciones de una forma global al entramado de callejuelas de la ciudad, se fueron desarrollando proyectos parciales para cada calle, pero ante las complicaciones técnicas y la oposición de los propios vecinos afectados por expropiaciones, las ejecuciones se dilatarían en el tiempo quedándose finalmente inconclusos e incompletos.
Pero como dice el dicho popular, “a grandes males, grandes remedios”, y así, recién estrenado el siglo XX, en 1900, el gran arquitecto Trinidad Cuartara Cassinello presentó un proyecto que modificaría el urbanismo capitalino como nunca hasta la fecha se había conocido.
El arquitecto presentó la propuesta de unir la Catedral, constituyéndola como centro de la nueva ciudad burguesa, con los principales puntos de la ciudad, Puerta de Purchena, Paseo de Almería y puerto a través de grandes bulevares, resolviendo los problemas derivados el viejo callejero. La obra con un coste de más de dos millones de pesetas - de la época, como apostillarían algunos - supondría una autentica revolución de la que, por suerte o por desgracia, quedó solo en el cajón del Archivo Municipal de nuestra ciudad.
“Urbanismo cofrade”
En los últimos años ha surgido un concepto que relaciona estrechamente el fenómeno de la Semana Santa con la feroz transformación que sufren nuestras calles. Para el arquitecto Luis Fernández Tejedor, “la Semana Santa obliga a una transformación efímera de la ciudad, que ha de convertirse en escenario de los hechos que en ella se narran”. Para este profesor de la Universidad de Málaga, todos los elementos que se incorporan al mobiliario urbanos, como las tribunas para la carrera oficial, “tienden a reducir el espacio urbano, para que toda la atención recaiga en las imágenes y en el instante que narran”.
Concluye, apostillando que, aunque le parezca coyuntural por la breve época del año que ocupa, “la inhibición del espacio urbano hace que todo gire en torno al paso de la procesión”, dejando de existir el resto de la ciudad deja de existir”, volviendo a la rutina diaria tras el Domingo de Resurrección.
La influencia de este término se hace extensivo para todas aquellas obras de importancia que se llevan a cabo en la ciudad, sea cual sea la época del año. En este sentido, hay corporaciones que llevan con rigor esta relación entre urbanismo y sentimiento cofrade, como es el de Málaga, donde cada proyecto o intervención que se desarrolla en el casco histórico de la ciudad se pacta con la agrupación de cofradías malagueña.
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