Almería se encuentra en el epicentro del cambio climático, y lo está por un doble motivo, porque será una de las zonas más afectadas por las consecuencias de los cambios que se producirán y, al mismo tiempo, porque es parte importante en el desarrollo de un nuevo programa, auspiciado por la Unión Europea, para diseñar nuevos modelos productivos adaptados a las nuevas condiciones.
Ayer se presentaba en el seno de la Expo Levante un avance de esas investigaciones de las que forman parte importante los centros experimentales de Cajamar Caja Rural y el Consejo de Investigaciones Científicas. Junto a ellos hasta 17 universidades y centros de investigación de ocho países, seis de ellos europeos y otros dos del continente americano y de Asia.
La búsqueda
Antonio Granell, representante del CSIC, explicaba que se está realizando un intenso trabajo en torno a las características genéticas de plantas que están mejor adaptadas para afrontar elevadas temperaturas y escasez de agua. Se trata de desvelar su ADN y de avanzar hacia variedades vegetales capaces de producir en condiciones extremas.
Se buscan sobre todo plantas silvestres, entre ellas varias emparentadas con el tomate que se crían en varias zonas de Latinoamérica. Del estudio genético se obtienen información y características que podrán ser aplicadas a los tomates que se producen en Almería.
El proyecto, acogido al programa europeo Horizonte 2020, persigue dar respuesta a una realidad preocupante: por el momento no se ha conseguido frenar el cambio climático, un problema global que traerá una elevación de las temperaturas y prolongados periodos de sequía. Ante esa cruda realidad se trabaja en adaptarse a ese cambio climático para poder seguir produciendo alimentos.
Consumidores
Porque el problema es que mientras se reducen las capacidades productivas, la población mundial no dejará de crecer. Las proyecciones de población indican que para el año 2050 vivirán en el Planeta más de 12.000 millones de seres humanos y la preocupación es cómo seguir alimentándolos no sólo a partir de modelos sostenibles, que no agraven aún más el cambio climático, sino cómo diseñar nuevas variedades de frutas y hortalizas capaces de soportarlo.
Los investigadores del proyecto TOM GEM tratan así de obtener esas variedades, aprovechándose de la carga genética de plantas capaces de resistir las nuevas condiciones y adaptarse a ellas sin que se resienta la producción de vegetales, necesaria para poder alimentar a tantos millones de personas.
Investigación
Según Carlos Baixauli, responsable de Agrosostenibilidad de las Estaciones Experimentales de Cajamar Caja Rural, existe una cierta susceptibilidad varietal a estas alteraciones, por lo que en situaciones de riesgo es conveniente seleccionar aquellas que sean más resistentes a las condiciones que vienen impuestas por los cambios en la climatología.
Es de interés desarrollar programas de mejora genética, con la búsqueda de variedades resistentes a las altas temperaturas. Un ejemplo como es el caso de este proyecto ‘TomGem’, incluido en el programa Horizonte 2020 que financia proyectos de investigación e innovación en el contexto europeo.
Ciencia contra el cambio
El correcto manejo del riego puede ayudar a soslayar en parte estas fisiopatías, por ello es necesario establecer estrategias de manejo eficiente del mismo, según explicaba ayer Baixauli. Considerando un suministro adecuado de los nutrientes, en ocasiones puede ser adecuada aplicaciones foliares con alguna sal de calcio de manera preventiva en momentos clave y considerando predicciones de tiempo, actuando antes de que se produzcan estas situaciones de estrés.
Medidas de choque
Otras prácticas culturales, como sistemas de poda para reducir la exposición de los frutos a los posibles golpes de sol, sistemas de sombreo, manejo de control de clima y utilización de cubiertas flotantes, son herramientas que ayudan a paliar los problemas debidos a los cambios en el clima de todo el planeta.
En cualquier caso afirma que el calentamiento global “es un aspecto fundamental para la agricultura venidera, que ya está afectando a frutas y verduras, en realidad a la agricultura en general, pero que especialmente toca de lleno a la mediterránea”.
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