La fábrica de hilos que plantó millones de pitas en Cabo de Gata

Un almeriense y un portugués, Vivancos y Oliveira, proyectaron una industria de 400 obreros para extraer el sisal del ágave y hacer cuerdas y calamentos para los barcos de

El día de la inauguración de Hiladora Mecánica Almeriense, dirigida por Ramón Gómez Vivancos.
El día de la inauguración de Hiladora Mecánica Almeriense, dirigida por Ramón Gómez Vivancos.
Manuel León
13:22 • 10 feb. 2016

Miles y miles de pitacos ena anos, arbolillos canijos como niños con falta de calcio, han quedado ahí perennes como guardacantones de lo que pudo ser una gran fábrica de cordelería almerienses. Con apenas 60 años de vida, esta legión de ágaves se han convertido en uno de los símbolos de la Almería cabogatera.  Se acerca uno a la ciudad desde Levante y se encuentra a lado y lado de la carretera hasta El Alquián ese inconmensurable festoneo de estos arbustos tan queridos ya por los almerienses, tan fotografiados en cientos de postales e imágenes familiares.




La historia de esta descomunal plantación vegetal arranca del proyecto del emprendedor almeriense Ramón Gómez Vivancos que en 1958, con solo 25 años y recién casado, había abierto la Hiladora Mecánica Almeriense, una pequeña fábrica de cuerdas e hilos en la Carrera de Montserrat.




Su propietario conocía bien el negocio, tras varios años como representante de industrias de cordelerías y efectos navales. Por eso, se lanzó a la aventura de confeccionar calamentos para las pesquerías y empleó para ello una plantilla de 16 trabajadores.




El éxito de la producción, a caballo aún entre la artesanía y la automatización, radicaba en el buen hacer del encargado, Francisco Rodríguez, Paco el hilero, un trabajador de La Chanca que atesoraba todo el saber ancestral del oficio que le enseñaron su padre y su abuelo, cuando debajo de las cuevas de San Roque montaban las ruedas, junto a las traperías, y con la fibra de cáñamo rodeándole la cintura iban tejiendo las cuerdas y los hilos para los aparejos de la traíña y el palangre.





Uníca en Andalucía
La fábrica de Ramón Gómez, la única de Andalucía en su género, modernizó toda esa singular labor artesanal chanqueña de siglos atrás y fue introduciendo maquinaria que hacía girar los ovillos  con cuatro carretes y confeccionando hilo más grueso en meno tiempo.
En la Hiladora Mecánica se confeccionaban las malletas de cáñamo  para los artes de arrastre con alambres engarzados y las redes de cerco, con sisal de pita. Había mucha demanda de los pescadores de sardina, no solo de Almería, sino también de Melilla, Céuta y Tánger. También suministraba cuerda a los almadraberos de Barbate y de Huelva. Uno de los clientes más solícitos de los aparejos  almerienses era el industrial gaditano Ramón de Carranza, que da nombre a uno de los trofeos de fútbol más laureados.
Las mujeres almerienses sentadas al sol del Muelle remendaban los artes de cerco de la fábrica y los tintaban con alquitrán para reforzarlos. También vendía la fábrica hilos para  los agricultores de cereal que los utilizaban para agavillar las alpacas de la paja del trigo y el maíz.




El cáñamo provenía de Callosa de Segura y el sisal y el abacá llegaban de Bilbao y Portugal en grandes balas que se amontonaban en esa calle entonces arrabalera. También compraba Ramón las estachas deterioradas con las que se amarraban los barcos mercantes, que la fábrica estriaba para aprovechar la fibra interior en una pionera labor de reciclaje natural. Ramón compró ese solar donde ubicó la factoría en esa zona donde entonces terminaba la ciudad y medraban los campos de cultivo y los cortijos. Allí estaban ya los depósitos de la Campsa, una empresa marmolista, los piensos de Luis Navarro Berenguel y la delegación de la Tabacalera.




Fue entonces, al ver que el negocio prosperaba, cuando a Ramón Gómez se le ocurrió aliarse con un socio portugués, Manuel Oliveira Violas, para hacer una gran industria productora de sisal en Almería.




El aliado luso era un experto en la materia  después de muchos años de extracción de materia prima en Mozambique y Angola. Habló Ramón con las autoridades de la época y a través del Servicio de Fibras Duras, se autorizó y subvencionó la plantación de más de un millón de pitas en  las zonas cercanas al Toyo y al Alquián para crear una industria  de cordelería con un capital social de 39 millones de pesetas que daría ocupación a 400 obreros para obtener henequén y sisal de la pala de la pita mediante un máquina extractora de fibra, quitando el jugo y obteniendo tiras secas para hilos y cuerdas. Una de las plantaciones más masivas de pitas se realizó en la finca El Pino, junto a la carretera de Níjar, sobre una extensión de 1.867 hectáreas.


Pero el sueño de Oliveira y Vivancos se truncó porque Almería no era Mozambique ni Angola, donde se explota esta especie: los pitacos se plantaron, pero no crecieron, se quedaron menudos porque les faltaba el rocío de la madrugada para estirar.


Así se vino abajo el proyecto y como herencia quedaron esos arbustos que, con los años, se han convertido en uno de los iconos más entrañables del Parque.


No fue, sin embargo, Hiladora Mecánica Almeriense la primera empresa manufacturera de cordelería de la provincia. En la década de los 30 funcionó una en Vera, donde hoy se levanta la Terraza Carmona, promovida por el alicantino de Villajoyosa Juan Lloret Nogueroles, donde se hacían hilos para las embarcaciones de Garrucha.


Ramón Gómez Vivancos, al extenderse el uso de la fibra sintética, terminó vendiendo años más tárde  la maquinaria de la fábrica de hilos de Montserrat a un empresario cartagenero y se dedicó de nuevo, entre otras muchas cosas, a los efectos navales. De puerto en puerto, de feria en feria, como un turronero, ofrecía su fibra de nylon, su cable de acero de Portugal y sus polvos bóricos para el marisco.
 



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