Vera Import, presidida por José Antonio Flores, ha sido la última en llegar, con una inversión de 3,5 millones de euros en más de 3.000 metros consagrados a los rutilantes Audi, en el polígono Venta Alegre, en ese antiguo arrabal de la capital, convertido ahora en la metrópoli almeriense del motor.
En términos relativos a su cifra de población -18.000 habitantes censados- no existe otra ciudad en Andalucía con tal volumen de negocios y naves productivas dedicadas a la automoción Una docena de concesionarios y una veintena de marcas, el 90% de las existentes en el mercado tienen alojamiento en el término municipal huercalense.
Operan, en este enjambre productivo de brillantes carrocerías y flamantes neumáticos, entre otras, Andalmotor, con Nissan; Syrsa, con Renault y Dacia; Salinas Car, con Citröen; Alborán Motor, de Francisco Segura, con Toyota; Indamotor, de la familia Alonso, con Opel, Volvo, Mazda y Saab y un acuerdo de asistencia comercial a Chevrolet; Indalo Motor, de Antonio Balazote, con Seat; BMW Premium y Mini; Almerialva, de Antonio Fernández Alvarillo, al lado de los antiguos almacenes de Marín Rosa, con Hyundai y Ssangyong; Nietomotor, con Fiat, Tata, Suzuki y Land Rover, compartiendo instalaciones entre el polígono San Carlos de la capital y la propia Huércal; Grupo Saveres, de la familia Fernández, con Mercedes Benz, Mitsubishi y Honda; Autoconcesionarios, de Granada, con Ford; Skoda, que ha salido de la órbita de Piquer Hermanos para integrarse en Surponiente, junto a Wolkswagen, en el Polígono Venta Alegre; y Talleres Robe, con Kía.
Hay también negocios de multimarca, como Playcar que venden vehículos de ocasión, con un alianza comercial con Nietomotor, como agentes comerciales en otros puntos de la provincia, y que también están a punto de traer una inédita marca coreana, Hisuzy. Solo falta Peugeot, ubicado en Las Lomas de la capital.
Una vez que se baja la Cuesta de los Callejones es todo un paisaje de naves alicatadas que se apiñan a lado y lado de la N-340, en polígonos reconvertidos como San Rafael, La Cepa, Venta Alegre o Alfa. No solo comparten inquilinato concesionarios y marcas de turismos, sino también los de vehículos industriales y camiones como Veinsur, del Grupo Carrión, con la marca sueca Volvo; Ibeco, que ahora opera a través de otras marcas y Renault Trucks, próximo a implantarse, en esa tierra donde hasta hace una décadas solo se vislumbraban cortijos de señoritos de la capital como El Canario y el amarillo del cereal.
También exponen concesionarios de motos como Motorinbox, con la marca KTM, junto a los de Kawasaki y Honda, que se complementan con la industria auxiliar de la automoción formada por una legión de talleres mecánicos especializados en motor, chapa y pintura, recambios como la cadena Aurgi, dispensatorios de neumáticos y dos estaciones de ITV, en el polígono La Cepa y en Zaramulas. El presidente de Asempal Automoción, Francisco Alonso, que agrupa a los concesionarios de la provincia, explica que “Huércal ha crecido por la fuerza de la costumbre y por su suelo industrial”.
Suelo barato y concentración del sector
Para el presidente de la patronal, los concesionarios han crecido en Huércal como una mancha de aceite, porque ofrece más comodidad para los clientes y el suelo también es más barato. “Estar cerca unos de otros nos beneficia, porque los posibles compradores y clientes pueden probar distintos modelos en un mismo radio”, expone Francisco Alonso, que gerencia, entre otras marcas, la Opel. El sector, por otra parte, va bien en popa, con ventas impulsadas con los planes PIVE.
De arrabal de los señoritos a ciudad dormitorio
Fueron los campos de Huércal, sus cortijos feraces, sus mieses tempranas, el arrabal donde los señoritos de postín de la capital acudían los domingos a comerse unas migas o a recoger unos serones de verdura fresca.
Por ese caminillo polvoriento, que se independizó de Almería en 1887, transitaban recuas de mulas con los productos del país y también los coches de caballo que acudían a alguna de las fiestas que en su cortijo daban los marqueses de Torre Marín o las francachelas de haba y de tocino de la Venta de La Cepa, de los Callejones o de Santa Ana. Hoy, Huércal de Almería, es pura fibra, crece como la espuma, un pueblo de dúplex, hecho a pulmón, donde van a dormir miles de almerienses que durante el día trabajan en oficinas de la capital; un pueblo, a falta de playas y turismo, plagado de naves fabriles, de cafeterías donde desayunan apresuradamente operarios con el mono de trabajo.
Antonio Fernández, Alvarillo, un veterano de concesionarios y rentacar, que creció viendo a su padres y tíos dar viajes y portes con los coches de caballos y con los taxis, ha sido también testigo de ese tránsito de agentes comerciales de marcas que empezaron en la Rambla o en la Carretera de Ronda de la capital y que ahora sientan sus reales e Huércal. “Gente como Romay, que tenía recambios y la Chevrolet, la Seat, de los Romero Hermanos, en la calle San Francisco, la Ford, de José María Artero, en la calle Reyes Católicos o la Barreiros, que comercializaba el señor Esperanza.
Todo ese negocio de exposición de turismos, garajes y talleres ha desaparecido de Almería y ha sido vampirizado por su hijastra huercalense en un goteo continuo. Su alcalde, Ismael Torres, saca pecho ante este éxodo bíblico y pergeña planes para su consolidación. Queremos explotar la referencia que somos en el sector con la I Feria del Motor, en abril, es nuestro principal sector en el PIB local”. Huércal hace también cursos de mecánica para desempleados y quiere conseguir la FP de Automoción. “Queremos ser un pueblo con alma, no solo un dormitorio de la capital”, sentencia el primer edil, mirando al futuro.
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