El Hotel Embajador, ubicado en la calle Calzada de Castro, 4 de la capital, reabrirá en breve sus puertas tras una remodelación interior llevada a cabo en los últimos meses. El establecimiento urbano, de tres estrellas, podría pasar a ser operado bajo la marca de la cadena mallorquina Roc Hotels, que gestiona también el Roc Hotel Golf Trinidad, de cuatro estrellas, junto a la urbanización Playa Serena de Roquetas de Mar.
El Embajador, con 48 años de antigüedad, cerró sus puertas en diciembre de 2014, cuando pertenecía a la cadena Citymar, de Miguel Rifá. Trece empleados fueron despedidos entonces y el hotel entró a formar parte de un procedimiento judicial, como el Gran Hotel, de la misma cadena, clausurado también por esas mismas calendas.
A la fecha, todo hace indicar que el hotel sigue perteneciendo al empresario hotelero de origen catalán, como el emblemático Gran Hotel, aunque con varios frentes judiciales abiertos , concurso de acreedores y procesos de embargo incluidos, en otras propiedades rústicas y urbanas.
Sebastián Erasmo Pons
La licencia de obras para la remodelación del Embajador ha sido solicitada por la empresa Activos y Rentas Hoteleras, representada por Sebastián Erasmo Pons y domiciliada en Roquetas de Mar.
El Hotel cuenta con 67 habitaciones y servicio de restaurante frente al Colegio Madre de la Luz, en una zona céntrica de la ciudad, y se ha abastecido tradicionalmente de una clientela compuesta en su mayoría por agentes comerciales, dentro de sus características de modesto hotel urbano.
El establecimiento fue adquirido por Rifá en 2005 a Antonio Reyes Aguilar, subrogándose en la plantilla de trabajadores y con una ocupación media superior siempre al 50%. El empresario compró también por esas fechas el Hotel Indálico, ubicado en la calle Dolores Rodríguez Sopeña, propiedad en esas fechas del pintor Francisco Capulino (Capuleto), gestionado por su hijo, también Francisco Capulino. Permanece también cerrado desde hace varios años.El Embajador ha sido siempre uno de los hotelitos urbanos más demandados por los viajantes que visitaban Almería por motivos profesionales.
Fue inaugurado un 13 de agosto de 1968 como hotel de segunda categoría por el constructor Francisco Ordoño Martínez, cuando Almería aún era la Costa del Sol, y tenía la ventaja de contar muy cerca con la estación de autobuses y los trabajadores de Artés de Arcos.
Fue pionero en contar con una zona de aparcamiento propio y guarda que se ocupaba de asear el vehículo de los huéspedes y de cubrirlo de noche con una funda gratuita. También se vanagloriaba en los anuncios de la época en disponer de baño y teléfono gratuito en todas las habitaciones,
Todas las autoridades locales, desde el Gobernador Civil, Juan Mena de la Cruz, al alcalde la ciudad, acudieron a su apertura oficial, y bendijo la estancia el reverendo Andrés Anés Fernández, párroco de Alhama.
El arquitecto del edificio fue Fernando Cassinello, que enseñó las dependencias, en esa jornada inaugural, al delegado provincial de Trabajo, Joaquín Gázquez, delegado de Información y Turismo, Rafael Martínez de los Reyes, jefe provincial de Sanidad, Jorge Durich Heredia, presidente de la Comisión de Festejos, Antonio Gómez Fuentes, director de Sevillana, Antonio Cambronero y los concejales Eduardo Gallart Baldó y Antonio Pérez Yglesias.
El inquieto Ordoño
El anfitrión, Francisco Ordoño, era un inquieto empresario del prefabricado de hormigón -a quien sucedió su hijo Francisco Ordoño Galindo- y ocupó en sus inicios el cargo de vicepresidente de Asempal.
El Embajador, al morir el fundador, fue gerenciado por su hija y su yerno, Antonio Reyes Aguilar.
Rifá compró el establecimiento justo cuando diseñaba un gran grupo hotelero, con el estandarte del Gran Hotel, y con la compra de los hoteles granadinos del constructor Avila Rojas. A elló se le uniría, aunque no cristalizó, la edificación de un hotel con encanto en parte del edificio de la Compañía de María.
El Gran Hotel: 15 meses clausurado
Quince meses cumple cerrado a cal y canto el hotel del cine, de las estrellas del Spaguetti Western, el establecimiento hotelero más señero de la ciudad. La empresa propietaria, de Miguel Rifá, se encuentra inmersa desde hace más de un año en un concurso de acreedores que se tramita en un juzgado de Barcelona, teniendo al Banco Popular como principal acreedor. Mientras, se deteriora ante un incierto futuro.
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