El socio más veterano -Joaquín García Cazorla- y el más joven- Antonio García Cano- conformaron la mesa de las votaciones y enseguida el pasillo central de La Envía se llenó de compromisarios portando el sobre para meter el voto en la urna. Y así, la megafonía fue llamando al delegado de Agropecuaria Los Pasitos, al de las almendras de Arboretto, a las cooperativas de Gandía, a la Comunidad de Regantes El Pupa, y hasta alguna mujer como Juana Aurelia Martínez.
Y es que una asamblea de Cajamar se asemeja cada vez más a una torre de babel con los más diversos acentos patrios que salen de los labios de más de 200 delegados llegados de toda España. Entre voto y voto, los presentes apuraban los cafés del bufé y los pitillos en la terraza, antes de la comida de hermandad, antes del discurso iniciático del flamante presidente Baamonde. Allí estaban Francisco Belmonte y Juan del Pino, eslabones de la primera cooperativa agroalimentaria almeriense, Gádor Villalobos, de la Hermandad Farmacéutica Almeriense o el empresario agrícola, Emilio Martínez. Los nombres de los socios seguían anunciándose desde el micrófono para votar -Cooperativa Agrícola de Gandía- cuando ya Antonio Cantón, exconcejal del Ayuntamiento de Almería, había depositado su voto, al igual que los eméritos Juan del Aguila y Antonio Pérez Lao.
No hubo sorpresa y nadie la esperaba: Baamonde nuevo presidente de Cajamar, justo cuando la vieja rural almeriense se enfrenta a nuevos retos en un sector financiero donde soplan vientos de cambio (nunca han dejado de soplar). Lo dijo el consejero delegado del BCC, hay que mirar a nuevos servicios de valor añadido, porque la actividad de captar depósitos y prestar dinero ya no es tanto negocio. Cajamar está en Europa y se mira en el espejo de Rabobank, la cooperativa de los Países Bajos que ha aglutinado a todo el sector, como está ocurriendo en Alemania y en Italia. Pero necesita algo de complicidad por parte de otras rurales, para poder hacer algo similar en España.
En una era cada vez más digital, en la que la banca electrónica irrumpe con fuerza, Yebra se esforzó en predicar que la caja quiere seguir dando un servicio cercano, con sucursales, con oficinas en las que se mire a los clientes a los ojos. La obsesión de Yebra sigue siendo fortalecer el balance, sacudirse la morosidad de otros tiempos, que fue el peaje que tuvo que empezar a pagar por absorber entidades no tan sólidas de la costa mediterránea.
Se aventuran nuevos tiempos para la caja de la Plaza de Barcelona y Yebra y Baamonde quieren ser los nuevos Willian Wallace capaces de poder unir a todos los clanes bajo una misma bandera escocesa del cooperativismo financiero.
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