Durante casi tres siglo -hasta que llegó el frío industrial- Almería se cobijaba bajo un manto de verdes hojas de parra desde Vélez Rubio hasta Níjar. Y el Puerto era esa estampa mil veces vista en postales con los tinglados repletos de barriles que se cargaban en barcazas para conducirlos hasta el vientre de los vapores anclados en lontananza.
Así fue hasta que se acabó, hasta que llegó Europa con las subvenciones por arrancar las matas y surgieron los invernaderos como un nuevo imperio hitita.
Ayer un ciclón de cariño por ese estilo de vida, por esa uva domesticada por nuestros antepasados, recorrió la sala noble del viejo casino: Antonio Rubio Casanova, impulsor del proyecto de conservación de esta uva tan almeriense, habló con emoción contenida del valor de ese patrimonio que han ido consiguiendo recuperar a través de 69 variedades de uva que estaban casi extinguidas. Entonó Casanova un canto a ese estilo de vida tan almeriense, el de la producción de uva de mesa. Y recordó cómo bajo un parral, los almerienses antiguos amaron y sufrieron, pelearon y soñaron.
La Delegación del Gobierno de la Junta fue el marco ayer donde se desarrollo la XI Muestra de Variedades Históricas de Uva de Mesa de la provincia y el homenaje a los parrales que las han conservado.
Simón de Rojas El acto estuvo organizado por el Museo Provincial de la Uva del Barco de Terque, el Grupo Ecologista Mediterráneo, la Autoridad Portuario, el Ayuntamiento de Terque y la propia Junta de Andalucía.
Se consideran uvas históricas de la provincia aquellas que se han cultivado desde generaciones y que aparecen citadas en los documentos comerciales de exportación y por el botánico Simón de Rojas en su viaje por la provincia de 1807.
Iba Casanova, técnico agrícola de Tíjola, lanzando en la sala cubierta por frescos de angelitos cabalgando sobre nubes, el nombre esas variedades rescatadas por el trabajo paciente de veteranos jornaleros, uva legendario que llegó a conquistar los cinco continentes como la de Ohanes y otras más domésticas como la del Cuerno de Buey, Corazón de Cabrito, Durilla, de teta de negra, cascabelera, de mariana, molinera o Napoleón.
Solicitó ayuda de la Administración para poder hacerse con terreno y poder plantar estas variedades, que son un auténtico banco genético de cuyos sarmientos han distribuido ya 9.000 por toda España. La consejera, Carmen Ortiz, resaltó “el esfuerzo encomiable de los organizadores por evitar la desaparición de cultivos autóctonos como la uva, que tienen un gran valor como patrimonio genético e incluso cultural”.
Fueron homenajeados los parraleros Teodoro Cerezuela, de Beires, Miguel García, del Barranco de los Lobos de Sorbas, Francisco Hernández, de Fiñana, Miguel Carrión, de Cela (Lúcar), Dolores Sánchez, de Padules, y Alejando Mármol de Tíjola.
Trinidad Cabeo, presidenta del Puerto, y el alcalde de Terque, José Nicolás Ayala, enfatizaron también el esfuerzo de los organizadores y les alentaron para que este patrimonio de la uva de barco no caiga en el olvido.
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