El presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes (FENACORE), Andrés del Campo, recordó que la Política Agraria Común (PAC) cuesta dos euros a la semana a cada ciudadano europeo -el equivalente al coste de un kilo de manzanas-, por lo que no se puede concluir que estas ayudas salgan caras, máxime cuando permiten garantizar a los mercados internacionales el suministro de alimentos básicos a precios competitivos.
Del Campo –que intervino en la jornada organizada en Huesca por Riegos del Alto Aragón sobre políticas europeas y regadío con presencia también de la Ministra de Agricultura en funciones, Isabel García Tejerina- puso de manifiesto que pese a que en términos absolutos la PAC ronde los 55.000 millones de euros al año, ciertamente se está hablando de una cantidad modesta en relación al PIB comunitario, pues apenas representa el 0,3%.
Sin embargo, este pequeño porcentaje supone un gran apoyo para el sector agrario que, sin esta ayuda adicional, estaría condenado a su desaparición, ya que se ve obligado a vender sus productos en el mercado exterior por debajo de los costes de producción para facilitar a la población el acceso a alimentos de primera necesidad.
Dado que los productos agrarios se venden a precios de los años 90, pero se producen con costes del año 2016; la renta agrícola, comparada con la de otros sectores como el industrial o el servicios, representa sólo el 40%, de manera que la PAC contribuye a compensar esta brecha de ingresos y así paliar ligeramente las condiciones de precariedad del campo español.
Esta precariedad está convirtiendo el envejecimiento de la población en las zonas rurales en un problema crónico, tal y como lo demuestra el hecho de que los agricultores menores de 35 años tan sólo representen el 8% de los trabajadores del campo en toda Europa, mientras el grueso (el 54%) tiene una edad comprendida entre los 55 y los 65 años.
Europa, la huerta del mundo
Fenacore teme que la falta de rentabilidad de la agricultura pueda desembocar en el abandono de las explotaciones agrarias, en un momento en el que Europa debe convertirse en la huerta del mundo al disfrutar de tierras cultivables que pueden abastecer a los países menos desarrollados que, por el contrario, cuentan frecuentemente con tierras baldías; pues, según la FAO, hay que elevar la producción de alimentos en un 40% antes de 2030 y en un 70% antes de 2050 para atender la demanda de una población creciente, donde se contabilizan ya más de 800 millones de personas desnutridas.
Este aumento de la producción sólo será posible a través del regadío que, aunque sólo representa el 15% de la superficie agraria útil, aporta el 60% de la producción final, ya que produce hasta seis veces más que el secano. En este sentido, España se sitúa como referente internacional en capacidad de producir más con menos agua, al tener casi la mitad de su extensión regable (más del 49%) dotada con sistemas de riego localizado, considerado el más eficiente por su bajo consumo.
Ante esta coyuntura, Fenacore defendió la PAC como un marco necesario para garantizar la supervivencia de este sector clave en el ámbito internacional, pero también en el nacional, con una aportación al PIB de más del 2% y superior al 15% si se tiene en cuenta toda la industria agroalimentaria asociada.
Agua garantizada para poder regar
Pero los agricultores no sólo necesitan el apoyo económico para desarrollar su actividad de forma estable, sino también agua para poder regar, máxime en un país con sequía endémica como es nuestro caso. De esta forma, Del Campo recordó la necesidad de un escenario político estable y con visión largoplacista que impulse la ejecución sostenible de obras de regulación.
De hecho, la red de canales y embalses existentes en un territorio es un síntoma de su nivel de desarrollo, por lo que siguiendo este baremo Europa estaría todavía “en vías de”. Concretamente, si dejara de llover y la sociedad europea dependiera para su abastecimiento sólo de sus reservas actuales de agua, únicamente tendrían recursos garantizados para 72 días, frente a los 850 días de, por ejemplo, California.
Según el presidente de Fenacore, “aunque resulte una medida impopular entre determinados sectores, avanzar en estas infraestructuras ayudará además a frenar los efectos adversos el cambio climático, que intercalará a los periodos de sequía, lluvias torrenciales espaciadas en el tiempo. Así, estas obras evitan los daños producidos por las tormentas, a la vez que ayudan a tener agua garantizada en los periodos de escasez. Realmente, está demostrado que los efectos del cambio climático serán más graves en los países que menos reguladas tengan sus cuencas hidrográficas y esta es una situación que España y los países del entorno Mediterráneo tenemos en común”.
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