Francisco y Carmen, un matrimonio de Roquetas con dos hijos, han vuelto a nacer tras varios años de sentir en la nuca el aliento del Administrador Concursal, de no tener nada a su nombre, ni siquiera una cuenta en un banco. Ahora han puesto el contador a cero en su economía doméstica y ya pueden empezar de nuevo, ahora desde Ugíjar, donde tuvieron que trasladarse al quedarse sin casa.
Su caso es el primero en la provincia en el que un juez exonera de todas sus deudas a un matrimonio arruinado por la crisis económica con arreglo a la Ley de Segunda Oportunidad que entró en vigor en julio de 2015.
La historia de Francisco -la de tantos, por otra parte, al llegar la crisis de la construcción- es la de un aparejador de 43 años que inició su actividad profesional por cuenta ajena en 1998. En 2002, junto a un socio, viendo que el sector del ladrillo estaba en expansión, decidió constituir Vaypa del Parador S.L., una promotora con gran actividad en sus primeros años en la zona de Roquetas, El Ejido y El Marchal de Enix. También actuó como constructora de mediano tamaño haciendo obra residencial para otras promotoras en la zona de La Cañada de San Urbano, llegando a sumar hasta 80 trabajadores.
A partir de 2008 y 2009, sin embargo, empieza el naufragio casi generalizado en el sector: a Francisco, que es avalista personal junto a su esposa de la sociedad, empiezan a devolverle los promotores los pagarés y a éstos, a su vez, ya no les pagan sus clientes y compradores particulares porque tienen problemas con los créditos y tampoco Vaypa puede afrontar el pago a sus proveedores. El corolario es que poco a poco todo termina por ir yéndose al garete y Francisco y Carmen con una sustanciosa deuda que empiezan a reclamarle sus acreedores, principalmente tres entidades financieras por los créditos firmados con el aval de su propio patrimonio.
Fase de liquidación
Deciden, aconsejados por su abogado, entrar en concurso de acreedores y, al no plantear convenio, acceder a la fase de liquidación. La sociedad mercantil se extinguió con todos sus bienes liquidados, pero el calvario para la familia continuó como avalistas que eran de los créditos. “No teníamos experiencia, como otros empresarios que habían segregado su patrimonio personal del mercantil, y nos vimos en una vorágine en la que lo perdíamos todo”, explica aún afectado Francisco. El auto les permite liberarse de devolver un remante cercano al millón de euros a los bancos y a la Seguridad Social.
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