Como se ha venido apuntando casi desde los primeros compases de la campaña hortofrutícola era una utopía pensar en mantener los registros de la anterior. La 2016/2017 fue considerada excepcional y eso ha condicionado el balance de la que acaba de concluir, calificada por tanto de “aceptable”.
El consejero de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural, Rodrigo Sánchez Haro, destacaba el hecho de que ese ‘aceptable’ no debería ocultar que los datos permiten hablar de la segunda mejor campaña de la historia de la agricultura almeriense.
Sector estable
Para Rodrigo Sánchez es preciso poner de relieve ese hecho porque refleja básicamente que el sector hortofrutícola almeriense ha conseguido un alto grado de estabilidad en sus resultados que, si bien fluctúan en función de condicionantes externos, mantienen unos resultados anuales con escasas variaciones de un año para otro.
En cualquier caso, y en la comparativa con el ejercicio anterior, hay que hablar de un descenso del valor de comercialización de los diferentes productos que salen del campo almeriense del 15,4 por ciento, hasta los 2.830 millones de euros.
También la producción ha descendido, aunque en este caso muy ligeramente, al alcanzar las 3.602.523 toneladas, un 0,5 por ciento menos que las que se produjeron en la campaña pasada, según los datos recogidos por la Junta de Andalucía.
Ingresos
Los agricultores no se han librado de ese recorte en los resultados finales de la campaña: al cierre del ejercicio, y con los datos aún de carácter provisional, han percibido por sus productos 2.170 millones de euros, un 12,6 por ciento menos con respecto a la campaña anterior, y un 0,19 por ciento menos con respecto a la media de las tres últimas temporadas.
Esto supone que han perdido menos que las comercializadoras, que han visto constreñirse sus resultados un 2,47 por ciento respecto a la media registrada en los tres últimos ejercicios.
Caída de precios
El caso es que una de las razones de la pérdida de valor de la cosecha está en la pérdida de valor unitarios de las hortalizas; en este último ejercicio se ha pagado una media de 0,604 euros por kilo, ocho céntimos por debajo del año anterior. También en este caso el dato se consolida como el segundo mejor de la serie histórica, medida en este caso con el horizonte de diez años, desde la campaña 2008/2009, periodo con una cotización media de 0,581 céntimos, sólo superada en la 2016/2017.
El descenso de valor ha venido a coincidir con la mayor parte de los productos que soportan el mayor peso en la producción de la provincia; las mayores bajadas han correspondido a judía verde (-42,8%), lechuga (-27,4%), tomate (-14,2%), calabacín (-13,5%), pimiento (-11,6%), pepino (-11,1%) y berenjena (-8,5%), es decir el grueso de la producción almeriense.
Los que mejoran
En el lado positivo, es decir con aumento de los precios en origen, se sitúa el melón, con un 10 por ciento más que el año pasado, y el brócoli con un 0,4 por ciento de mejora. La sandía, que empezó su campaña con altos precios, finalmente se desplomó, aunque el balance final es menos negativo que el conjunto de los productos con un 2,3% menos que el año anterior.
Menos superficie
En conjunto han descendido casi todos los parámetros, siempre en referencia al año pasado; es el caso de la producción, que baja en 17.925 toneladas, quedándose no obstante por encima de los 3.6 millones de toneladas, o de la superficie de cultivo, que decrece en 777 hectáreas, hasta las 56.869, lo que supone un 1,3 por ciento menos, aunque la superficie invernada ha aumentado un 1,2% y se coloca ya en las 31.000 hectáreas.
Mercado exterior
En cuanto a la exportación los datos recogen septiembre-mayo, meses en los que aumenta el volumen de producto comercializado por Almería en el exterior. Ese aumento del volumen, por encima de los dos millones de toneladas no ha tenido un reflejo similar en cuanto a los ingresos, que alcanzaron los 2.047 millones de euros, un descenso del 4,5% respecto a la campaña anterior.
Sánchez Haro se acordó de los retos, y entre ellos aspectos esenciales para el futuro como la seguridad de los productos, la sostenibilidad del modelo, la modernización y, por supuesto, el agua y las infraestructuras y abrazar el modelo de economía circular.
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