Pertenecen a un tiempo que ya no es el suyo, esos habitáculos para llamar por teléfono que otrora fueron tan indispensables para cualquier Lópezvázquez y frente a los que se formaban colas como las del médico. La historia de las cabinas telefónicas es la historia de la gente de un país, de una provincia como Almería, la historia de jóvenes que se iban a estudiar a Granada y que salían de la pensión en zapatillas a hablar con la madre o con la novia, tras insertar una moneda de 25 pesetas; o la de aquellas mujeres de cualquier pueblo de la provincia que marcaban a alguna ciudad industrial de Cataluña para hablar a gritos con algún familiar emigrante. Porque, antes, la gente se creía que cuanto más lejos estaba el receptor de la llamada, más fuerte había que hablarle para que oyera bien, como cuando inexplicablemente se le hablaba a chillidos a los extranjeros.
Hace ahora 52 años que se instalaron estas primeras cabinas en la ciudad de Almería, que funcionaban con fichas y este año está previsto que desaparezcan para siempre, siendo pasto casi exclusivo de actos vandálicos, mientras hemos entrado en una dimensión en la que cuando uno ve a una persona hablando en una cabina, es como si se encontrara con alguien pidiendo Agua de Araoz en el Parrilla Pasaje. En la provincia, aunque no lo parezca, aún sobreviven como robinsonas 260 cabinas, según los datos proporcionados por Telefónica de España y de ellas, unas 75 están en la capital. Según las cifras provincializadas de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, en Almería, a finales de 2017, más del 70% de la población actual jamás ha utilizado nunca una cabina telefónica. Son como una reliquia de anticuario, como parte inservible del mobiliario urbano que pasa desapercibida, cuando hace solo ocho años había 1.080 cabinas.
El Gobierno había anunciado para este 1de enero de 2019 la aprobación de un decreto que acabaría con este artilugio del siglo XX, mediante la supresión de las cabinas como parte del Servicio Universal de Telecomunicaciones. Hay 18.000 en España y la CNMC entendía que no existen razones de mercado para seguir garantizando esta prestación que cuesta a Telefónica unos dos millones anuales en mantenimiento.
Sin embargo, el Consejo de Ministros del pasado 28 de diciembre acordó, de forma inesperada, prorrogar el servicio un año más “para realizar una revisión más completa del servicio”. En cualquier caso, las viejas cabinas tienen sus días contados y algunas ciudades ensayan para darle otros usos como minibibliotecas en Salamanca. En almería se ensayó con dos como puntos de información turística.
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