Suma un lustro cerrado este cotizado local ubicado en la parte alta del Paseo que albergó la célebre confitería capitalina La Dulce Alianza, casi haciendo esquina con la calle Concepción Arenal, con la Joyería Tous de por medio.
A finales de 2014 se produjo el traslado de la pastelería de allí a su emplazamiento actual, haciendo casi chaflán con la Puerta Purchena, en una local propiedad de Olivencia, donde estuvo la Cervecería Alcázar.
El local, propiedad de la familia Mateos Romero, herederos de los fundadores de la pastelería, fue puesto primero en arrendamiento sin que fuese ocupado por ningún negocio. Ahora, finalmente, el local sale a la venta por un precio de 1,1 millones de euros. El inmueble tiene una superficie de 400 metros cuadrados en uno de los entornos privilegiados de la hostelería y el comercio de la capital.
Esta operación de compraventa es una prueba más de la movilidad comercial del centro de la ciudad, donde hay muchos locales con el cartel de se vende, pero también hay otros que abren de nuevo sus puertas.
El negocio, que fue fundado por el granadino Miguel Mateos y que ha cumplido 125 años, se instaló primero en la antigua calle Sebastián Pérez (actual Concepción Arenal) y de allí se mudó, en esa misma calle, a un local más próximo al entonces Paseo del Príncipe, junto al célebre Café Suizo. Hasta que en 1922 dio el salto definitivo a la arteria principal de la ciudad de La Alcazaba, donde antes estuvo ubicada la Droguería Arco Iris. La Dulce Alianza es quizá el segundo establecimiento comercial más antiguo de la ciudad, tras el bazar de artículos de regalo El Valenciano, en la calle Las Tiendas, abierto por Vicente Iborra en 1870. El granadino tuvo que competir con la arraigada confitería La Sevillana que daba servicio a sus clientes en la Puerta Purchena desde 1866. En 1891 se acrecentó aún más la competencia con la apertura de la pastelería Once de Septiembre. La casa de los Mateos solo aceptaba para hacer sus merengues y dulces la harina candeal procedente de Burgos, un lujo en plena Posguerra. En la caja estaba María Segura y llegaron a trabajar una docena de empleados.
En 1979, los hermanos Mateos, descendientes del fundador, ya de avanzada edad, traspasaron el negocio a la familia Cano y a otros socios como Juan Rigaud, Luis el de Gladys y Manuel Sánchez, hasta que unos años más tarde, Cano lo asumió en solitario hasta ahora. Era una Almería en la que bullía la vida en las calles, con reatas de pavos a la venta por Navidad, barquilleros con su ruleta a cuestas, limpiabotas y niños con babero que soñaban con una perrilla de almendras en La Dulce Alianza.
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