Si preguntamos de forma general por el fenómeno de la emigración en nuestro país en la primera mitad del siglo pasado, las principales referencias nos llevarían a Centro y Latinoamérica (México, Argentina, Venezuela….) o bien a Europa (Alemania, Suiza….). Es lo que tenemos presente en el imaginario colectivo. Pero hay una historia olvidada, descuidada por la memoria, de miles de españoles que abandonaron sus pueblos y ciudades rumbo a Estados Unidos entre finales del siglo XIX y principios del XX. La mayoría, sin billete de vuelta.
La exposición “Emigrantes invisibles. Españoles en EE.UU. (1868-1945)”, que este pasado jueves se inauguró en el Espacio 2 del Museo de Arte de Almería, y que tiene también su extensión en el Museo Ibáñez de Olula del Río, resarce ese olvido, recuperando las historias de superación y de vida de andaluces que acabaron en Hawái, vascos que se instalaron en Idaho y Nevada, o gallegos, valencianos y asturianos que se repartieron entre New Jersey y Tampa, por citar algunos ejemplos.
Un impactante trabajo de investigación, de más de una década liderado por los investigadores Luis Argeo y James D. Fernández, en el que han rastreado los documentos fotográficos de los emigrantes españoles en Estados Unidos, para digitalizar más de 15.000 imágenes de archivos de descendientes, y volcarlos en este muestra que es un golpe de humanidad, sensibilidad y emprendimiento.
En este sentido, y formando parte de la Fundación Consejo España - EE.UU., impulsora del proyecto, desde Cosentino entendimos desde el primer momento que debíamos involucrarnos con esta exposición, y hacer todo lo posible para traerla a nuestra tierra. Porque nos sentimos, además, identificados plenamente con los valores de superación y búsqueda de prosperidad fuera de nuestro entorno que proyecta “Emigrantes invisibles”.
Como he tenido el honor de reflejar en el dossier desplegable que acompaña la muestra, nuestra propia historia familiar procede de la emigración. Nuestros ascendientes procedieron en gran medida del pueblo de Casseleto de Scalea, en el sur de Italia. Una historia particular que se remonta a inicios del siglo XIX cuando los primeros cosentinos, Francesco Cosentino y su mujer Lucrécia Túnez, mandan a España a su hijo Vicente Cosentino Túnez. Árbol que entronca con mis abuelos Eduardo y Eduarda, mi padre Francisco y mis tíos Eduardo y José.
A su vez, y como si de un círculo virtuoso se tratase, nuestra propia historia también ha sido la de la emigración. Saliendo a competir desde los inicios fuera de España, y asentándonos en Estados Unidos desde 1997. Una aventura osada que ahora se plasma en más de 1.500 empleados en el país, y una de las redes de distribución y comerciales más importantes de una empresa industrial española.
Y es que esos valores que citaba antes están, sin duda, en nuestra sangre almeriense. Territorio olvidado sin más salida en muchas ocasiones que la emigración, tal y como refleja esta inspiradora exposición. Para Cosentino es un enorme orgullo haber contribuido a que los almerienses puedan visitarla durante los próximos meses, para reconocer y recuperar la memoria de nuestros antepasados. Como en la vida, cerramos el círculo de aquellas vidas almerienses que buscaron un futuro mejor. Pasen, y recuerden la historia.
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