En el año 1963 ocurrieron dos efemérides importantes para el devenir del crecimiento económico y el progreso social de Almería, que marcaron un antes y un después en la historia contemporánea de esta provincia: la constitución definitiva de la Caja Rural Provincial de Almería y la construcción del primer invernadero, sistema de cultivo que contribuyó al decisivo avance y transformación del sector agro, sustentando el llamado “modelo Almería”. Estas dos efemérides tuvieron lugar en el mes de junio, hace ahora sesenta años.
La primera de ellas guarda relación con la hoy Cajamar Caja Rural, la entidad financiera almeriense que con el paso de los años se ha situado entre los diez grupos bancarios significativos de nuestro país por sus activos, red comercial y negocio gestionado. Hoy recordamos que el día 8 de junio de 1963 se celebró la asamblea general en la que quedó constituida definitivamente la Caja Rural Provincial de Almería, designada su Junta Rectora y elegidas las ternas de vocales del Consejo de Vigilancia, el órgano social encargado del control de las operaciones sociales y contables para informar, en su caso, a la Junta General y a las autoridades de la marcha de la sociedad.
Unos meses antes, el 25 de octubre de 1962, en la asamblea general extraordinaria celebrada por la Unión Territorial de Cooperativas (UTECO) de Almería, se había dado conformidad al proyecto de estatutos sociales y elegida una junta rectora provisional encargada de preparar y solicitar formalmente al Ministerio de Trabajo su aprobación e inscripción en el registro oficial de cooperativas, lo que finalmente dispuso con fecha 12 de marzo de 1963 siendo clasificada como cooperativa de crédito.
A partir de esa fecha, conforme al reglamento de la Ley de Cooperación, la sesión de constitución definitiva debía celebrarse en el plazo de tres meses y así tuvo lugar el 8 de junio. Aquel día, una mañana de sábado, se reunieron los presidentes de las 29 cooperativas agrícolas socias hasta ese momento de la Caja Rural Provincial de Almería para decidir los órganos de gobierno, representación y control de la entidad, siendo designados, conforme a lo previsto, las mismas personas que estaban en el consejo de la UTECO desde el mes de enero anterior. Es decir, presidente Jesús Durbán Remon, presidente de la UTECO y vocal de la cooperativa Horexa de Roquetas de Mar; secretario Juan del Águila Molina, secretario de la UTECO y de la Hermandad de Labradores y Ganaderos, y socio de la cooperativa San Isidro de Almería; tesorero Juan Esteban Coca, vocal de la cooperativa Santa Cruz de Canjáyar; vocal 1 Juan García Jiménez, presidente de la cooperativa San Isidro de Almería y de la Hermandad de Labradores y Ganaderos de Almería; y vocal 2 José Pérez Rodriguez, presidente de la cooperativa Virgen de los Dolores de Abla.
Otros protagonistas
Junto a ellos, otras personas desempeñaron un papel relevante para la creación de la caja rural almeriense. El más importante de todos fue Emilio Viciana Góngora, un médico y propietario agrícola, en aquel momento presidente de la Cámara Oficial Sindical Agraria y de la cooperativa citrícola de Rioja, y que unos años antes había sido delegado provincial de Sindicatos, y fundador y primer presidente de la UTECO de Almería, a la que incorporó como secretario a un joven abogado de 28 años llamado Juan del Águila Molina. Bajo su mandato, en 1959, la UTECO acordó la creación de una Caja Rural y tres años más tarde, en 1962, unos meses antes de presentar su renuncia por razones de salud, fue cuando se tomó la decisión de elaborar los estatutos sociales y celebrar la asamblea constituyente que dio inicio al proceso reglamentario de constitución. Durante los siguientes cinco años, hasta su fallecimiento en 1967, permaneció vinculado, apoyando la puesta en marcha y los primeros pasos de la Caja Rural, concebida como instrumento financiero al servicio de las cooperativas agrícolas. Un año antes de su muerte, Emilio Viciana asistió a la inauguración de la primera oficina de la Caja Rural aunque no le dio tiempo a conocer el alcance y la repercusión que, con el paso de los años, iba a adquirir aquella decisión que él mismo había ayudado a tomar y fomentado entre las cooperativas agrícolas.
Otra persona que se incorporó en aquellos días y junto a Jesús Durbán y Juan del Águila contribuyó a poner en marcha la entidad coincidiendo con la inauguración e inicio de actividad de su primera oficina, fue Emilio Esteban Hanza, que tres años más tarde, en 1966, también sería designado vocal del Consejo Rector y unos años después responsable de la Asesoría Jurídica de la entidad.
Con estos almerienses integrando sus primeros órganos de gobierno, así fue como en junio de 1963 quedó constituida y comenzó a funcionar la hoy Cajamar. Los primeros cinco años proporcionando servicio únicamente a las cooperativas agrícolas que la habían promovido, a partir de 1968 también a las personas asociadas a ellas, y posteriormente, cuando la legislación permitió que la actividad de las cajas rurales fuera igual a la de los demás bancos y cajas de ahorros, a todos los almerienses con independencia de su lugar de residencia y actividad profesional. Hace ahora sesenta años.
Apenas dos semanas después de haber quedado constituida la Caja Rural Provincial de Almería, los últimos días de junio de 1963, en la parcela 24 del Instituto Nacional de Colonización (INC) en Roquetas de Mar, comenzó a construirse el primer invernadero de Almería. Aquella era la parcela “piloto”, lo que hoy entendemos como “experimental”, en donde se ensayaban técnicas y cultivos antes de generalizar su siembra al resto de las tierras puestas en regadío.
La obra de Colonización había comenzado a partir de 1950, primero con la reordenación del territorio del llamado entonces “Campo de Dalías”, que abarcaba desde Aguadulce a Balerma, y seguidamente con la electrificación y perforación de pozos para aflorar agua con la que poner en regadío aquel espacio semidesértico y hasta entonces improductivo. A continuación con el abancalamiento, trazado y construcción de las infraestructuras necesarias: acequias, caminos, carreteras y finalmente los nuevos pueblos de colonización tanto en el Poniente como en el Levante almeriense: El Parador, Ampliación de Roquetas, Las Marinas, San Agustín, Camponuevo (hoy La Mojonera), El Solanillo, La Puebla de Vícar y Las Norias en el Campo de Dalías; Campohermoso, Atochares, San Isidro y Puebloblanco en el Campo de Níjar; San Francisco y San Isidro de Huércal-Overa, en los que pudieran vivir con dignidad las personas que allí trabajaban. Una actuación que se realizó con la gestión y supervisión de Juan Cuadrado Martínez, subjefe del INC e ingeniero responsable de obras.
En 1954 se realizó la primera selección de colonos a los que se entregaron lotes de tierra, aperos y enseres para sus cultivos, que inicialmente fueron de cebada, alfalfa, remolacha y algodón. Pero de inmediato se hizo evidente la dificultad de utilizar técnicas tradicionales en aquella zona debido a los problemas de salinidad que presentaba el agua aflorada en los pozos, que se sumaba a la ya excesiva salinidad del suelo. La solución que se encontró para superar esta situación es lo que daría lugar al “milagro del enarenado”.
El ingeniero agrónomo Manuel Mendizábal Villalba, jefe del Servicio Agronómico, había observado en 1945 a un agricultor en Balanegra mientras regaba con cántaros de agua un cultivo en arena, técnica que le dijo procedía de la zona de La Rábita y Albuñol, y que en 1955 empleaba ya también en Roquetas el agricultor Juan Sánchez Romera. La observación y estudio de estos casos, en los que se apreciaban unas plantas de judías frescas, lozanas y con gran vigor vegetativo donde antes se mostraban raquíticas y marchitas, en un terreno salino, es lo que llevó a Leandro Pérez de los Cobos, ingeniero jefe del INC en Almería, a tomar la decisión de cubrir con arena de playa las tierras de Colonización, después de hacer unas pruebas en las parcelas 24 y 74 de Francisco Fuentes Sánchez y Francisco López Fernández, en las que se plantaron judías, pimientos, tomates y pepinos que resultaron un éxito total por su buena calidad y el rendimiento económico que proporcionaban al adelantar su cosecha tres o cuatro meses, fuera de temporada, cuando no tenían ninguna competencia de otras zonas productoras. Así es como nació la técnica del enarenado, que dio un vuelco a la agricultura almeriense y cuyo uso comenzó a generalizarse desde Roquetas a todo el Campo de Dalías y, posteriormente, al Campo de Níjar y a la Vega de Almería.
En el año 1960, cuando se superaban ya las mil hectáreas enarenadas en la zona de regadío de Aguadulce, Roquetas de Mar y El Ejido, los agricultores comenzaron a asociarse en cooperativas y se incrementó el número de alhóndigas para la comercialización de sus producciones de judías, pimientos, tomates y pepinos. Sin embargo, pronto se hizo evidente la insuficiente protección de los cultivos contra los fuertes vientos que unas veces quemaban y otras derribaban las plantas, y las bajas temperaturas que, a veces, arrasaban las cosechas. De ahí que los ingenieros y peritos agrícolas del Instituto Nacional de Colonización comenzaran a experimentar con abrigos bajo plástico, acolchados y en túneles, sin que el resultado fuera inicialmente satisfactorio. Hasta que en el año 1963 el ingeniero Bernabé Aguilar tuvo la iniciativa de construir el primer invernadero en la parcela piloto 24, situada junto a la carretera que une El Parador y Roquetas, explotada por el colono Francisco Fuentes (conocido después como Paco “el Piloto”). Un ensayo que consistió en cubrir con plástico 500 m2 de terreno enarenado, divididos en cinco módulos. Uno de ellos se cubrió con un seto cortavientos, el segundo con una doble capa de plástico y los tres restantes con una capa simple. El resultado de aquel ensayo mostró que mientras una hectárea al aire libre proporcionaba 476 kilos de judías, las cubiertas con plástico sencillo alcanzaban 7.020 kilos y la cubierta con plástico doble se elevaba a 9.520 kilos… Este experimento es el que dio lugar al origen del actual modelo de agricultura de invernadero de Almería, a partir de una estructura de parral cubierta de plástico sobre una superficie enarenada.
Al año siguiente se construyeron cuatro invernaderos de ensayo más en La Algaida y Las Marinas de Roquetas de Mar, así como en Vícar y Camponuevo, para informar y demostrar a los parcelistas del INC las posibilidades de este nuevo tipo de cultivo, propagándose rápidamente la noticia de su éxito. Sin embargo, el elevado coste que debían asumir aquellos modestos agricultores para construir un invernadero motivó que no fuera hasta la década de los 70 cuando verdaderamente comenzara a extenderse por todo el campo de Roquetas de Mar y Campo de Dalías, y después por el Campo de Níjar. En ello jugó un papel determinante la Caja Rural Provincial de Almería, que a partir de 1969 había iniciado la apertura de sus primeras delegaciones/sucursales en Adra, El Ejido, Dalías, Balanegra, Roquetas de Mar y demás localidades de la provincia, tanto de zonas del interior vinculadas a los cultivos tradicionales de uva y naranja, como las de costa dedicadas a este incipiente sistema de cultivos enarenados bajo plástico, comenzando así a dar servicio financiero a los agricultores que necesitaban préstamos para poner sus invernaderos y dar el salto a esta nuevo sistema de cultivo.
Una actuación que la entonces Caja Rural Provincial de Almería, hoy Cajamar, inició de manera prudente y sostenida, pero que adquirió mayor intensidad cuatro años después a raíz de la gran actividad desplegada tras la gota fría que asoló buena parte de la provincia el 29 de octubre de 1973, provocando las mayores inundaciones de las que se tiene constancia, lo que conllevó un fuerte movimiento de población de los pueblos del interior hacia los nuevos cultivos agrícolas intensivos de la costa, tanto en el Poniente como en el Levante almeriense. Pero esa historia la contaremos otro día.
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