Ayer, la cadena de supermercados de matriz alemana Lidl, lanzó una oferta de pescado fresco -rape y gallineta- con un descuento del 30%. Así lo llevan haciendo -sin conseguirlo- los competidores de la española Mercadona desde hace años: bajar precios puntuales para neutralizar el paseo militar de Juan Roig en Almería y en el resto de España en el sector de los establecimientos de alimentación.
Tras los brutales resultados dados a conocer ayer por la compañía valenciana -los más opíparos de su historia con más de 1.000 millones de beneficio en 2023- la cuota de mercado entre los consumidores almerienses de Mercadona se acerca al 30%. En muy pocos segmentos de negocio -como no hablemos de las encimeras de Cantoria- un solo operador acapara tanto protagonismo como esta cadena que cuenta en Almería con 1.400 empleados y 40 tiendas y que comenzó su expansión en esta provincia a partir de los años 90: una espiral imbatible hasta ahora.
Mercadona fue fundada en 1977 por parte de los padres de su actual patrón, quien tomó las riendas cuatro años más tarde. Desde entonces, su expansión ha sido imparable hasta sumar ya una plantilla de más de 100.000 trabajadores en España y Portugal distribuidos en más de 1.600 tiendas. La cadena ha aumentado sus beneficios un 40% y sus ventas un 15%. “Ha sido un buen año”, dijo ayer Roig, como intentando aclarar que el hecho de que un empresario tenga beneficios no es pecado.
Pero cuál es el secreto de Mercadona para ser el primero de la clase; por qué triunfa tanto y siempre Juan Roig. La compañía lo atribuye, sobre todo, a la constante reinversión de beneficios (pero eso lo hacen también otras competidoras), al turismo y a que, en su jerga, llaman al cliente ‘el jefe’, el que manda. Pero debe haber algo más para que los almerienses, a pesar de las críticas por la subida de precios, acudan a sus mercadonas como si acudieran a Misa.
Quizá sea esa política de precios estables (las ofertas continuas a veces generan estrés); por el éxito de sus marcas blancas; porque las estanterías son más grandes, los lineales están más ordenados, los pasillos son más anchos, porque todo parece más limpio y luminoso, como una avenida californiana, porque hay gente que parece que acude a Mercadona a por una cabeza de ajo solo por saludar a la cajera o al vecino del quinto, como a pasar el rato como podría pasarlo en una plaza; porque en cualquier Mercadona se pueden ver todo tipo de comportamientos, porque se han convertido ya en una capilla sixtina de la sociología de esta ciudad y de esta provincia. Ya han puesto hasta sillas y mesas para que los clientes que compran allí mismo también puedan comer allí mismo los platos preparados que acaban de comprar. Solo falta la tele y el sofá.
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