Alhama homenajea al hombre que hizo que dejara de ser ‘la seca’ term solutio

Manuel Amate encontró agua cuando no había y presidió durante 50 años la Comunidad Los Decididos

Manuel Amate, Cristóbal Rodríguez y José Antonio Picón.e;clip:r
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Manuel León
22:04 • 18 may. 2014

Una tarde de finales de los 50, en el bar La Tertulia de Alhama, un grupo de jóvenes agricultores, mientras jugaban al dominó entre moscas pegajosas, miraban con el rabillo del ojo la subasta del agua. Se decía entonces que las parras de la vega alhameña se regaban con sangre, porque, casi, es lo que tenían que tributar los angustiados parraleros de esos pagos si querían humedecer sus fincas.




Esa tarde en la que se masticaba la indignación entre los veladores, la hora de agua de Fuente Nueva y El Olivillo se llegó a adjudicar por 1.600 pesetas, cuando el jornal entonces de un albañil era de 80 pesetas.
El brillo de rabia en los ojos de ese grupillo de amigos, esa tarde de mercadeo de tandas, fue la gasolina que puso en marcha a Los Decididos. 




Manuel Amate Rodríguez, junto a Juan Horta Martínez y Manuel López Pelayo, alumbraron la idea de buscar agua en el subsuelo y explicaron su proyecto a las familias del pueblo, casa por casa, en un villa, adjetivada  antiguamente como la Seca y que se estaba quedando deshabitada con sus hijos marchando a Cataluña y a Alemania por la falta de agua para recoger cosecha.




Asamblea en el cine Hicieron una asamblea en el Cine Nicasio y se constituyeron en sociedad civil en 1961. Comenzaron a perforar la Sierra de Gádor, primero en El Servalillo, entre carretillas, carburos y un compresor que compraron con el aval del exitoso industrial y paisano José Artés de Arcos.  Pero fracasaron.




Lo volvieron a intentar en el paraje de El Pito donde montaron una nueva sonda, y segundo fracaso. El pueblo se dio cita en las instalaciones del pozo pero resultó un chasco: aire y no agua manaba de su interior.
Había que ir cobrando los veinte duros de cuota para financiar los sondeos y llegaron las malas caras, las recriminaciones de unos pocos, como cuando Colón, después de dos meses seguía sin vislumbrar tierra.




Pero no se rindieron Los Decididos, comandados por su presidente Manolo Amate y por un joven José Antonio Picón que ya apuntaba maneras. Por fin encontraron agua, en la Cuesta de Juan Pascual, en el término municipal de Alicún, un venero que manaba de las entrañas de la tierra cincuenta litros por segundo.
Era de noche cuando afloró el torrente, pero no impidió que la sonda bautizada como La Deseada se convirtiera en un lugar de peregrinación como si se hubiera aparecido el mismísimo San Nicolás de Bari.




Agua por fin para Alhama la Seca y propiedad de todo el pueblo a través de más de 400 socos que habían pagado a riñón durante siete u ocho años, quitándoselo del plato de comida, sin saber si el agua llegaría alguna vez a sus campos maltrechos sin esa dorada uva del pretérito. No tardó el pueblo de Alicún en litigar por ese agua que consideraban que secaría sus pozos, pero la Justicia dio la razón a los emprendedores alhameños. Volvieron entonces los emigrantes de nuevo a Alhama, a recuperar los cultivos que abandonaron varias décadas atrás al disponer de algunas horas de riego. Se inició  una segunda edad dorada de los parraleros de Alhama, tras el recuerdo lejano de la uva de barco de sus abuelos.




Fin a las subastas Volvió la alegría a sus calles y el dinero a las cuentas corrientes, desaparecieron las indeseables subastas, más de sangre que de agua, en La Tertulia, y en los bares las botellas de vino corrían chirriadas. Empezaron a aparecer por el municipio los mandamases de entonces, gobernadores y secretarios provinciales, gente como Mena de la Cruz, Pérez Manzuco, Miguel Vizcaino.


Calle a su nombre Pero fue un hombre, Manolo Amate, el que se dejó el alma en este empe&n


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