Cuando ya comienza vislumbrarse el final de temporada para las producciones hortofrutícolas locales de Rusia, la pregunta que recorre los despachos de las empresas comercializadoras almerienses es simple ¿de dónde van a recibir los mercados rusos estos productos cuando el frío ponga fin a la campaña en ese país y en sus proveedores periféricos de climas análogos?
Esta pregunta, junto a otras de idéntica relevancia en relación con las consecuencias del veto ruso, admite diversas respuestas, todas ellas en clave de hipótesis. Unas hipótesis que parten de la base de que el mercado internacional de las frutas y hortalizas se ha convertido en una especie de puzzle en el que cada pieza encaja a la perfección.
Planificaciones de ciclos cada vez más rigurosas, especializaciones en tipologías y tamaños, selección de variedades para enfoques logísticos determinados y un largo etcétera que parece muy alejado de los reiterados anuncios con los que el Kremlin quiso dejar claro que podía prescindir de los alimentos europeos, especialmente los hortofrutícolas, y que esta carencia no iba a suponer ningún problema.
De todos los países que en un principio se citaron como proveedores de sustitución, la mayoría no tienen el potencial ni la diversidad adecuados, o, peor aún, están tan alejados en algunos casos que se enfrentan a costes de transporte muy difíciles de soportar en términos de competitividad. Los únicos candidatos serios son Turquía y Marruecos, prácticamente. Pero, ¿es posible cambiar las piezas del puzzle? ¿Pueden permitirse estos países el lujo de desplazar al mercado ruso parte de la producción que está concebida para otros destinos? La respuesta aún debe esperar.
Tensiones
Nadie en Almería se aventura a vaticinar un posible resultado de la situación que cabría esperar si el veto ruso se mantiene a lo largo de la campaña. Qué se van a producir tensiones, no cabe duda. Qué las tensiones por los excesos de oferta pueden desembocar en nuevos escenarios, también es seguro.
En unas recientes declaraciones, el viceministro ruso de Asuntos Exteriores, Alexéi Meshkov ha difundido a través de medios de comunicación oficiales que su país levantaría inmediatamente el embargo agroalimentario contra la Unión Europea y los demás impulsores de la sanciones contra Rusia si estos están dispuestos a suprimirlas. Esta noticia, ha querido verse, con todas las precauciones, como un amago de debilidad.
Sin echar las campanas al vuelo y conscientes de la complejidad del conflicto, algunos responsables del sector han querido ver en esta postura una vía hacia la solución. Bien sea porque la Unión Europea y los demás países firmantes de las sanciones contra Rusia parecen estar e condiciones de enfrentarse al embargo -al menos a nivel gubernamental-, bien sea porque el país está comenzando a registrar alzas en los precios de productos básicos, incluso antes de que llegue lo más crudo del calendario. De hecho, el experto en economía y director del Centro de Seguridad Mundial del Instituto de Economía y Relaciones Internacionales, Alexéi Arbátov ha afirmado recientemente que la decisión de vetar las importaciones agroalimentarias ha reducido considerablemente la oferta de alimentos en el mercado, confirmado anteriores informaciones que ya apuntaban un aumento de precios.
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