Cada año, cada década que pasa por el calendario, el tradicional sector pesquero almeriense pierde fuelle: hasta los años 50 y 60 la pesca contribuía con algo más del 70% al PIB provincial.
De las más de 300 embarcaciones de todo tipo de pesquerías en los cinco puertos (Almería, Carboneras, Garrucha, Roquetas y Adra) con más de millar largo de trabajadores, se ha pasado a un centenar de buques y unos 700 marineros.
Los problemas se le amontonan al viejo gremio de mareantes almerienses, que se sienten acosados por las distintas administraciones y no ven solidez en el relevo generacional. En el catálogo de agravios, el sector sitúa en primer lugar el notable aumento de inspecciones a bordo y en tierra, la vigilancia intensiva y las inversiones obligada para aumentar el control del barco.
En este sentido, José María Gallart, gerente de Asopesca, la asociación de armadores que gestiona la lonja de Almería, denuncia las inspecciones constantes a bordo de los barcos por parte de las patrulleras, “que arruinan jornadas de pesca, en un mes recibimos inspecciones de siete patrulleras de la Armada, a diario”.
Según Gallart” parece como que el Gobierno quisiera recuperar prestigio en Bruselas a costa de sanciones y multas, obligan a los barcos a perder una jornada de pesca por ir a renovar el botiquín”. Un centímetro de malla más pequeña en la red puede dar lugar a un sanción administrativa. Gaspar Jiménez, patrón mayor de Garrucha, coincide en que cada vez hay más controles a bordo y en puerto, “no nos dejan respirar”.
Cámaras de seguridad
En los puertos almerienses se han colocado cámara de seguridad para fiscalizar que no haya compraventas fuera de lonja. Regalar una bolsa de pescado del barco a un familiar o a un amigo puede ser motivo de sanción.
Los armadores garrucheros no han recibido aún ningún tipo de ayuda después de dos años limpiando los caladeros anegados por la riada de San Wenceslao de 2012. “Hemos sacado electrodomésticos, árboles enteros, hemos roto artes de pesca y el fondo aún es infranqueable, hemos perdido un gran caladero sin compensación”, asegura Jiménez. La pesca de coquina, una fuente de ingresos para los artesanales, sigue prohibida por sin que el gremio reciba explicaciones y los calamares de potera no se pueden pescar con luz, las sanciones se han endurecido en miles de euros.
Los palangreros de Carboneras siguen sin poder pescar la mayor parte del año por una parada obligatoria de atún y pez espada, “sin recibir a cambio ninguna compensación”, recuerda Simón Pérez, secretario de la Organización de Productores.
Diario de a bordo
La implantación obligada del Diario Electrónico de a bordo (DEA) está provocando la proliferación de sanciones en los puertos almerienses, sobre todo en el de Roquetas, según denuncian los armadores locales de traíña. A través de ese sistema deben enviar, a diario, mientras están aún a bordo , a fin de marea, las capturas del día y después que coincida en un 90% con el pesaje en la báscula de tierra.
Si se desvían un 10% reciben una sanción de hasta 5.000 euros. Eso provoca, según los armadores, que se esté más pendiente de la comunicación de datos a la Administración que de obtener capturas para hacer rentable la jornada y poder amortizar los costes del gasóil consumido.
También se ha obligado a las embarcación a instalar el Sistema de Identificación Automática (AIS) encendido de forma permanente. Consideran los patrones que este sistema duplica el ya establecido con la caja azul que porta cada barco en su interior.
Barrios marineros: de La Chanca al Piméntón, de Las Marinas a Los Cocones
El barrio almeriense de Pescadería y La Chanca, el Pimentón y el Malecón Alto de Garrucha, Los Cocones de Carboneras, el Patio Borracho de Villaricos, las 80 viviendas de Adra, Las Marinas de Roquetas: en el interior de esas casas encaladas, con palangres en el tranco y una jaula con colorín en la pared, viven aún viejos marineros que se embarcaban a la marrajera o al chambel en su juventud.
Todo eso está muriendo en esta provincia, en esta ciudad que celebra ahora su milenio, perdiendo cada vez más su tradicional aroma a salitre.
Los nuevos almerienses están echando a perder la querencia que tenían sus mayores a aproximarse a los barquitos amarrados, al llano donde estaba la Barraquilla, al faro, a las partidas de cartas del Tiburón.
Cuando se reclama que Almería debe vivir -como en los tiempos de la seda- de cara al mar, no debería significar solo tirar el edificio Trino abajo o adoquinar Las Almadrabillas. Debería ser también la conservación de un estilo de vida marengo del que solo queda un hálito de vida por esas calles antiguas de la Plaza Pavía hacia arriba, por esos arrabales que fueron un día el corazón de este, antes que nada, prontuario marino.
Cada vez llega más pescado de Vietnam o de mares egipcios o del Perú: se puede ver en las etiquetas de trazabilidad de los centros comerciales; cada vez hay menos barcos dispuestos a ir al boquerón o a la sardina autóctona, porque cada vez se lo ponen más difícil a los armadores, a los patrones, a los maquinistas, a marineros que cobran a la parte.
Jóvenes patrones
Cuenta Francisco Almansa, de CCOO, que el futuro puede estar en diversificar y en facilitar el relevo generacional. Algún paso se ha dado impartiendo por primera vez en Almería un curso de patrón portuario en el Parque Nicolás Salmerón donde asisten unos 15 jóvenes hijos de pescadores.
Algunos proyectos se han presentado también para una conservera, para instalar en la Bahía de Almería un barco turístico, para un pequeño centro de Interpretación. “Hay futuro, si el gremio se empeña en que lo haya”, sentencia Francisco Almansa.
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