La procesión extraordinaria al puerto de 1855

Juan F. Escámez
02:28 • 24 ago. 2018

1855 fue un año aciago para Almería por la epidemia de cólera que asoló de forma generalizada el territorio español. El cólera era una enfermedad que producía constantes vómitos que desembocaba, debido a la carencia de tratamiento paliativo, en una muerte por deshidratación.



El puerto de Almería, lugar de llegada y salida de productos constante, era uno de los puntos más propensos a recepcionar cargamento o personal con enfermedades. Cada navío que realizaba las labores comerciales entre los diferentes puertos, solía disponer de documentos que asegurar la salubridad del cargamento y del personal redactados en el momento de partir del puerto de salida, pero en barcos de dudosa procedencia o sospechosos de estar afectados por alguna enfermedad entre sus tripulantes, se procedía a guardar cuarentena para sopesar el riesgo de contagio.



Por ello, los trabajadores del puerto de Almería, en este año de penurias provocado por el cólera, fueron los trabajadores con más riesgo a la exposición de la enfermedad.



La devoción a la Patrona de los trabajadores del mar



El 20 de noviembre de 1855, cuando se estaba acabando este año pleno de infortunios para la ciudad, los trabajadores del puerto de Almería, solicitan a través de Manuel Arias, encargado de las obras del muelle, la realización de una "fervorosa misa y procesión de la Patrona hasta el puerto, en justo tributo de habernos librado de la calamidad que por algunos meses ha afligido la población" para el día 25 de noviembre.



En este sentido, la corporación municipal de la ciudad no pondrá ningún impedimento a la realización de la misma, exhortando el deseo de la misma a "acrecentar la devoción y respeto que se merece tan augusta Señora" y traslada la solicitud los religiosos dominicos y al cabildo catedralicio "según antiguas prácticas y costumbres".



El itinerario propuesto



En el escrito del Cabildo civil, se propone un itinerario insólito para la solemne procesión:


Tras la salida del templo de Santo Domingo a las 16.30 horas de la tarde del domingo 25 de noviembre, la imagen discurría por la calle Gravina hasta la calle Real, por la que descendería hasta cruzar la Puerta del Mar.


Una vez la imagen en la zona de extramuros, cabe recordar que la ciudad mantenía de forma generalizada su cerco amurallado, recorrería el Malecón, hoy Parque Nicolás Salmerón hasta el puerto, que se encontraba en las inmediaciones de la iglesia de San Roque.


En su regreso, la Virgen atravesaría la Puerta del Socorro, antigua puerta de entrada a la ciudad desde el barrio árabe de al-Hawd, discurriendo por la calle Cuartel, Real de la Almedina, plazas del Granero y de la Catedral, Cid (hoy Eduardo Pérez), Real y regreso a la iglesia dominica.


El Cabildo catedralicio, junto a los Padres Dominicos, aprueban todos los permisos para la celebración de la procesión tras las penas ocasionadas por el cólera, esperando que la imagen de la Virgen del Mar, siga protegiendo a todos los almerienses.


Es importante destacar que en este mismo año, la reina Isabel II concede el permiso a la ciudad de derribar las murallas que mantenían el casco histórico encerrado en calles estrechas y angulosas, para abrirse a un nuevo urbanismo de paseos y áreas de recreo. Así pues, la imagen de la Patrona cruzando las viejas puertas de la ciudad nunca más se volverá a repetir.


Al final, la lluvia suspendió la  procesión

A pesar del gran fervor expuesto y de las inmejorables condiciones ofrecidas por los distintos cabildos, religioso y civil, para la celebración de este emotivo acto de acción de gracias a la Patrona almeriense, nadie contaba con las inclemencias del tiempo que se avecinaba.


Según los documentos consultados, las fuertes y prolongadas lluvias del día 24 de noviembre dejaron una ciudad embarrizada e incapaz de realizar la procesión según lo previsto, y que para mayor desazón, el domingo 25, día de extraordinaria procesión, no cesaron las lluvias.

Por este motivo, el Cabildo catedralicio tuvo que suspender la realización de la misma sin proponer una nueva fecha para misma.


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