Hay quienes describen el sabor que les deja la Feria de Almería con el aroma del pincho moruno, el algodón de azúcar, el gofre o el vino dulce de los Maños. Pero este año, la Feria nos decía adiós con un nuevo sabor. Era el de la libertad. Esa que sentimos la primera vez que nos dejan salir de fiesta con los amigos o ir a un concierto sin la supervisión de un adulto. Pero también esa que sienten los niños cuando eligen la atracción a la que desean subir.
La última noche causaba sensación en todos aquellos que han tenido la oportunidad de experimentar algunas de estas licencias y, cómo no, de degustar algunos de los productos típicos de Feria, entre los que también se hallan las papas asadas rellenas, el chocolate con churros, el coco troceado y los buñuelos.
Antes del inicio de la Semana Grande, el Ayuntamiento confirmaba la ampliación de los puestos de restauración y no se equivocaba. Las casetas tradicionales y los diversos puestos de comida del recinto ferial hacían el agosto en una de las veladas más multitudinarias que se recuerdan. Los establecimientos de fiesta se volvían a llenar de jóvenes ansiosos de libertad y con un sinfín de proyectos de futuro y sueños por cumplir.
A nivel musical, la cita de Operación Triunfo en el Recinto de Conciertos fue la gran estrella de la noche del sábado. Sin embargo, el punto final de la Feria lo ponía la gran traca, que iluminó a la ciudad a medianoche anunciando el fin del jolgorio, que ha atraído a almerienses de toda la provincia y visitantes durante nueve días. Pero todavía quedaba noche para disfrutar de las atracciones, bailar hasta el amanecer y degustar el último dulce de la Feria para quitarnos de encima la sensación agridulce que nos queda al ver que, después de las fiestas, la vuelta al cole y al trabajo se aproximan.
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