La creación de una nueva provincia en el sector oriental de la antigua provincia y reino de Granada provocó un intenso debate tanto en torno a su delimitación territorial como, sobre todo, en la determinación del municipio que debería ostentar la capitalidad de la nueva jurisdicción administrativa.
El debate quedó decidido durante el Trienio Liberal (1820-1823), cuando las Cortes, depositarias en exclusiva de la soberanía nacional, debatieron y decidieron la nueva configuración del territorio español dividido en 49 provincias.
Aunque en el año 1823, con la restauración del absolutismo, quedó suprimida esta nueva organización, cuando once años después el decreto del ministro de Fomento, Javier de Burgos, de noviembre de 1833, definitivamente apruebe la división del territorio español que todavía subsiste, su contenido vino a confirmar mayoritariamente lo que se decidió en las Cortes liberales en 1822, con algunas pequeñas modificaciones (en el caso de la provincia almeriense, con el añadido del municipio de Adra).
Lo sustancial ocurrió, pues, en el seno del Congreso Nacional entre febrero de 1821 y enero de 1822 y durante su singladura parlamentaria, la cuestión de la nueva provincia en el Oriente de Granada, alimentó un fuerte debate tanto dentro como fuera del parlamento.
El asunto no comenzó nada bien para las aspiraciones de capitalidad de la ciudad de Almería. El dictamen técnico con el que empezó la discusión parlamentaria proponía y dibujaba una nueva provincia con capital en la ciudad de Baza.
Muy pronto, desde los escaños de las Cortes se opondría a esta pretensión el diputado Francisco Torre-Marín (futuro conde de Torre-Marín), miembro de una influyente familia con propiedades en Almería y en el alto Almanzora, que va a ser el principal adalid de las aspiraciones almerienses.
Fuera de las Cortes, aprovechando la libertad de prensa e imprenta que había alumbrado el sistema apoyado en la Constitución de Cádiz de 1812, los partidarios de una y otra ciudad publicarían folletos y artículos en los periódicos madrileños que florecieron en aquellos años de fugaz apertura. Francisco Torre-Marín se enfrentó en este terreno extraparlamentario a un canónigo de Baza llamado Pedro Álvarez Gutiérrez.
Resultó también muy decisiva la intervención de Javier de Burgos, que once años antes de ser ministro, era el director y propietario de sendas cabeceras de la prensa madrileña (“Miscelánea” y “El Imparcial”) desde donde publicó a lo largo del año 1821 una serie de artículos apoyando las pretensiones de la ciudad costera.
Su pasado como subprefecto afrancesado en la ciudad de Almería en plena guerra de la Independencia, fue determinante en la toma de posición proalmeriense del motrileño.
Confrontación
Los términos del debate fueron muy interesantes y en el mismo se confrontaban los argumentos con un cierto aroma fisiócrata sostenidos por los defensores de Baza, insistiendo en su mayor riqueza agropecuaria, con los que presentaban los defensores de la ciudad litoral: una pujante plaza marítima propulsada por la libre explotación de las minas de plomo de Sierra de Gádor (otro fruto también del liberalismo) y el fortalecimiento del comercio internacional.
La decisión del Parlamento viró en favor de Almería en junio de 1821. Las razones que finalmente avalaron la pretensión de la actual capital se basaron en su carácter de puerto de mar, en su condición de sede de la silla episcopal y en la mayor población que ya entonces comenzaba a situarse en el litoral.
La capitalidad en la ciudad marítima y la denominación de la nueva provincia como “provincia de Almería”, llevaría consigo además un cambio sustancial en los límites que habían propuesto inicialmente los técnicos Bauzá y Larramendi: el territorio del altiplano de Baza y Huéscar permanecería finalmente dentro de la provincia central de Granada, desgajándose de la nueva provincia oriental.
Estos son los hechos, presentados de una manera muy estilizada. Sin embargo, desde comienzos del siglo XX una larga lista de historiadores y cronistas han insistido en que la creación de la provincia de Almería se debió a la actuación primordial del conde Ofalia (que sería ministro de Fomento antes que Javier de Burgos en 1833).
Tanto sería el reconocimiento a este importante diplomático con fuertes relaciones con Almería, que Narciso Heredia Begines de los Ríos es de los pocos personajes históricos que tiene dos calles dedicadas a su memoria en nuestra ciudad; tal vez como agradecimiento a su supuesta benemérita intervención: la calle conde Ofalia (título del que era consorte) y la calle marqués de Heredia.
Los verdaderos artífices Sin embargo, los verdaderos artífices, Javier de Burgos (más que en su condición de ministro en 1833, en su papel de columnista influyente en 1821) y, sobre todo, Francisco Torre-Marín, no han tenido un reconocimiento parejo. Particularmente resulta palmario el olvido del diputado Torre-Marín. Su cuñado el conde Ofalia (resulta que Torre-Marín estaba casado precisamente con una hermana de Narciso Heredia Begines de los Ríos) se llevaría, un siglo después de ocurridos los hechos y seguramente de manera involuntaria, todo el reconocimiento de una ciudad que se vería impulsada de manera trascendental en su desarrollo por aquella decisión adoptada en medio de un agrio debate en 1821.
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