Para analizar la situación demográfica que vivía la Almería Moderna, debemos de alejarnos de la idea de urbe que tenemos en el siglo XXI, con una cifra que alcanza los 200.000 habitantes. Hace tres siglos, la población almeriense contaba con 8.448 personas en 1752 según el catastro del marqués de la Ensenada, llegando hasta los 14.758 almerienses según el censo de Floridablanca a finales del siglo XVIII. Y es que el recinto interior amurallado no solo estaba formado por un complejo entramado de callejuelas y casas, sino que a esto hay que añadirle las extensiones de baldío y huertas que abastecían a iglesias y conventos.
Huertas que se incrementaban en terrenos de extramuros a Levante y en el barrio de la Almedina. Esta situación provocaba el distanciamiento entre la alcazaba y la ciudad, entre el mundo militar y el civil-religioso, circunstancia que se acentuará con el paso de las décadas del siglo XIX, llegando a un olvido tan acusado que desencadenó en el intento, por parte del Ayuntamiento, de derribar el vetusto castillo para ser urbanizado.
Más allá de los límites de la antigua Musalla, en los extremos occidental y oriental de esa ciudad conventual, las parroquias de San Juan y San Sebastián. Esta última, con una actividad cofrade muy activa a lo largo de la historia de nuestra ciudad.
San Juan
La vieja mezquita aljama se convirtió en catedral diocesana a través del decreto firmado el 21 de mayo de 1492 en la Alhambra de Granada. Tras el traslado del culto a la nueva catedral de Villalán en 1551, el templo se dispuso como parroquia de San Juan hasta 1686 que por la escasez de población en la Almedina, se establece como ermita, extinguiendo la parroquia. Se debió esperar hasta finales del siglo XX (1979) para la rehabilitación del templo, que hizo factible la recuperación del título parroquial. Esta condición, no obstante, no impedirá que este templo acoja las cofradías del Patrocinio y San José, según consta en el informe del escribano Díaz del Corral a finales del siglo XVIII.
San Sebastián
Tras las Capitulaciones, una primitiva ermita va a ocupar el solar que anteriormente ocupaba un ribat musulmán en la anchura que delimitaba los caminos de Granada y Murcia. En 1505 se instala allí la orden de los Trinitarios con el mandato de los Reyes Católicos de levantar un convento. Los continuos ataques berberiscos provocan que la orden se instale en el interior de la ciudad, dejando el templo abandonado. Habrá que esperar hasta 1673 para que se erigiera la parroquia de ‘San Sebastián de las Güertas’ ordenando, a su vez, la construcción de un nuevo templo que se concluiría en 1679 por un montante de 11.000 ducados, 3.000 de los cuales invertidos en la ornamentación.
La jurisdicción de la parroquia es destacable por la amplísima extensión que dispuso, abarcando -según el censo de Godoy de 1797- los barrios de las Cruces, de las Huertas, del Grillo, de la Puerta del Sol, de la Playa (en el que se incluía La Chanca), el Barrio Alto, el de la Vega hasta El Alquián y su rambla, las cortijadas del Campo de Gata y Archidona, la Boca y el Pozo de los Frailes, Mónsul, Genoveses y San José.
En todo este espacio se contabilizaban 1.305 casas útiles, cinco escuelas y tres ermitas: la de Belén( en las inmediaciones de la plaza de toros actual), la de Santa Rita y El Alquián.
Ventura Rodríguez va a proyectar la fachada principal del templo de estilo neoclásico, siendo la obra dirigida por Eusebio Valdés, como así lo hiciera en la iglesia de Gádor o con las obras de la catedral. Una obra que debía ejecutarse con dos torres campanarios y que hoy aparece inconclusa, con una sola torre. En esta parroquia de San Sebastián se tiene constancia de la erección de las cofradías de Benditas Ánimas y de Nuestra Señora del Carmen.
Las procesiones de extramuros
Las fuentes consultadas nos narran la tradicional procesión del Cabildo Catedralicio en los días de San Marcos y San Sebastián hasta la ermita de este último durante el siglo XVII. En 1632, el mayordomo de la ermita va a solicitar a la corporación municipal que costee los adornos del templo debido al estado de abandono que sufría así como la campana, que anteriormente se habían llevado al hospital.
En el año 1651, la procesión culminó en el templo de Santiago. Hecho este que ocasionó cierto revuelo, provocando la intervención del obispo diocesano incidiendo en la vuelta hasta la ermita de San Sebastián como se hacía desde antaño.
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