Cerrad los ojos, tomad conciencia: ¡Es Martes Santo! Vamos a crear esa atmósfera tan especial propia de este momento y disfrutemos. Somos la Cofradía del Amor, somos el Amor.
Si don Manuel Cuadrado, el párroco de San Sebastián, comienza con estas palabras su exhortación al cortejo de la Cofradía del Amor justo antes de que salga a realizar Estación de Penitencia, lo lógico es venirse arriba. Pero si, además, le sumas que la hermandad está de aniversario y que, por las setenta y cinco primaveras que cumple, tú vienes ya motivado de casa, entonces lo más probable es que, al escucharle, se te termine por escapar un “Viva la madre que te parió”. Y totalmente permitido, oiga, que estamos de celebración.
Estoy convencido de que, si cualquier ateo se entretuviera en sustituir la palabra “Dios” por la palabra “amor” en cada uno de los textos que no aprecia, terminaría creyendo. Si parto de la base de que todos queremos ser buenos y actuamos desde la bondad, porque dudo mucho que nadie quiera ser un bicho malo (aunque luego termine siéndolo), todos entenderíamos que el amor es quien nos inspira de diferentes maneras. Y el cristianismo: la religión, sus mandamientos, su testimonio, es un infinito compendio de acciones generadas por amor que animan a practicarlo.
Así que si Almería tiene un Cristo, con el nombre del Amor y que cumple setenta y cinco años, díganme ustedes si no es como para celebrarlo.
La procesión de este Martes Santo del Amor ha sido una fiesta. Los cofrades han ido a hacer Estación de Penitencia más anchos que panchos. Se puede, os prometo que se puede. Es totalmente compatible realizar un sacrificio y hacerlo con unas ganas locas y con la mejor de las sonrisas. Eso, precisamente, dicen que es el Amor, ¿no?
Así salió el cortejo a la calle: pleno, eufórico, feliz. Ojalá tuviera espacio suficiente para enumerar todos y cada uno de los nombres que este Martes Santo han sonreído de una manera especial. No, no fueron solamente los muchísimos penitentes, ni los niños de la guardería, ni las cuadrillas de los dos pasos de la hermandad, o las cuarenta mantillas más la presidencia... No fueron solamente los acólitos, los equipos de capataces y auxiliares, el equipo de ayuda externa, los familiares, las monjas de La Milagrosa, los músicos de Santa Cruz y Santa Cecilia o los cofrades que no han vestido este año la túnica. Fueron muchos más. Fueron también los cofrades del pasado y los del futuro. Han sonreído hasta quienes aún no saben que serán hermanos del Amor y los que, desde el cielo, se siguen colgando la medalla o cogiendo un walkie. Este Martes Santo ha sonreído Dios, porque Dios está en todos nosotros. Y, si no me creen, hagan como el ateo, cambien esa palabra y sustitúyanla por Amor: que el Amor siempre sonríe.
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