Calor macareno en la fría tarde del Miércoles Santo

La primera de las dos Esperanzas almerienses salió antes de las 19.30 horas a la calle

Miércoles Santo: Macarena
Miércoles Santo: Macarena

Néstor Cánovas

Álvaro Hernández
22:35 • 17 abr. 2019

Al llegar a Almería, la Macarena tuvo que refugiarse en un hogar del barrio de la Plaza de Toros antes de hacerse un hueco en el corazón de la iglesia de San Ildefonso.



Y la Macarena no olvida: cada Semana Santa, sale de su casa para darle gracias al barrio que la acogió cuando más lo necesitaba.



Pero a la Macarena ya se le queda pequeño el barrio, como se le quedó pequeño el lunes, como se le va quedando pequeña la iglesia para que la hermandad organice su cortejo. Y va hasta la Catedral, tal y como recordaba el consiliario de la Agrupación y alma eclesiástica de esta hermandad, José María Sánchez, diez minutos antes de que se abrieran las puertas del templo: el primer templo de la diócesis, y nada más, es la meta principal de la estación de penitencia que arrancaba un minuto antes de las siete menos cuarto de la tarde del Miércoles Santo.






Ella, en el interior de San Ildefonso, escuchaba atenta lo que le susurraba al oído izquierdo el Cristo del Perdón, mientras los nervios se apoderaban de toda una hermandad que notó, mientras retumbaban los cristales de la parroquia, que sus bandas ya esperaban en la calle.



También esperaban, como cada año, una multitud de almerienses en la calle Nuestra Señora de las Mercedes, lugar tan cotizado como lo era la calle Cruces cuando la Macarena volvía a casa por ella. 



Ahora no: el cortejo sube hasta la Plaza de Toros, baja la Avenida Vílches (con algo menos de público del habitual, algo lógico teniendo en cuenta la rara tarde en lo climatológico y lo complejo que es ahora el Miércoles Santo para todo el que no quiera perderse un paso en la calle) y entra a Cruces por Quintana, en busca del centro de la ciudad.



Un hombre sereno

Mi amigo Víctor Pérez Castro definió al hermano mayor de la Macarena, hace ya un tiempo, como “un hombre sereno”. Y qué razón tiene.


Francisco Javier Giménez López, ‘el Latas’, no sabe qué son los nervios antes de que las puertas de San Ildefonso. Dijo que sí, que nunca se perdía “ese nervio”, pero lo disimula bien. Y poner en la calle a esa hermandad, con sus más de 90 nazarenos (más sección infantil, 40 mantillas y la amplísima representación del Cuerpo Nacional de Policía que acompaña a los macarenos) y sus dos pasos quitaría el sueño a más de uno. Pero al Latas ya no.




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