Ordeno que una Compañía de Batallón se guarde desde la siete de la mañana del 24 de agosto, a las puertas de la iglesia de San Juan, para las traslación de los restos de todas las víctimas hasta la Catedral. Y a las diecisiete horas se trasladen al Cenotafio construido para tal acto los restos de los Mártires de la Libertad”. Con este bando del Ayuntamiento del 22 de agosto de 1837 daba comienzo a los actos de homenajes a los 23 hombres que fueron fusilados bajo el reinado de Fernando VII en la expedición revolucionaria que ocurrió en Almería durante el mes de agosto de 1824.
Reinado de Fernando VII
Fernando VII, rey absolutista, había vuelto del exilio autoimpuesto tras la Guerra de Independencia contra los franceses. Al volver a España en 1814 acabó con las reformas constitucionales de la Constitución de 1812 y asumió un mandato absolutista que le había enfrentado a los liberales. En 1820, durante una insurrección de parte de las tropas acuarteladas, dirigidas por Rafael de Riego, que debían dirigirse hacia América a sofocar las distintas rebeliones que había sufrido la Corona española, el rey, ante el miedo de que la insurrección fuera a más, acepta acatar el régimen constitucional donde se limitaba los poderes del monarca y devolvía la soberanía de la Nación al común del pueblo. Este periodo, que abarca desde 1820 a 1823, es conocido como “Trienio Liberal”, durante el cual Fernando VII no paró de conspirar para acabar con él. Finalmente lo consigue tras necesitar la ayuda del rey francés Luis XVI y sus “100.000 de San Luis”, que consiguen devolver el poder absoluto al monarca español. Los liberales tomaron el camino del exilio hacia Gran Bretaña y Francia al tiempo que ya buscaban opciones para retomar el poder mediante expediciones revolucionarias.
La expedición de Los Coloraos
La base de aquellas operaciones revolucionarias era Gibraltar, desde donde se lanzaron pequeños batallones hacia Cádiz, Málaga y Almería. La expedición que se dirigía hacia Almería estaba comandada por el Coronel Pablo Iglesias y la componían al menos 24 personas, entre ellas dos irlandeses y un francés, a bordo del barco de matrícula inglesa “Federico”. La madrugada del 13 al 14 de agosto la expedición de “Los Coloraos” pisa tierra en la playa (algunas crónicas afirman que cerca de la de boca del río) con la intención de levantar a las tropas contra el rey. La realidad fue mucho más cruda: las tropas realistas, alertadas de las demás expediciones en Cádiz y Málaga (con Torrijos al frente) esperan y vigilan las costas cercanas a la capital en espera a los revolucionarios. El enfrentamiento entre ambos no se hace esperar y en la misma playa se producen las primeras bajas, todas de miembros de la expedición. Otros integrantes, entre ellos Pablo Iglesias, logran escapar durante unos pocos días hasta las faldas de Sierra Alhamilla pero serán apresados rápidamente ante la debilidad de sus fuerzas y los escasos recursos de los que disponían. Llevados al Cuartel, fueron detenidos y fusilados, sin juicio previo, arrodillados y con los ojos vendados, el 24 de agosto de 1824.
Mártires de la Libertad
Fernando VII fallece en 1833 y asciende al trono su hija Isabel II, todavía niña, y de cuya regencia se ocupa su madre María Cristina. Una año después de sanciona la Constitución de 1834 y se establece en España de nuevo una monarquía constitucional. Sería en 1837 cuando el Ayuntamiento de Almería manda homenajear a los llamados “Mártires de la Libertad” y ordena el traslado de los restos hasta el Cenotafio conmemorativo que se va a levantar. El proceso se inicia tras varias peticiones populares. El alcalde, Joaquín Vilches y Baeza, de quien se afirma que fue uno de los auspiciadores locales de la expedición, manda una orden para “la traslación de las cenizas de los Mártires y para que se haga con la mayor pompa y ostentación posible”. Durante los meses de julio y agosto se aceleran los trámites con la Iglesia y demás poderes políticos para el levantamiento del primigenio Cenotafio, obra de Juan Prats, y situado en el desaparecido cementerio de Belén. Los restos mortales de los 23 expedicionarios fusilados fueron enterrados en el cementerio, también desaparecido, de la ermita de San Juan, dando fe el cura-teniente de la parroquia del Sagrario, Francisco Terrones, según las partidas de defunción que había dejado escrito en 1824 Vicente García, monje gerónimo y cura-teniente de San Juan. Para la organización del traslado y actos conmemorativos, el Consistorio comanda a los regidores Ramón y Algarra “que a la mayor brevedad posible que consigne un presupuesto y un programa para la traslación y actos de homenaje a los Mártires de la Libertad, que fueron sacrificados por los satélites del Despotismo en esta ciudad el 24 de agosto de 1824”. Los gastos de la exhumación y traslado tuvieron un gasto de 3000 maravedíes. El Cabildo eclesiástico facilitó la apertura de las puertas del cementerio y de las zanjas donde se encontraban los restos para “su purificación al aire libre”. El Ayuntamiento encargó al Juan Prats la realización del Cenotafio así como de la placa en la que debía inscribirse los nombres de las víctimas. Finalmente, el 24 de agosto de 1837, 13 años después de ser fusilados, los restos mortales, cenizas ya, fueron trasladados en una carroza tirada por “seis caballos enlutados con plumeros negros” hasta la espalda del Cenotafio. Durante la comitiva, las campanas de todas las iglesias de Almería replicaron tras la orden del Cabildo eclesiástico.
Mártires con identidad
En 1841, a petición de Diego de Buti, se corrige un error en la inscripción de la placa donde aparecen los nombres de los Mártires de la Libertad. Gracias a esa petición conocemos qué nombres tenían: Juan Lucg, Antonio Guerrero y Gallardo, Bernardino Bustamante, José de Moxas, Francisco de Moxas, Luis Buste, Ramón Manzano, Francisco Palán, Tomás Mesa, Benigno Morales, Carlos Hoyo y Miel, Guillermo Gusty, Miguel Ximénez, Evaristo Fernández, Ángel Garay, Nicolás González, José López, Juan González, Francisco González, Juan Pérez Valverde, Jorge Navarrete, Juan Bautista Puche y José Rodríguez. El coronel Pablo Iglesias fue trasladado a Madrid y fusilado al poco tiempo. Los restos de aquellos luchadores por la libertad permanecieron en el Cenotafio hasta su traslado al primer “pingurucho” en Puerta Purchena.
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