El homenaje a los Mártires de la Libertad se fue convirtiendo en una tradición de corte liberal en la ciudad de Almería. Todos los años, desde la construcción del Cenotafio en 1837, se convocaba a los ciudadanos mediante bandos municipales, se hacían suscripciones populares, y desde 1841, se propuso la entrega de una condecoración cívica a distinguidas personalidades de la ciudad. A todo ello se le unía los actos religiosos y el cante de pequeñas coplillas en homenaje a los fusilados del 24 de agosto de 1824 en el Reducto, como bien me apunta Antonio Sevillano.
El primer traslado: Puerta Purchena
Estos homenajes se hacían frente al Cenotafio levantado por Juan Prats en el extinto cementerio de Belén, situado entre la Rambla y la Plaza de Toros. Pero en 1870 en Consistorio decide que los restos mortales merecen un mayor prestigio. En un acta del Ayuntamiento del 18 de diciembre de 1899 se recoge el traslado que en 1870 se realiza desde el cementerio hasta la Puerta Purchena, que “no correspondía ya por su modesta estructura y malas formas, el grandioso objeto para el que fue edificado.
Se estimó conveniente acordar que se levantara un nuevo y venturoso monumento que fuese digno de perpetuar la memoria de aquellos ilustres patricios, siendo el encargado a tal efecto el arquitecto provincial Don Enrique López Rull”. El traslado venía precedido de un informe en que se señalaba que el primigenio cenotafio había quedado rodeado de edificios y que en los actos de homenajes cívicos y religiosos la multitud no cabía en el espacio. También el material y el entorno de cenotafio había quedado muy degradado y “poco digno de honrar la memoria de tan ilustre patricios”.
Dos años antes, en 1868, coincidiendo con otra revolución que marcó la historia de España, “La Gloriosa”, que expulsó a la reina Isabel II del trono, uno de los prohombres de la ciudad y presidente de la Junta Revolucionaria, Don Ramón Orozco, promociona y protege una suscripción popular para el levantamiento de un “monumento de gloria nacional, que sustituta al que existe en el otro extremo de la población, y perpetúe la memoria de los ilustres mártires de la libertad”. También el arquitecto provincial, José Martín Baldó, pide que se honre con una mejor ubicación y mayor homenaje a los restos de los “héroes de la libertad” y propone Puerta Purchena como la ubicación idónea. El propio Ramón Orozco facilita ese traslado ofreciendo parte del terreno de su propiedad en las inmediaciones del Paseo del Príncipe.
Finalmente, en 1870, el Consistorio almeriense encarga el levantamiento de primer “Pingurucho” en la Puerta Purchena gracias al costeo de las obras por parte del Ayuntamiento y por las donaciones voluntarias de personalidades de la ciudad. Como señalaba, el prestigioso arquitecto Enrique López Rull será el encargado de levantar el nuevo mausoleo dedicado a las víctimas de la expedición de 1824. Durante cerca de un año las obras de traslado y construcción del mausoleo se suceden no sin problemas de construcción y financiación hasta que finalmente, en 1871, se producen el primer homenaje a “Los Coloraos” en la nueva ubicación.
Una tradición decimonónica
La peregrinación y homenaje anual a los Mártires de la Libertad se convirtió en una tradición liberal en Almería. La entrega de las condecoraciones cívicas, los actos religiosos y las suscripciones populares para el mantenimiento del monumento se hicieron habituales en las tradiciones de la sociedad almerienses. La Crónica Meridional recogía, en 1886, a toda página el homenaje a Los Coloraos así como transcribía el manifiesto leído por varias autoridades frente al “pingurucho” de Puerta Purchena. Y no solo el manifiesto era leído sino que las octavillas con las letras de las sonatas y coplillas cantadas a la memoria de aquellos héroes eran repartidas entre todos los asistentes. Una de aquellas letras decía así:
“Y véase a horizonte un barco velero a playas el rumbo haciendo españolas; las brumas le ocultan, le baten las olas; El viento es contrario; el mar ruge fiero. La luna se oculta en nube amarilla; lamentos profundos el aire estremecen; fantasmas le cruzan sangrientos y crecen; y toca en la era la débil barquilla.
Salud, compañeros…Salud, valientes…
Ni paces ni treguas; o muerte o victoria, al fuerte, al asalto, falange de gloria, y caigan el hacha las puertas crujientes; Allí, en la alta almena del gótico muro, al viento tremole morada bandera, que anuncie a los libre su espléndida Era, y muerte al titano feroz y perjuro”
De Puerta Purchena Va la Plaza Vieja
Llegado el fin de siglo un nuevo traslado se plantea: tras varios años de intento de volver a cambiar el monumento a un espacio más adecuado se decide, en 1899, trasladarlo hasta la Plaza Vieja. En las actas, conservadas en el Archivo Municipal, del traslado se cita a los señores concejales Don Juan Hernández y Don José Rocafull, que junto al Secretario del Ayuntamiento, Don Francisco Pérez Ibáñez debe comisionar el traslado de los restos desde la bóveda del monumento hasta su custodia en la Iglesia de San Sebastián. Los restos fue
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