Los focos iluminan el set instalado en el Salón de Plenos de la Diputación de Almería para la ronda de entrevistas con Maria de Medeiros (Lisboa, 1965), último de los tres premios honoríficos Almería, Tierra de Cine que FICAL ha entregado este año. Cuando la actriz y directora sabe que la conversación irá en prensa escrita, y no es necesario tomar imágenes, pide al periodista buscar un lugar en la sala en el que la luz no sea tan potente. Es una elección coherente con el carácter que desprende: es discreta, escucha con interés cada pregunta y es exquisita en sus gestos y respuestas.
Su padre es compositor y sus hermanas están vinculadas con la cultura. ¿Estaba llamada al arte?
Sí, siempre hubiese ido por ese camino. O por algo que me llevara a estar en contacto con otras culturas, otros idiomas. Así nos educamos: crecí en Viena, porque mi padre es portugués pero vivía en Austria, así que crecimos con el alemán, el francés en la escuela, con viajes cruzando Europa para ir de vacaciones a Portugal. Así que siempre habría elegido algo relacionado con el arte y con estar cerca de otras culturas.
Y eso se lo da el cine.
Absolutamente, es lo más lindo del cine. Me permite viajar, descubrir, conocer nuevos paisajes, nuevas gentes... ¡así vine a Almería!
Aquí rodó en 2000 ‘Honolulu Baby’, y ahora su nombre está en el Paseo de las Estrellas. ¿Es mitómana?
No, no, para nada; no he crecido con los mitos del cine. Siempre pensé que haría Bellas Artes, porque de esas personas que estaba constantemente dibujando. Fue un director portugués genial y loco (risas), João César Monteiro, quien decidió elegirme como protagonista en ‘Silvestre’ (1981), una película muy bonita que marcó también el cine portugués. Así descubrí a los 15 años el mundo del cine, tanto como actriz como por el otro lado: rodamos en estudio con una técnica que en la época era muy moderna, el ‘transflex’, que en el fondo eran proyecciones. Todo eso me fascinó.
Así que la idea de dirigir está desde sus inicios.
Sí. Desde el principio el cine me pareció la máquina, el juguete perfecto, con todos los aspectos artísticos: la escritura, la imagen, el color, la luz, la actuación, la poesía, la música... Todo está ahí, concentrado en el cine. De inmediato pensé: este es el juguete que quiero cuando sea mayor.
Su primera película de calado fue ‘Capitanes de abril’ (2000), aunque antes había dirigido otra sobre textos de Pessoa.
Sí, era teatro filmado, algo que me gusta mucho hacer y sigo haciendo. Pero luego fue una necesidad vital, un reto, contar la historia de la Revolución de los Claveles. Tuve el privilegio increíble de vivirla muy cerca por mis padres, sobre todo por mi madre, que era periodista política. Ella entrevistó a los protagonistas de la revolución, tenía sus escritos, sus libros, que rápidamente dejaron de encontrarse en las librerías. Algo me decía que tenía que hacer esta película. Fueron trece años de obstinación pero estoy feliz. Cuenta la Revolución de los Claveles desde el punto de vista de los militares, de cómo ellos lo vieron. Y casi todos, en cómo lo contaron, hacían referencias al cine.
Ganó en Venecia la Copa Volpi, tiene una notable carrera como directora, ha trabajado con grandes cineastas, pero siempre la asociamos a ‘Pulp Fiction’. ¿Le cansa tras tantos años?
No. Es increíble, me encanta Quentin [Tarantino] y es una película que celebra el lado autoral del cine. Si hay una película con un gran sello de autor es ‘Pulp Fiction’. Es un orgullo haber participado en ella. Claro que hay muchas otras que adoro y nadie ha visto (ríe), y considero que son joyas. Pero bueno, esa variedad me gusta.
¿Cuáles citaría, cuáles nos recomendaría?
Hay varias. Por ejemplo, hay un autor mucho menos conocido que Quentin, canadiense, Guy Maddin, con el que hice una película increíble, ‘The Saddest Music in the World’ (2003). En mi país hay varias que me hacen sentir muy orgullosa, como ‘Viagem a Portugal’ (2011), de Sérgio Tréfaut, donde encarno a una ucraniana que llega a Portugal, al Espacio Schengen, y ve cómo su vida se destroza por las leyes de inmigración. Y recientemente otra muy bella, también portuguesa, ‘Ordem Moral’ (Mário Barroso, 2020). Y podría seguir (risas).
Tarantino acaba de afirmar que ‘Érase una vez... en Hollywood’ es su mejor película. ¿Está de acuerdo?
¡Ah! Es divertido que él diga eso. Sí, es también una película muy interesante. Pero sigo pensando que en lo formal ‘Pulp Fiction’ es más atrevida. Y eso me encanta.
Además de su carácter autoral, ‘Pulp Fiction’ fue un enorme taquillazo. Es difícil hoy ver películas que logren eso. ¿El público se ha infantilizado, asume menos riesgos?
No creo que se deba tanto al público, sino a que se puedan financiar proyectos que, efectivamente, sean más atrevidos. Y a la distribución, que las películas lleguen al público. Porque cuando el público descubre cosas más complejas y que se alejen de las normas muchas veces les encanta. No pienso que sea responsabilidad del público sino de que lleguen a verse.
En los años 90, además del ‘boom’ de ‘Pulp Fiction’, se convierte en un rostro muy popular en España gracias a ‘Huevos de oro’, ‘Airbag’... ¿Llevó bien esa fama tan repentina?
Súper bien, me encantó. Sobre todo, descubrir España. No hay mejor manera que trabajar para descubrir un país y una cultura. Tengo de aquellos años un recuerdo muy festivo, muy divertido, muy creativo.
¿Sigue el cine que se hace en nuestro país?
Sí, lo veo sobre todo a través de la Academia europea. Estoy lejos de ver todo, pero siempre encuentro proyectos muy interesantes.
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