Las primeras veces difícilmente se olvidan, y hay pocas cosas más bonitas que la mayoría de las primeras veces. Y ayer los hermanos de Pasión nos regalaron una primera vez imborrable. Una con sabor a Domingo de Ramos (siendo ellos tan de Lunes y estando como estamos a finales de septiembre).
Ahora todo es nuevo y ayer Santa Teresa era el escenario de una mañana de Borriquita. Porque era el sitio escogido por Dios para que los cofrades almerienses se reencontraran, como en esas mañanas de Domingo de Ramos en los que se estrenan ropa, ilusiones y sonrisas.
No en vano, allí estaba todo aquel que ha echado de menos en mayor o menor medida el olor a incienso en la calle, el redoble de un tambor capaz de doblar todas las esquinas a su alrededor y el amparo que ofrece la mirada de una imagen sagrada. Y también se echó de menos a los muchos que no estaban porque se nos han quedado por el camino o porque, precisamente, les hace falta que les llegue la Salud del Señor de Pasión.
Habían pasado casi dos años en los que Dios no ha querido saber nada de la calle. O, más probablemente, Dios habrá estado más ocupado y nosotros nos hemos olvidado de su papel en la calle.
Hasta que Pasión dijo basta y puso su cruz guía en la calle. Eran las 19.42 horas de la tarde y en Oliveros se vivió un aplauso nunca antes vivido. La primera vez. El primer aplauso a la primera cruz guía en movimiento desde que la pandemia llegó a nuestras vidas. La primera de todas las que están por venir.
Y qué primera vez. La banda de cornetas y tambores Nuestra Señora del Carmen llegó emocionando a todos los allí presentes. Ya se podía palpar esa realidad que se desbordaría unos minutos más tarde: los allí presentes íbamos a ver la primera procesión después de dos años en el dique seco. Y qué dos años.
El cortejo
Sencillo y sin entretenerse en su discurrir por la ciudad. Así era el cortejo que puso ayer la Hermandad de Pasión en la calle.
Su cruz guía, su bacalá, un grupo de hermanos con cirio, las personas necesarias e imprescindibles para la organización, presidencia (con el presidente de la Agrupación, Isaac Vilches; la hermana mayor de Prendimiento -hermandad que apadrinó a Pasión en su fundación-, María del Mar Marín; la concejala Ana Martínez Labella y representación del Colegio de Médicos, entre otros), ciriales y acólitos y lo más importantes: las sencillas andas sobre las que iba el Señor de Salud y Pasión, que estrenaba para la ocasión la túnica que le bordara hace unos meses el almeriense Javier Barranco.
Y detrás, los sones almerienses de la banda del Carmen, que hacía realidad ayer el sueño de tocar detrás del Señor de Salud y Pasión. En definitiva, ayer todo el mundo (todo, desde el primero al último y sin olvidar al multitudinario público presente en las calles de Almería) estaba como un niño en la noche de Reyes: sin creerse que, por fin, todo esto era verdad.
Y así fue como Pasión dio un doble testimonio. Primero, el testimonio de fe que le corresponde como hermandad que es. Y, segundo, testimonio de cómo se hacen bien las cosas: sin divagar, cuando la responsabilidad (y dar ejemplo) era lo primero. Sin distracciones. Sin parones.
Y nada debe hacer que se olvide esto: lo que pasó ayer se debe solo al empeño de una hermandad empeñada en demostrar que se podía salir. Su trabajo empezó antes de que ninguna institución levantara la mano, no suspendieron antes de tiempo queriendo esperar y todo eso fue recompensado ayer, siendo la primera e histórica procesión desde el inicio de la pandemia. Y todo esto debe quedar negro sobre blanco. Tras ella vendrán muchas más y con más disfrute para los sentidos, pero esta habrá sido por y para siempre la primera.
La primera vez. ¿Vivir algo como si fuera la primera vez? No se me ocurre nada más bonito que eso. Y ayer la Almería cofrade pudo ver su primera procesión, que se dice pronto. Ahora solo queda disfrutar.
De la Esperanza a la salida de Salud y Pasión
El día 12 de octubre de 2019, Almería vivía su última procesión (aunque luego llegarían dos viacrucis más en la Cuaresma de 2020) antes de la llegada de la pandemia a nuestras vidas. La protagonizaba la Esperanza de los Estudiantes, que celebraban entonces su 75 aniversario fundacional.
Casi 2 años después, el Señor de Salud y Pasión salía para celebrar el 25 cumpleaños de la hermandad con sede en Santa Teresa y lo hacía sobre las andas de la Esperanza. Los renglones torcidos de Dios dejan, a veces, estas ¿casualidades? para la historia.
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