Algo pasa con la Virgen del Mar

Miles de personas acuden a la salida procesional de la patrona de Almería

Multitudinaria salida de la Virgen del Mar.
Multitudinaria salida de la Virgen del Mar. La Voz
Álvaro Hernández
23:00 • 25 ago. 2024

Hace unos días, el doctor en Ciencias Sociales Daniel Marín-Gutiérrez planteaba en la red social antes conocida como Twitter que cada vez se oye más eso de que la gente no cree y que la sociedad se está secularizando a marchas forzadas y exponía por qué eso es mentira. El domingo 25 de agosto, en la plaza de la Catedral de Almería, presenciamos la clase práctica que sigue a toda lección teórica. Salía la Virgen del Mar.



El último domingo de agosto es un día que desafía toda lógica. La procesión de la patrona de Almería tiene no pocos ingredientes para ser un absoluto fracaso en términos de asistencia: llega después de 9 intensos días de Feria y no deja de ser eso, una tarde de agosto en la que la playa es la principal tentación a la que hacer frente. En definitiva, la gente llega cansada, sin un duro y asada de calor. Pero, ¡ay!, sale la Virgen del Mar.



Así empieza el río que desemboca irremediablemente ante la patrona de la ciudad. Me gusta ver la Avenida Cabo de Gata esa tarde. Y la Ribera de las Almadrabillas. Ese goteo incesante de almerienses que acuden puntuales y le pese a quien le pese a ver la procesión de la Virgen del Mar anuncia que no es un día más. Y desde luego, que no es un domingo cualquiera de agosto. 



Este 2024, Año Santo en Almería con motivo del 500 aniversario de la colocación de la primera piedra de la Catedral, ha sido aún más especial si cabe. O, mejor dicho, se ha podido comprobar mejor cómo de extraordinario es el domingo de la procesión de la Virgen del Mar. Eran las 20 horas de la tarde y la plaza de la Catedral era un hervidero (literal y figurado). Difícilmente cabía más gente. Iba a salir la patrona desde la Catedral, y no desde su Santuario, y había que verlo.



Allí estábamos todos. Los cofrades habituales. Los almerienses curiosos. Los ateos que no ven una iglesia pero ya educan a sus hijos en la necesaria visita a la Virgen del Mar en el día de su procesión. Los que se arreglan para ver a la patrona. Los que acuden en bermudas y chanclas. Los foráneos que han hecho de nuestras tradiciones las suyas. Las gitanas vendiendo nardos. Los que saben que el domingo es el mejor día para comprarlos baratos. Los que aplauden a la banda de la Legión. Los que disfrutan de Santa Cecilia de Sorbas. Los que aún se sorprenden de que ahora salga, delante de la Virgen del Mar, el patrón, San Indalecio. Unas monjas de alguno de los conventos cercanos. Todos. Allí. En la plaza de la Catedral se podía hacer una foto muy completa de la supuestamente secularizada sociedad almeriense, reunida alrededor de la Virgen del Mar.



Y es que algo pasa con la Virgen del Mar. No sabría decir si es algo nuevo o si es algo que siempre ha estado ahí y no hemos sabido (querido o podido) poner en valor. Pero es innegable. La Virgen del Mar, la patrona de Almería, es el mayor foco devocional de esta ciudad que, en cualquier otra circunstancia, elegiría playa antes que fe. Descanso antes que incienso. Exprimir agosto antes que perder el tiempo en las cosas de Dios. Pero sí, lo cierto es que algo pasa con la Virgen del Mar, esa imagen que llegó hasta la playa Torregarcía, probablemente procedente de algún naufragio hace ya más de medio milenio. Y lo que pasa es que la gente sí que cree.



A su manera, con más o menos fobia a la jerárquica Iglesia, con predilección por este o aquel santo, sin pisar un templo o yendo a misa diariamente, viendo la procesión de la patrona y nada más (y nada menos) hasta dentro de un año. Cada uno a su manera, casi que cada uno a su Dios... Pero claro que la gente cree. Y se vio perfectamente en los no pocos metros cuadrados de la plaza de la Catedral de Almería. 



Ahora todo vuelve a su calma habitual. El río de gente es como el Andarax, y tendrá un caudal intermitente, como una rambla que de cuando en cuando descarga agua hacia el interior del Santuario de la Virgen del Mar, donde, desde su camarín y bajo el escudo de la ciudad, la patrona sigue siendo todo: puente hacia Dios para los más creyentes y manto de unidad para todos esos almerienses que, quizás sin saberlo, creen. Al menos, en la Virgen del Mar. 


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