Las calles polvorientas de Cuevas de los Úbeda se
llenaron este sábado de un fervor renovado tras más de 60 años de ausencia. Más
de 100 personas se unieron en el regreso de la romería en honor a la
Virgen de la Inmaculada, que no solo fue una celebración religiosa,
sino también un acto de resistencia y reivindicación. A través de
esta fiesta, los vecinos de esta pedanía almeriense no solo trajeron
de vuelta a su patrona, sino también su exigencia de derechos
fundamentales que llevan tiempo esperando: agua potable y
electricidad.
La jornada comenzó
este sábado con el rezo del rosario y una misa, a las 12 del
mediodía, la procesión dio inicio, mientras los vecinos caminaban
entre la tierra cálida del campo, con la emoción a flor de piel.
"La romería que hemos tenido hoy en las Cuevas ha sido
fantástica, agradezco a todos los que han venido, hemos estado todos
unidos como una gran familia. Y lo más importante que pedimos, agua
para todos”, expresaba con emoción uno de los vecinos, cuya voz
reflejaba el sentimiento común.
El regreso de esta
romería no ha sido un hecho aislado. Y es que, los vecinos de Cuevas
de los Úbeda han trabajado incansablemente para recuperar esta
tradición que, en su día, fue el corazón de la vida del pueblo.
Después de que la imagen original de la Virgen fuera retirada y la
iglesia se deteriorara hasta convertirse en ruina, los vecinos se
unieron para restaurar la festividad. Con sus propios medios, y una
recaudación colectiva, compraron una nueva imagen de la Virgen, un
manto y los ornamentos necesarios para devolverle su lugar en las
calles.
Pero para muchos, la
celebración de la Virgen es mucho más que una fiesta religiosa: es
una protesta, un grito de esperanza. “La llegada de la Virgen tiene
que venir con agua”, insistía otra vecina, Mercedes, quien resaltó
la importancia de un servicio esencial para que el pueblo pueda
prosperar: “Si hubiera agua, habría gente todo el año viviendo
aquí, el agua es vida”.
La falta de agua
potable es uno de los problemas más graves de Cuevas de los Úbeda.
A pesar de que los vecinos llevan años luchando por este derecho,
todavía dependen de cubas para abastecerse. “A mí me encantan las
Cuevas, no puedo vivir aquí porque no tengo agua. Tengo que vivir a
fuerza de cubas, pero si hubiera agua, viviríamos aquí”,
comentaba otra vecina, visiblemente emocionada por el regreso de la
romería, pero también por la necesidad urgente de cambios en su
comunidad.
Con la procesión ya
en marcha, los vecinos acompañaron a la Virgen por las calles del
pueblo con una devoción palpable, mientras la banda de música de la
Cañada, San Indalecio, marcaba el paso y la fiesta se impregnaba de
emoción y esperanza. Muchos no podían evitar recordar a los que ya
no están: “Viva la Virgen de las Cuevas, viva la madre de Dios”,
gritaban al unísono. La jornada culminó con una misa, una
procesión, y una gran paella para compartir y celebrar el regreso de
la romería. Los puestecillos ambulantes llegaron para dar color y
vida al evento, mientras las risas y los abrazos reflejaban el
sentimiento de unión.
“Mi abuela me
decía que estaba loco, que quién iba a venir aquí, pero al final
ha venido todo el pueblo”, comentaba entre risas un vecino, uno de
los precursores del regreso de esta tradición. El evento ha sido tan
emotivo y exitoso que ya se están planeando nuevas celebraciones:
“Esperamos que esta romería haya llegado para quedarse y si se
pueden hacer más fiestas a lo largo del año, se harán”,
comentaba el mismo vecino.
El regreso de la
Virgen de las Cuevas ha marcado el resurgir de un símbolo de unidad
y lucha. Ahora, la Virgen descansará en una de las casas de los
vecinos, pero su regreso también ha renovado las esperanzas de que
en el futuro pueda contar con un lugar más adecuado. Los residentes
confían en poder construir una pequeña ermita, como símbolo de su
fe y su resistencia, y como un espacio donde poder reunirse y seguir
reivindicando los servicios básicos que llevan años solicitando.
Cuevas de los Úbeda ha demostrado que la fuerza de la comunidad,
unida por la fe y la esperanza, puede hacer frente a las
dificultades. Y a pesar de que el camino aún sea largo, la voz de
sus habitantes no será silenciada. Como aseguran con firmeza:
“Queremos agua, queremos luz, y queremos ser escuchados”.
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