Si hay un lugar en la provincia donde practicar turismo ‘slow’, como se le denominó desde FITUR a esta forma de descubrir nuevos enclaves, ese es la Alpujarra. Con una historia prácticamente milenaria y unos paisajes espectaculares, es un enclave en el que vislumbrar un gran patrimonio, descubrir el resultado de varias culturas entremezcladas, disfrutar con la mejor gastronomía y pasear por sus senderos únicos.
Pese a que podría parecer que este plan montañoso es más propio de invierno que de meses estivales, lo cierto es que la Alpujarra Almeriense ha sabido abrirse al turista del verano con planes para todos los gustos y, lo más importante, que se alejan del fuerte calor que suele imperar en la provincia durante los meses de junio, julio, agosto o septiembre.
Los múltiples pueblos que salpican esta comarca situada a las faldas de Sierra Nevada ofrecen numerosas rutas y senderos que permanecen escondidas a la sombra de una densa vegetación, lo cual convierte el trayecto en un agradable paseo. Las muchas rutas que se suceden hacen, además, que haya variedad en cuanto a dificultad, desde trayectos más escarpados hasta otros para toda la familia.
La joya de la corona de la Alpujarra en lo que a planes veraniegos se refiere es Padules. Sus canales, situados a unos kilómetros del núcleo urbano, son una forma de refrescarse en un entorno idílico, entre vegetación y rocas. Muchos, de hecho, deciden acabar su día ahí.
Son planes al aire libre, en zonas en las que apenas se congrega gente y en plena naturaleza, lo que les otorga un valor diferencial en estas vacaciones de verano que para muchos estarán marcadas, de nuevo, por la pandemia que continúa presente.
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