Superdetective en Hollywood. Los cazafantasmas. Karate Kid. Gremlins. Indiana Jones y el templo maldito. Loca academia de policía. Pesadilla en Elm Street. Dieciséis velas. Tras el corazón verde. Footloose. Terminator. Películas que recaudaron millones de dólares en todo el mundo, generaron secuelas, conquistaron al público juvenil -que las descubrieron en salas comerciales o en las estanterías de los videoclubes- y definieron en gran medida lo que hoy entendemos como cine ochentero. Todos estos títulos tienen algo más en común: llegaron a la cartelera norteamericana en 1984, convirtiendo aquel ‘orwelliano’ año en una feliz utopía que Hollywood dibujó en verde y dorado.
A esa lista se puede unir otro filme que si bien no llegó a colarse entre los cincuenta más vistos en Estados Unidos sí amasó allí más de veinte millones de dólares y se convirtió en un fenómeno en Europa. Un largometraje inspirado en el libro homónimo del alemán Michael Ende -un superventas que despertó la afición lectora de muchos jóvenes- que regaló además al cantante británico Limahl el mayor y único éxito de su carrera: hablamos de La historia interminable (1984).
De la mano de la distribuidora 39 Escalones Films, el largometraje regresa este verano a salas españolas, donde reunió a más de dos millones y medio de espectadores tras su estreno en diciembre de 1984. En Almería podrá verse el viernes 29 de julio en el Teatro Cervantes: una buena ocasión para tomar el pulso a la nostalgia y reencontrarse con una película vinculada a la historia del cine rodado en nuestra provincia, que se cuela en el metraje de forma fugaz.
La historia interminable supuso la primera incursión en Hollywood del alemán Wolfgang Petersen, responsable tres años antes de la claustrofóbica El submarino (1981), con la que optó a seis Óscar. Fue su primer taquillazo, al que seguirían otros como En la línea de fuego (1993), Air Force One (1997) y La tormenta perfecta (2006). La elección del director no fue del agrado de Ende, quien había soñado con una adaptación a cargo de Akira Kurosawa. Ahí es nada. Tampoco quedó contento con el resultado final: pidió que su nombre no figurara en los créditos e, incluso, pleiteó sin éxito para que no se utilizara el título original de la novela.
En Almería, el rodaje transcurrió entre el 2 y el 6 de agosto de 1983 con un equipo técnico muy reducido y un único actor: Noah Hathaway, el niño que encarnaba al guerrero Atreyu. Los parajes de El Cautivo y del Valle del Búho de Tabernas y la nijareña playa de Mónsul, oscura e irreconocible por obra y gracia de los efectos especiales, se convirtieron así en parte de Fantasía. Un reino de ficción amenazado de muerte donde habitan personajes como el dragón Fújur y la anciana tortuga Morla, en cuyos rasgos se puede apreciar la herencia del entonces reciente E.T. de Steven Spielberg.
Quemados por el sol
Este éxito tiene su lado oscuro en otra muestra de cine adolescente rodada en Almería protagonizada por una pandilla viviendo aventuras (¡sobre patines!) en un futuro posapocalíptico. Un cóctel con aromas de Los bicivoladores (1983), Los Goonies (1985) y la saga Mad Max (1979). O la confirmación de que no toda la moda juvenil de los ochenta enamoró a la taquilla. Guerreros del sol (1986) fue la segunda y última película como director de Alan Johnson y un fiasco para la Metro Goldwyn Mayer: costó 25 millones de dólares y apenas superó el millón y medio en Estados Unidos.
Con un reparto formado por veteranos como Charles Durning y Richard Jordan y actores emergentes como Jason Patric y Jami Gertz (pareja un año después en Jóvenes ocultos) y Lukas Haas -el niño de Único testigo (1984)-, Guerreros del sol recorrió entre octubre y diciembre de 1985 espectaculares localizaciones de la tierra del indalo como las minas de Rodalquilar (transformadas en un orfanato), las dunas de Cabo de Gata, un túnel de la Central Térmica de Carboneras, canteras de yeso de Sorbas, la Rambla Carrizalejo de Gádor, el Llano de Trujillo de Rioja y la cueva de Roque del paraje La Molineta, en la capital, donde se construyó una preciosa ciudadela con casas colgantes, grutas y cascadas. Un maravilloso despliegue de producción que no impidió el naufragio de un filme casi olvidado hoy.
Con datos extraídos de ‘Almería, plató de cine’ (José Márquez, IEA, 2009), ‘Cabalgando hacia la aventura’ (José Enrique Martínez, Círculo Rojo, 2011) y ‘Paisajes de cine’ (Diputación de Almería, 2015).
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