Hoy es nuestro primer Día del Libro sin Ana Santos Payán. Sin Ana gaviera. Para combatir la tristeza y tenerla presente de algún modo, en LA VOZ hemos invitado a ocho firmas a evocar esa personalidad que tanta huella ha dejado. Es nuestro particular homenaje a una mujer pequeña y muy grande a la vez, como dice en su artículo el escritor Juan Pardo Vidal.
No nos engañemos. Hacer esto no ha sido fácil para nadie. De ahí que mi jefe y sin embargo amigo Evaristo Martínez y una servidora queramos dar gracias infinitas a los escritores Juan Manuel Gil, Raúl Quinto y Juan Pardo Vidal, las ilustradoras Laia Arqueros y Carmen F. Agudo, la profesora de la Universidad de Almería Isabel Giménez Caro y Ana Amezcua, de Librerías Picasso.
Y nuestra gratitud eterna a Óscar Santos Payán, escritor y hermano de Ana, Luna Miguel, su hija y poeta, y Pedro J. Miguel, su marido y la otra mitad de El Gaviero. Por vuestra generosa complicidad.
A continuación reproducimos las aportaciones de las ocho firmas invitadas a recordar a Ana Santos.
Papel, cuadernos, versos...
Óscar Santos Payán, escritor
Ahora no lo recuerdo bien, porque se agolpan un montón de imágenes, pero creo que desde muy pequeña has sido papel, cuaderno, versos... Estaba pensando en tus cosas y en las mías, coinciden mucho. Por eso eres mi mejor amiga, por eso y porque, desde que éramos pequeños, mamá y papá se han empeñado en decir que somos hermanos. Y es que siempre dudé porque físicamente no nos parecemos en nada. Tú tienes piel de folio blanco, los dedos finos y alargados, pecas y una mirada profunda, como de entenderlo todo, como de soñarlo todo, como de inventarlo todo. En tus cosas y en las mías sí porque dibujaste un mundo junto a Pedro y me dejasteis vivir en él. Creaste un universo de la nada, ese universo que pintabas con tantas y tantas dimensiones y me dijiste: “Ven, Óscar, sube a este barco de papel”. Un barco sencillo, hecho de pliegues que siempre esconden un tiburón vomitando mariposas, horizontes anclados a esa luz desértica y azul de tu sonrisa. Siempre persiguiendo la belleza cuando la belleza está en ti, en cómo interpretas el mundo, en tu auténtica libertad. Oteo más allá de este mar de edificios y pienso en La Gavia, ese lugar único, inmenso, sin fronteras y lleno de lunas para perderse, tanta poesía, tantos colores y matices en una sola palabra, Ana. Te he comprado un cuaderno, no diré cómo es porque no quiero que se agote en todas las librerías del mundo. “¿Vas a bajar a Almería?” “Claro, llegaré sobre las ocho” “Te quiero mucho” “Yo también te quiero”.
La semilla milagrosa
Raul Quinto, escritor
Hablar de Ana Santos es hablar de milagro y compromiso. Milagro porque un día decidió plantar semillas en este desierto y acabaron brotando en forma de modernidad, y decir vanguardia y Almería se empezó a decir por todas partes Ana Gaviera. Milagros teñidos de compromiso, el primero, siempre, con la literatura y el riesgo, y por eso se atrevió con libros como los de un mejicano, David Meza, desconocido incluso en su país pero dueño del secreto de la poesía, o con el libro más extraño que nunca he escrito; pero también con los que luchan, sufren y aspiran a un mundo mejor, porque un milagro fue publicar a Fatena Al-Gurra, una poeta palestina que vivía exiliada en Bélgica entre casa de acogida y casa de acogida: la publicó y consiguió que cumpliera su sueño de venir a España. Por cosas así había que admirar a Ana, a su entusiasmo milagroso. Por su compromiso, y por su lucha. Cuando en mayo de 2011 se llenaron las plazas del país para reclamar democracia real y dignidad en la política Ana fue una de las primeras personas en pisar la Plaza del Educador y no precisamente como espectadora. Yo llegué al 15M a través de ella. Fueron muchas lecciones, y sobre todo un orgullo: haber aprendido y luchado al lado de una mujer extraordinaria. Tuvimos tanta suerte de tenerla. Ana Santos Payán hizo de esta ciudad un sitio mejor, empezando por las personas que tuvimos el privilegio de crecer a la sombra de sus milagros. Por eso este texto debería titularse simplemente gracias.
El pequeño rincón
Ana Amezcua, de Librerías Picasso
En Librerías Picasso, pequeño rinconcito de poesía, creatividad, generosidad y sonrisa. Encuentros, complicidades, taller de fanzine literario, taller de elaboración del libro, libro-objeto artístico, editoriales pequeñas independientes, novelas, poesía, descubrimientos editoriales, lecturas compartidas, proyectos, sueños, ilusiones, risas, frustraciones, profesionalidad, barcos, letras, arte, complicidad, sueños, luchas, leer, leer, escribir, generosidad, leer, leer.
El azul de Ana
Juan Manuel Gil, escritor
Ana ha sido una de las personas que más me ha hecho sentir escritor. Supongo que, en esencia, es eso lo que se espera de una buena editora. Después de leer esos correos electrónicos en los que alimentábamos proyectos, yo terminaba siendo más escritor. Cada vez que le contaba alguna historia y ella decidía prestarme un libro, yo confiaba en que iba a ser mejor escritor. Si viajaba, reía, esperaba, leía o caminaba con ella, me embargaba la salvaje certeza de que por encima de casi todo yo soy escritor. Le estaré agradecido toda la vida. Por todas y cada una de sus luminosas invenciones. Por su paciencia y confianza. Por empujarme al hipnótico vacío del cartoncillo Bigris y las letras Garamond y Gill Sans. Esta ciudad ha tenido la enorme fortuna de contar con las valientes ensoñaciones de Ana Santos; de sumar luz a más luz; de que ella nos señalara un horizonte inevitablemente azul. El mismo azul con el que deberíamos pintarlo todo. Empezando por nosotros mismos. Es el azul de Ana.
Ana, la arqueóloga
Juan Pardo Vidal, escritor
Ana Santos era arqueóloga y editora. Sabía cómo desenterrar el pasado de los fenicios y cómo encontrar autores y autoras que quería mostrar al mundo. Sabía encontrar lo que buscaba, ése era su trabajo. Supo dar con rarezas de calidad incuestionable, editar de una forma distinta, convertirse en ‘Ana Gaviera’. Era demasiado joven para ser tan respetada, era demasiado joven para marcharse ya, ella ha sido la primera en ver el mar después de este viaje que hacemos por la Tierra, porque esa es la misión de los gavieros, otear, descubrir mundos, señalar el camino, llegar los primeros, enseñarnos que los libros son objetos únicos, defender que la calidad de la poesía no está en el nombre del autor/-a sino en su obra y, para despedirse, darnos un ejemplo de entereza a los que nos habríamos rendido mucho antes que ella ante el empuje del dolor, hacernos sentir, a un tiempo, orgullosos y diminutos frente a una mujer tan pequeña y tan grande.
Sus versos
Laia Arqueros, ilustradora
No puedo más que citar
sus propios versos:
[…] No escogeré esta vez.
Deseo toda la gama azul de nuestro dolor, aunque a veces sea demasiado.
Ana Santos. Septiembre 2006.
Ana Santos Payán: la voluntad de un sueño
Isabel Giménez Caro, profesora de la UAL
Hoy hace tres semanas que murió mi amiga Ana Santos Payán. Es muy difícil escribir lo que fue ella. Lo que fue ella en Almería, la Ciudad del Desierto: ella fue Salamandria, ella fue El Gaviero, ella fue Valente itinerante, ella fue una de las personas que más ha movido los cimientos culturales de esta ciudad. Eso lo sabemos todos. Pero les quiero contar otra cosa en este homenaje –quizá porque no puedo hacerlo de otra manera: hoy hace tres semanas que murió mi amiga Ana Santos Payán-: Les quiero contar que nos reuníamos hace muchos años en mi despacho para hablar de nuestras hijas apenas adolescentes. De la alimentación. De libros. De escritores. De la Universidad. Les quiero contar que nos gustaba bailar en las fiestas de cumpleaños. Les quiero contar que, cuando nos reuníamos para preparar la Poesía Bífida (esa locura que llevamos a la Universidad durante tres o cuatro cursos) ella sacaba uno de sus cuadernos y anotaba y proponía y subrayaba y discutía y asentía y que casi siempre era en los atardeceres cuando nos reuníamos. Les podría contar muchas más cosas, claro, pero no termino de acostumbrarme a su ausencia, a la ausencia de mi amiga Ana Santos Payán muerta hace tres semanas. Su ausencia en esta ciudad que ella eligió. Su ausencia en mi vida.
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Carmen F. Agudo, ilustradora
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