Los inicios en cualquier trabajo son difíciles. Pero en el periodismo, donde los temas que sacas dependen casi en exclusiva de los contactos que tienes, se hacen aún más cuesta arriba. Hoy os quiero hablar de una persona que tiene la virtud de hacerte sentir como en casa aunque seas una recién llegada. Un artista que desde el minuto uno logró que percibiese el mundo de la cultura almeriense como mi casa. Julio Béjar.
Aunque es unos años menor que yo (por fin le puedo decir a alguien eso que tantas veces me han dicho a mí, "eres insultantemente joven"), nuestras trayectorias se han desarrollado de forma paralela. Nunca se lo he contado, pero creo recordar haber coincidido con él en algún taller de teatro que me tocó cubrir en un pueblo durante mis primeros meses en LA VOZ, cuando trabajaba los fines de semana en un extraño turno de viernes a martes (descansaba miércoles y jueves) que iba al revés del mundo.
El paso de los años me ha permitido seguir de cerca la evolución de Béjar (Almería, 1987). Filólogo hispánico, poeta, actor y agitador cultural, se acerca mucho a eso que llamamos el artista total. De hecho, en su próximo proyecto, Mujeres encontradas, que se estrena este jueves 30 de octubre a las 21.30 horas en la Sala B del Teatro Auditorio de El Ejido, incluso se atreve a dar sus primeros pasos como bailarín. Por una cuestión de edad, seguramente le quede mucho por aprender (y qué es la vida sino un continuo aprendizaje), pero su futuro no podría ser más prometedor.
Infancia y despertar literario
La infancia de Béjar se estructuró en torno al Paseo Marítimo, un espacio abierto al juego, a la fantasía y a la playa que transcurrió en una especie de perpetuo verano. El niño Julio creció jugando a eso de pisar sólo las losas rojas del Paseo. También allí empezó a coquetear con la Banda Municipal de Música de Almería al verla actuar en El Mirador. Ya de mayor se convertiría en uno de los colaboradores más íntimos de la formación y de esa alianza surgirían propuestas tan sugerentes como El pescador de sueños, un versión de El viejo y el mar de Ernest Hemingway que imita las antiguas proyecciones de cine mudo en las que una orquesta interpretaba in situ la banda sonora del filme.
Pero volvamos a la infancia de Julio. Su despertar literario nació bajo el influjo de su abuela, actriz que triunfó en el Madrid de los años 30, antes de que la Guerra Civil arrasase sus sueños. La primera obra que representó fue La venganza de Don Mendo, de Pedro Muñoz Seca, "la mejor obra cómica que se ha escrito en lengua castellana". Su abuela nunca pudo verlo sobre las tablas.
El Aula de Teatro de la Universidad de Almería (de la mano de Antonio Serrano, fundador de las Jornadas del Siglo de Oro) y La Duda Teatro (compañía profesional con la que sigue trabajando de forma puntual) centraron los siguientes años de su trayectoria artística.
Francia supuso para él un paréntesis necesario en el panorama cultural almeriense. Necesario porque allí completó su formación al hacer un máster sobre estudios hispánicos, el oficio de la investigación y el de la enseñanza. "Es alucinante el furor que causa la literatura castellana en el extranjero y el amor y el respeto por la cultura que desprende Francia", confesaba en septiembre en una entrevista a LA VOZ.
Regreso a Almería
En el libro El mundo que viene dice el ingeniero, tecnólogo y emprendedor de origen almeriense Juan Martínez-Barea que, tras aprender de los mejores del mundo, uno debe volver a su tierra y convertirse en un motor de cambio. Julio se tomó esta idea al pie de la letra y, desde que regresó, los proyectos no cesan de bullir en su cabeza.
A finales de 2013, publicó el poemario Manual de uso para mudanzas con la editorial En Huida. Con la estructura de un manual de instrucciones para montar muebles de Ikea, el libro tiene como paisajes de fondo el pelotazo inmobiliario y la corrupción pero desde el prisma de la ironía y el humor. También habla del amor y de la infancia.
Basándose en esta obra, creó junto a Caroline Muller, Leticia Valle y Chencho Nzo Mudanzas, un espectáculo en el que confluyen danza, música y poesía que ha podido verse en salas de la capital como Clasijazz, La Guajira y La Oficina. "Almería ha cambiado mucho. La que yo dejé cuando fui por primera vez a Francia tiene poco que ver con la de ahora, sobre todo por estos tres lugares que no existían y que dan una salida cultural alternativa a los espacios convencionales. Insuflan oxígeno a la ciudad", opina Béjar.
El paso siguiente, el último hasta ahora, ha consistido en crear un colectivo escénico denominado La Confluencia ("es el punto en el que se unen varios ríos para iniciar juntos un nuevo camino") en el que se integran los artistas anteriores y también otros como Ascensión Rodríguez, Ernesto García y Daniel Ortega. Todos estrenan el jueves Mujeres encontradas, un montaje sobre la obra pictórica, escultórica y poética de Fernando Beltrán.
Para terminar, reproduzco dos preguntas y las significativas respuestas de un De tapas con que pude compartir con él el pasado mes de septiembre. En ese encuentro, este artista que no tiene miedo a los silencios -porque con él no hay silencios incómodos- reafirmó mi total admiración a todo lo que dice. Y lo que hace.
¿Te sientes más actor o poeta? "Ninguna de las dos y ambas por igual. Yo me siento un palabrista o palabrero, un charlatán. O eso que los griegos llamaban aedos en referencia al artista que escribe y reproduce sus propios textos", contestó.
¿Qué papel sueñas con interpretar? "Tengo uno que no es imposible pero sí improbable: el de Adela, la hija menor de Bernarda Alba. Es la pasión, el amor. Esos veinte años que todos tenemos. Y otro que es posible y probable: Macbeth. Me chifla Shakespeare aunque haya toda clase de teorías sobre él. Sea quien fuese, se trata de un genio que ha conseguido diseccionar como nadie el alma humana", sentenció.
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