De nostalgias y retratos

Marta Rodríguez
12:39 • 03 jun. 2015

Soy una nostálgica empedernida. Algo que durante buena parte de mi vida se ha traducido en una pena irremediable por hacerme mayor (se llama síndrome de Peter Pan). Hasta el punto de que hubo un cumpleaños en que mi familia me sorprendió llevándome la tarta a la cama y yo les recompensé con una llorera de narices.



Ese rasgo de mi personalidad se deja notar también en mi oficio. A veces pienso que me gustaría haber nacido veinte años antes para vivir esa etapa dorada del periodismo en la que no existía Internet y uno se tenía que echar a las calles en busca de temas (un modo de trabajar que yo procuro practicar siempre que puedo). Me encanta que mis compañeros más veteranos me cuenten batallitas de entonces, como cuando los corresponsales de los pueblos enviaban las crónicas en el autobús de línea o te podías bajar a la rotativa a esperar a que saliese la plancha de tu página. Acabases a la hora que acabases, por tarde que fuera, siempre terminabas compartiendo anécdotas en el bar de la esquina. Alimentando una vocación que jamás se consume, aunque a veces queme.



Hace unos días recordé esa añoranza mía por la cual cualquier momento pasado fue mejor al charlar con el periodista almeriense Juan María Rodríguez (Juan Mari para los amigos). Y lo hice por las mil historias relacionadas con sus andanzas que escuché esa jornada. Curtido en la prensa (LA VOZ, Diario 16El PaísEl Mundo), la radio (Radiocadena Española y Radio Nacional de España) y la televisión (Canal Sur y Canal Sur 2 Andalucía), admiro dos cuestiones fundamentales en él.



La primera es que tras tantos años de oficio, sigue especializado en periodismo cultural. Me explico: la cultura pocas veces abre los periódicos, por lo que hay quien tiene la percepción de que para destacar en este oficio más vale dedicarse a otros ámbitos como la política o los sucesos. Yo pienso de otra forma: la cultura es una de las secciones que más se presta a conectar con nuevos públicos, los jóvenes, por ejemplo. La cultura es un soplo de aire fresco y una explosión de color en el conjunto de un periódico (sus noticias suelen ser felices). Escribir sobre cultura es apoyar a los que la hacen. Y los que se dedican a la cultura representan el alma de una ciudad, o de un pueblo. El afán por ser mejores personas. Para mí, escribir de estos temas supone un modo de resistencia. Pero lo mío no tiene mérito, apenas llevo una década de profesión. Lo de Juan Mari sí que lo tiene.



El segundo motivo de mi fascinación por este periodista nacido en Almería en 1962 se debe a que ha sido capaz de recuperar una cuenta pendiente de la juventud y sacarse la espinita. Me refiero a su sueño de hacer fotografías, que se remonta a sus 17 ó 18 años. "He vuelto a la fotografía buscando placer a causa de una situación profesional complicada. Empiezas a cumplir años y decides retomar lo que dejaste pendiente", me decía en una entrevista a LA VOZ. Rodríguez hizo un curso y, tras mucho practicar (tiene un blog donde cuelga sus instantáneas), emprendió un viaje por Andalucía para hacer retratos de aquellos que habían sido protagonistas de sus artículos a lo largo de su trayectoria: los escritores.



Pablo Aranda, José Manuel Caballero Bonald, Carmen Camacho, Jesús Carrasco, Antonio Carvajal, Juan Cobos Wilkins, Salvador Compán, Jacobo Cortines, Julio Manuel de la Rosa, Eva Díaz Pérez, Juan Eslava Galán, Álvaro García, Pablo G. Baena, Pablo García Casado, Hipólito G. Navarro, Juan Manuel Gil, Rafael Guillén, Antonio Hernández, Óscar Lobato, Aurora Luque, Elena Medel, Eduardo Mendicutti, Sara Mesa, Javier Mije, Luis García Montero, Vicente Luis Mora, Justo Navarro, Antonio Orejudo, Pilar Paz Pasamar, José Luis Rey, Felipe Benítez Reyes, José Ramón Ripoll, Antonio Rivero Taravillo, Luis Manuel Ruiz, Álvaro Salvador, Antonio Soler, Coradino Vega y Javier Vela son, por orden alfabético, los autores que aparecen en las fotos de Juan Mari.






Imágenes en blanco y negro y color que, como si de un libro se tratara, dialogan entre sí y forman parte de un todo. De una exposición llamada Renglones de luz que ha podido verse hasta final de mayo en la Biblioteca Pública Infanta Elena de Sevilla y que pronto itinerará por la región de la mano del Centro de Estudios Andaluces y el Centro Andaluz de las Letras, ambos dependientes de la Junta. "Para mí, es una especie de celebración de amistad con mucha gente y del buen momento creativo de la literatura en Andalucía. Me gusta cómo las viejas generaciones se dan la mano con las nuevas", señala.


La intrahistoria del proyecto, que debe su nombre a que para su creador "la fotografía es una fotografía de la luz", daría para varias entradas a este blog. "Lo más curioso fue que estando con Pablo García Baena en su casa de Córdoba pasamos por la puerta del dormitorio, que construyó su padre. Había buena luz y, al ser muy religioso, todo está decorado con angelotes y demás. Le propuse posar justo a su cama y él, homosexual conocido, me dijo algo así como Eh, chico, allá tú, de mí ya lo han dicho todo", apunta.


Pero Renglones de luz ha dejado también reflexiones interesantes a su autor, como el bajo nivel gráfico que tiene la literatura en este país. "Es increíble que en la era de la imagen en que vivimos si te pones a pinchar en las imágenes de las páginas web de escritores, encuentras unas fotos de mierda. Algunos me llaman para que les mande las mías. Están fascinados, dicen que no han tenido nada así en su vida", indica.


Anochece y la ausencia de luz impide que este fotógrafo que no entiende de estudios ni de focos siga desentrañando la mirada de la literatura andaluza. Aunque no crea que un retrato capture el alma de nadie, sí reconoce que sus imágenes denotan cosas y mantienen cierta conexión con la obra del autor inmortalizado. Nadie mejor que él para escribir con la luz los renglones de tantos universos narrativos y poéticos. Ya los publicó negro sobre blanco cuando uno podía bajarse a la rotativa y ver cómo salía la plancha de su página...


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