La isla como espacio de huida. De todos y de uno mismo. La isla como ensoñación. Ensoñación que se asemeja a la realidad hasta el punto de que es difícil saber si estás despierto o duermes, si eres consciente de tus actos o has perdido el juicio por completo. La isla como búsqueda. La búsqueda de cierto alivio a una enfermedad que te paraliza. La isla, y en la isla un viejo y destartalado camping, el Parque Holandés, que “a vista de pájaro parece una célula animal”. La isla como parte de una constelación de islas sin cartografiar. O acaso cartografiadas solo en un atlas imaginario, o en un atlas literario que únicamente pueden descifrar aquellos que de verdad creen en él. La isla, al fin.
Las islas vertebradas es el quinto título de Juan Manuel Gil (Almería, 1979), su segunda novela tras la poco convencional Inopia (El Gaviero, 2008). Publicada por Playa de Ákaba -editorial de Noemí Trujillo y Lorenzo Silva-, supone su esperado regreso después de la recopilación de artículos Hipstamatic 100 (LA VOZ, 2014). La obra -según el autor, “un cóctel de thriller psicológico, fantástico y negro”, o “un catálogo de obsesiones”, o “un thriller sobre la fragilidad”- llega esta semana a las librerías y ya está disponible en www.espacioulises.com.
La enigmática y bella portada del artista plástico Manu Muñoz evoca el día a día de Martín en la isla en la que ha decidido perderse, acuciado por la soledad y el dolor. El miedo y el sentimiento de culpa. Ajena al pasado oscuro, las manías y los secretos inconfesables que oculta en su bungalow, la inquietante comunidad de inquilinos del Parque Holandés empieza a sufrir una serie de extraños sucesos. Nadie se fía de nadie en mitad de un verano de un calor asfixiante y un insoportable olor a algas secas que configuran una atmósfera absorbente de la que el lector no saldrá indemne.
A través de saltos en el tiempo a los capítulos más sombríos de la vida de Martín y de un juego de identidades que lleva a la confusión, el narrador traza una cartografía del lado más mezquino del ser humano que aflora cuando uno se convierte en cómplice de un sistema corrupto y es arrollado por alguno de los grandes males de la sociedad de nuestro tiempo.
Sólo un libro real, el Atlas de islas remotas (Nórdica, 2013) de Judith Schalansky, y la vana promesa de escaparse a una acompañado de una mujer pueden redimir al protagonista de una novela que plantea preguntas que hurgan en lo más íntimo de cada uno y cuyas respuestas pueden poner la vida patas arriba. La isla como territorio de la duda. Cuando dudar significa estar vivo.
La isla como espacio para la redención. Cuando redimirse implica aceptarse a uno mismo y sus contradicciones. Juan Manuel Gil vuelve a ponernos en el filo de la navaja.
Nuevo giro de guion en su trayectoria
Las islas vertebradas es un nuevo giro de guion en la caprichosa trayectoria literaria de Juan Manuel Gil que no tiene dos libros parecidos: irrumpió con el libro de poemas Guía inútil de un naufragio al que le siguieron la novela de “historias rotas”, según Enrique Vila-Matas, Inopia, el extraño volumen Mi padre y yo. Un western y la serie alucinada de artículos Hipstamatic 100.
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