En ocasiones, los reconocimientos y los premios transforman a los reconocidos y a los premiados. Aupados en la cima que otorga la fama, exhiben sin pudor su faceta más vanidosa: abandonan de pronto la sencillez y se convierten en seres engreídos, atrapados en su soberbia. Ni de cerca es el caso del párroco emérito de Antas, Bernardo Ávila Ortega (Antas,1930), que acaba de ser nombrado Capellán de honor de Su Santidad por el Papa Francisco.
“No le conozco en persona, pero me gustan su sencillez y su entrega total al servicio de la iglesia y de la humanidad”, opina Bernardo del Santo Padre, a quien agradece “esta deferencia”. “Sin falsa humildad, creo que no me lo merecía, soy un sacerdote como tantos otros”, asegura con voz pausada en el despacho de su vivienda en Antas, donde reside junto a su hermana y hermano.
En las estanterías descansan decenas de ejemplares de libros religiosos. Tras él, un cuadro de Jesús y el samaritano pintado por su hermano Francisco. Sobre la mesa, una carpera, documentos, un bote con bolígrafos, una agenda, una grapadora roja junto a unos folios y un crucifijo. Todo como en un orden fortuito. En una mesa auxiliar hay un ordenador portátil: Bernardo sigue la actualidad global a través de Internet, se ve que es un hombre informado. “Ya es malo que los refugiados tengan que abandonar sus países por la guerra y por el hambre. Son personas, con toda su dignidad, requieren de toda nuestra atención y ayuda, y no se la estamos dando”, opina con resignación cuando es preguntado sobre ello.
El sacerdote almeriense es de esas pocas personas que no se apropian ni de sus propios logros: “No lo esperaba, fue una sorpresa cuando el obispo dio la noticia. Ha sido una alegría para el pueblo, me lo han dado a mí como podrían habérselo dado a cualquiera”, asegura tranquilo.
Toda una vida
Monseñor Bernardo Ávila entró en el seminario a los 18 años, en el curso 1948-1949. “Pero la vocación la tuve antes: desde niño, cuando era monaguillo, yo veía al párroco y sentía el deseo de ser sacerdote”, recuerda. Tuvo tiempo para estudiar música; solfeo y piano junto al maestro almeriense Rafael Barco Molina, y con el tiempo ha llegado a componer varias obras, principalmente polifónicas.
“Soy muy aficionado a la música clásica y religiosa, a los compositores polifónicos en general. Alguien que ha influído mucho en mi forma de componer a sido Lorenzo Perosi”, explica Ortega, que a sus 85 años (en mayo cumplirá 86) sigue tocando el órgano “de vez en cuando”, incluso el de la catedral de Almería “cuando hay alguna celebración”. En estos años ha visto cómo se transformaba su tierra, una España que “ha vivido un cambio total en todos los sentidos, y por supuesto, ha sido para mejor”.
Cuando se le pregunta por su legado, por si existe o no un motivo de orgullo para él en todos estos años, Bernardo recapacita en silencio, tranquilo. Uno, dos, tres, cuatro segundos. “Que haya sido fiel a mi sacerdocio, y que haya sido bueno en todos los sentidos”, asegura sereno, como en un susurro amable.
En Antas todos conocen a don Bernardo. “La noche del mismo día del nombramiento lo sabía ya todo el pueblo. He recibido felicitaciones de todos, y me siento muy agradecido. Se lo agradezco al Papa Francisco, porque es una alegría para mi y para el pueblo”, explica. Ya de regreso a Almería capital suena el móvil del periodista. Es Bernardo, que acaba de conectarse con su portátil a Internet: “La iglesia se acaba de pronunciar sobre los refugiados y yo comparto su postura, necesitan de nuestra ayuda”.
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