El curioso caso del animero de la Baja Alpujarra

Bernardo Bentaja, un vecino de Laujar en el s. XVIII, aseguraba contactar con los fallecidos

Laujar es uno de los pueblos almerienses que más leyendas encierra.
Laujar es uno de los pueblos almerienses que más leyendas encierra.
Alberto Cerezuela
07:00 • 23 mar. 2016

La figura del animero, caracterizada normalmente por un varón de baja clase social, fue especialmente popular en algunos pueblos almerienses durante el siglo XVIII. Estos personajes estaban en contacto con las ánimas de aquellos que no descansaban en paz por tener un cometido pendiente en el mundo terrenal, cual moderno Caronte, e incluso había quien tenía un trato directo con la muerte, que le avisaba días antes sobre la persona o personas que iban a morir en la población, causando el pánico, como es lógico, de cualquier vecino al que se acercara.




Bernardo
Este caso, exhumado por el antropólogo Juan Blázquez Miguel, merece la pena ser recogido en cualquier estudio de este tipo, sobre todo por su condicionante supersticioso y lucrativo ante la normal ingenuidad de esa época. La historia no tiene desperdicio alguno.

En 1739, uno de los “señoricos” de Laujar, Cristóbal Ramírez, contrata a un labrador llamado Bernardo Bentaja, procedente de Benejí. Parecía un hombre formal y trabajador, que poco a poco se fue ganando el cariño de los vecinos y de la familia de su propio jefe. 

Al poco tiempo, empiezan a correr rumores sobre los místicos poderes de Bernardo, cuyas capacidades le llevan a predecir quiénes iban a morir en el pueblo, o contactar con quienes estaban el Cielo o en el Infierno. Este personaje, en presencia de otros, entraba en un llamativo éxtasis que le provocaba cambios en el color de la piel, le agarrotaba las manos y le transformaba el color de los ojos. Sus paisanos, atemorizados por sus particulares facultades, le permitieron privilegios como el no trabajar o poder participar en jornadas de cacería. 




Rumores
Bernardo aprovechó la popularidad que sus prodigios le habían concedido, para hacer sus pinitos en las artes amatorias con las mujeres del pueblo. Les prometía casamiento para llevárselas al río, desentendiéndose después de ellas tras haber consumado. 

A pesar de la mala fama que consiguió por los rumores de sus escarceos amorosos, consiguió que su amo se empeñase en casarlo con una de sus hermanas, Gabriela Ramírez, veintiocho años mayor que él. Pero antes debía “curarse” de su don, siendo encarcelado para ello por los frailes del convento de Laujar durante una buena época en la que fue objeto de diversos exorcismos y palizas varias. Este calvario dura hasta que una voz de ultratumba le dice que la mujer del “señorico” está endemoniada, y que el único remedio es que Bernardo se acueste con ella. Tal fue el convencimiento en la realidad de esta afirmación, que sus propios familiares le prepararon un lecho más parecido al de la realeza, acompañándolo entre cantos y letanías para que pudiese desembrujar a doña Antonia con total impunidad. Este episodio, unido a diversos encuentros con mujeres del entorno, hace que el clero denuncie a Bernardo ante la Inquisición, acabándose aquí, que sepamos, las fechorías de este peculiar personaje que afirmaba estar en contacto con los muertos. 

¿Acaso creían ustedes que siglos atrás no había estafadores ni gente que se aprovechaba de las creencias o de la incultura de los demás? 









Temas relacionados

para ti

en destaque