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Miguelandia: un pueblo levantado en un jardín

Un vecino de Cantoria recrea un pueblo típico en miniatura ladrillo a ladrillo en el que no falta la estación ferroviaria, iglesia, ayuntamiento o un imponente ca

Aspecto de una parte de ‘Miguelandia’, el poblado en miniatura construido por Miguel Rodríguez Hidalgo.
Aspecto de una parte de ‘Miguelandia’, el poblado en miniatura construido por Miguel Rodríguez Hidalgo.
Guillermo Mirón
12:17 • 07 may. 2016

El valle del Almanzora esconde en una de sus zonas más agrestes un poblado del que muy pocos han oído hablar. Pese a su bella estación de trenes y el imperioso castillo  que otea desde lo alto el horizonte, no busquen esta aldea en guías turísticas ni en el listado de municipios y barriadas de la provincia. ‘Miguelandia’ ha sido creado, ladrillo a ladrillo, por Miguel Rodríguez en el jardín de su casa.




La recreación de este poblado en miniatura (aunque compuesto por construcciones de unas dimensiones más que considerables) le ha llevado a Miguel más de diez años de trabajo en lo que para él es supone una afición. El ayuntamiento, la oficina de correos, las casas a lo largo y ancho del poblado... El nivel de detalle es tal que cada vez son más los curiosos que, por casualidad o a sabiendas, llegan hasta la casa de este vecino de Cantoria de 61 años. Esto, confiesa, ha provocado alguna que otra situación embarazosa. Alguna vez, mientras su mujer disfrutaba “de un baño en la piscina”, han hecho su aparición visitantes preguntando por ‘Miguelandia’. Consecuencias de un elaborado y minucioso trabajo al que Miguel ha dedicado incontables horas durante más de una década.




Origen y futuro




En sus planes no entra ni mucho menos dejar de lado el crecimiento de esta población, que por su verbena popular, estación ferroviaria o tipo de casa podría ser cualquier pequeño pueblo o barriada del Almanzora. “No lo voy a terminar nunca”, dice tajante Miguel. ¿La razón? “Tengo que hacer más y más y más”, asegura. El principio no fue fácil. Había un pueblo que levantar y no todos comprendían la afición.




“Empecé con unas casas. Mi mujer me dijo que estaba haciendo cosas de niños”, recuerda. Ahora está centrado en terminar el tren que circulará frente a la estación y por la zona baja del poblado además de la vía ferroviaria por la que deberá pasar. Después, será el turno de nuevas construcciones. “Tiene una parte antigua, con casas al estilo de antes. Ahora voy a hacer algunas un poco más modernas”. Para justificar la llegada de estas nuevas casas, se refiere a aquellos vecinos de ‘Miguelandia’ que se han marchado al extranjero, han conseguido ahorrar y han decidido hacerse una casa en la que es su tierra ‘natal’. “Todo es imaginación”, explica, aunque siempre asociada a lo que ha visto a su alrededor “sin copiar”,  puesto que “si está ya hecha para qué la voy a hacer yo. No me gusta”, defiende el creador con ahínco.




Miguel le pone a cada centímetro de obra el mismo empeño que ha puesto en amaestrar a la paloma que le acompaña durante la visita a la aldea. “Cuando cojo el coche se viene conmigo detrás”, cuenta con la misma naturalidad con la que habla de us creación. Él no le llama arte sino “afición”. Pero ‘Miguelandia’ es mucho más que eso.






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